AUGUSTO MONTERROSO, 1921-2003
Será cremado este domingo en el Panteón
Español; las cenizas se depositarán en su casa de Chimalistac
Despiden al maestro del relato corto
Gabriel García Márquez, Alvaro
Mutis, Elena Poniatowska, Margo Glantz y Alí Chumacero, entre los
asistentes a las exequias Anuncia Alfaguara la próxima aparición
de cuatro títulos del fabulista El homenaje, decisión de
su viuda: Bermúdez
ERICKA MONTAÑO, ANGEL VARGAS Y ARTURO JIMENEZ
Augusto Monterroso fue uno de esos casos sui generis
en la literatura en que el autor y su obra compaginan de manera perfecta,
según escritores, intelectuales, editores y amigos. "Una obra breve
y grande para un hombre grande y breve, un hombre de extraordinaria modestia
y sabiduría infinita", resumió el novelista Eliseo Alberto.
Maestro de la precisión y de la brevedad, de lo
profundo y accesible, Tito, como se le llamaba afectuosamente al
escritor guatemalteco, deja con su muerte -ocurrida la noche del viernes
en la ciudad de México a los 81 años, después de permancer
internado durante ocho días- un legado que rebasa las fronteras
de lo meramente literario.
Se
le reconocen, además, su gran generosidad como persona, amigo y
maestro; su fino sentido del humor, su don de buen conversador y su compromiso
con la libertad y las causas sociales.
Los restos de Augusto Monterroso fueron velados ayer en
la agencia funeraria Gayosso de Félix Cuevas y al mediodía
de este domingo serán cremados en el Panteón Español.
Las cenizas se depositarán en su casa de Chimalistac.
Editorial Alfaguara anunció este sábado
que en los próximos meses aparecerán cuatro libros de o sobre
la obra del autor de La vaca: el primero titulado Monterroso
y su mundo -que reúne una serie de anécdotas que el narrador
contó a su esposa, la también escritora Bárbara Jacobs-,
la reedición de Lo demás es el silencio, uno de ensayos
inéditos y otro más acerca de su trabajo literario, escrito
por una investigadora estadunidense.
Los escritores Gabriel García Márquez, Alvaro
Mutis, Elena Poniatowska, Margo Glantz, Alí Chumacero y Eduardo
Lizalde, así como el pintor Vicente Rojo, fueron de los primeros
en llegar ayer a la agencia funeraria.
Allí, la titular del Consejo Nacional para la Cultura
y las Artes, Sari Bermúdez, anunció más tarde la disposición
de la dependencia para organizar un homenaje al creador guatemalteco "en
cuanto su esposa, Bárbara Jacobs, lo disponga". Y aclaró
que las exequias no se realizaron en el Palacio de Bellas Artes, porque
así lo decidió la familia.
En tanto, la Feria del Libro del Palacio de Minería
realizará en su próxima versión un "homenaje mudo"
a Monterroso con la colocación de dos imágenes gigantes que
se colgarán en la sede del encuentro libresco, informó su
titular, Fernando Macotela.
García Márquez, desde su llegada, pidió
respeto a los periodistas que lo rodeaban para obtener alguna declaración.
Poco después accedió: Augusto "era un gran hombre y un gran
amigo, cualquier otra cosa que diga es poco".
En tanto, Carlos Monsiváis comentó que el
prosista ''fue y sigue siendo un ser excepcional, un amigo de extraordinaria
finura, una persona enteradísima de todo lo que sucedía y
un hombre con una lealtad inquebrantable a la causa guatemalteca. El abandonó
Guatemala por el golpe de Estado de Castillo Armas y nunca se reconcilió
con los sucesivos regímenes autoritarios y dictatoriales. Siempre,
como su amigo y maestro Luis Cardoza y Aragón, fue crítico
implacable de lo que significaba el aplastamiento de los derechos humanos,
incluidos los de los indígenas, en Guatemala''.
La oveja negra, dijo, ''es el mejor libro de fábulas
escrito en América Latina y de una inteligencia que no se gasta
sino que se renueva y se acrecienta con cada lectura.
''Lo mismo me sucede con Movimiento perpetuo, que
son textos de una perfección, intensidad y variedad de registros
que me resulta notable.
''Monterroso renueva la tradición de la
fábula. Es el Samaniego y es el Iriarte que no pudieron ser y que
están ahí, presentes, activados y exaltados por una malevolencia
de primer orden y una capacidad de sátira extraordinaria.''
Por separado, Alvaro Mutis, quien llegó en compañía
del Nobel colombiano, declaró: "Su principal enseñanza fue
su forma de entender y vivir la amistad de una forma entrañable
y tan suya, mezclada de humor y finura, y al mismo tiempo de una inteligencia
aguda. La ausencia de una persona así no se puede explicar".
Conforme transcurrió el día, más
creadores, amigos y familiares arribaron a despedir al escritor, sobre
cuyo féretro alguien colocó un alcatraz blanco y un pequeño
dinosaurio de peluche, en homenaje a su celebérrimo cuento El
dinosaurio, el más breve de la literatura hispanoamericana ("Cuando
despertó, el dinosaurio todavía estaba allí").
''Estamos todos de luto, no sólo las letras
sino los amigos", dijo Alí Chumacero. "Augusto Monterroso era, además
de un escritor ejemplar, un hombre que sabía extender la mano y
decir amigo mío. Los que lo tratamos tantos años, los que
nos conocíamos cuando todavía éramos jóvenes,
sentimos más clara su desaparición. Con él se va un
gran amigo, una gran persona y un gran escritor".
Su legado literario, prosiguió el poeta nayarita,
"es haber escrito algunas de las páginas más hermosas de
su tiempo. Lo que hizo de la prosa es un ejemplo para aquellos que comienzan
a escribir y es una forma de saber que se puede vivir alegremente, que
se puede ver el mundo ya no con la tristeza tradicional con que los escritores
la han visto, sino con la sonrisa en los labios".
Elena Ponitowska apuntó: "Tito era el hombre
posiblemen-te de mayor ingenio. Era un guatemalteco completamente mexicano.
Soy su amiga desde hace 40 o 50 años. Era un hombre muy querido,
tranquilo, con una especial ecuanimidad, todo lo resolvía con base
en la ironía y el humor. Su muerte es una gran pérdida no
sólo para la literatura sino también para la gente que lo
quería, para sus amigos y su familia''.
En su obra, agregó, "está la ironía,
la brevedad, la inteligencia absoluta, es nuestro príncipe de Asturias,
aunque es para Guatemala, también fue para México. Fue un
maestro extraordinario. Admiré siempre su ingenio, espíritu
y capacidad de preocupación por las causas sociales. Tito tuvo
una actitud totalmente de izquierda y de apoyo a América Latina,
a las mejores causas de América Latina.
"Su
obra no es muy abundante, por eso sus libros son una gran enseñanza.
El mejor homenaje para él es leerlo, enseñarlo, conocerlo,
creo que la única manera de honrar a un escritor es leerlo y divulgar
su obra", concluyó la periodista.
Compatriota, colega, compañero de exilio y amigo
de Augusto Monterroso, Otto Raúl González recordó:
"Salimos de Guatemala a México y aquí nos quedamos e hicimos
lo principal de nuestra obra literaria. Su desaparición es un gran
golpe para una amistad de más de medio siglo. En algún tiempo
formábamos un trío literario con su cuñado, Carlos
Illescas, que también llegó en 1944 a México para
no irse".
Tito y yo, prosiguió, "salimos buscando
refugio político, porque éramos perseguidos en Guatemala,
por ser estudiantes y escritores revoltosos. El manifestaba su inconformidad
desde las páginas de un periódico de estudiantes".
En el aspecto estrictamente literario, el escritor Marco
Antonio Campos enfatizó que la literatura de Monterroso, como la
de Jorge Luis Borges, "le dio una exactitud y belleza insólitas
a nuestra lengua castellana. Al igual que (Juan José) Arreola, su
secreto, sobre todo, era no sólo relatar la historia, sino dejar
debajo de ella otra u otras historias más. Si uno lee las brevedades
de Monterroso y Arreola, encuentra que hay temas, subtemas y microtemas,
a pesar de que el texto no ocupe siquiera una página.
"Siendo un magnífico cuentista, creo que donde
más lucía Monterroso era en el ensayo corto a la manera de
los ingleses. Tito nunca quiso parecerse a sí mismo, cada
uno de sus libros es diferente", expresó Campos.
La novelista María Luisa China Mendoza y
el poeta David Huerta también subrayaron el gran genio literario
del escritor guatemalteco y su enorme capacidad de concisión y manejo
preciso del lenguaje.
"Su enorme lección es la sabiduría de manejar
mesura y elegancia. Amén de una posición política
sobresaliente, fue un hombre que nunca traicionó sus ideales libertarios
ni sus raíces guatemaltecas", agregó Mendoza.
"Tito luchó contra todo, perdió una
patria y la recuperó, en fechas recientes, con honores y grandes
premios. Es muy loable ese logro de un hombre patriota e independentista
que luchó tanto por la libertad de su país, que se exilia
y regresa para ser honrado'', añadió.
Y concluyó: "Su aporte a la lengua es la evaluación
perfecta y el peso exacto de las palabras, de las que abusamos tanto la
mayoría de las personas. El supo decir todo en muy pocas palabras,
en poco tiempo y espacio; nunca distraía, alimentaba. Esa es su
gran lección".
AUGUSTO MONTERROSO, 1921-2003
Su obra, ni escueta ni pequeña ni corta; es
una joya, comentó Alvaro Mutis
La brevedad, gran virtud del fabulista
DE LA REDACCION
La de Augusto Monterroso es una obra cuya virtud más
aclamada no es la profusión sino la suscinta palabra, la breve,
la exacta, libre de artificios, sagaz y certera.
Colegas de Monterroso han destacado tales cualidades en
ocasión de celebraciones y homenajes al autor hoy fallecido, el
mismo que en 2001 cumplió sus ocho décadas. Cuarenta años
antes había publicado su primer libro.
El narrador Alvaro Mutis dijo en ese, el penúltimo
onomástico de Tito: "la brevedad que lo caracteriza es la condición
magnífica de un escritor que dice lo que quiere y sabe qué
decir"
Definió
así la magnitud de su aprecio: "La obra de Monterroso no me parece
ni escueta ni pequeña ni corta, es una joya. El cuento de El
dinosaurio es casi su firma; lo disfruto infinitamente, me parece magnífico.
Llegar a esa concisión es un instante pleno de gracia. Cada uno
de sus cuentos es una obra maestra terminada, rotunda, perfecta".
Carlos Montemayor también comentó ese mérito
de Augusto Monterroso.
"La importancia social de una brevedad profunda como la
suya es inversamente proporcional a la largueza discursiva acostumbrada
por los políticos y politólogos, no solamente de la lengua
española sino del mundo entero."
Arquitecto de la lengua española, el autor y fabulista
''ha hecho evidente que toda palabra en nuestra lengua es un gran coloso,
que toda frase es un dilatado y profundo discurso, que toda breve historia
es un inmenso edificio inmune a ataques islámicos, terroristas o
estadunidenses", agregó Montemayor.
El prosista veracruzano Sergio Pitol tampoco escatimó
su estima literaria durante esa celebración: "Augusto nació
como un clásico. En varios confines del mundo es considerado autor
de culto.
"Una de las grandes aportaciones de Augusto a la literatura
es su originalidad, su seriedad, su severidad, y al mismo tiempo su forma
de llevar todo eso a una escritura traviesa, irónica, por lo cual
mucha gente cree simplemente que es un humorista. Pero no es sólo
eso; es un pensador que trata de una manera oblicua la condición
humana.
''Maestro de la sencillez compleja", fue el enunciado
del escritor español Juan José Millás, autor que inscribió
a Tito en la tradición de la escritura simple, la que abrazó
lo mismo Franz Kafka que Juan Rulfo y Jorge Luis Borges.
Para José María Pérez Gay, Monterroso
es el "creador del género de la fábula". El mundo -explicó--
lo concebía de ese modo, como una fábula, "y por ese solo
hecho la suya es una narración donde se cruzan por igual la ironía,
la cortesía y la brevedad".
AUGUSTO MONTERROSO, 1921-2003
La moderación caracterizó la manufactura
de sus libros
El universo de Tito, en 500 páginas
CESAR GÜEMES
Bondadoso, rubicundo, sonriente, suave al trato y anfitrión
esmerado, Augusto Monterroso descansa ya en la paz de su obra. Con instrumentos
de relojero y paciencia de Job laico consiguió crear un poblado
universo en no más de 500 páginas. Obras completas (y
otros cuentos), Movimiento perpetuo, La palabra mágica, La oveja
negra y demás fábulas y Lo demás es silencio
(La vida y la obra de Eduardo Torres) conforman el canon de su quehacer
literario.
El también escritor y sólido intelectual
Henrique González Casanova lo impulsó, en el sentido literal
del término, para que se reconociera como escritor. Así lo
recordó Monterroso para La Jornada al hablar de su primer
libro, Obras completas (y otros cuentos): "De hecho yo no quería
publicar ese trabajo. Cuando vine a México, luego de mi exilio en
Chile en el 56, fue Henrique González Casanova quien me dio un trabajo
en la imprenta universitaria. Me incorporé a la UNAM desde entonces.
El, luego de un par de años, muy generosamente me ofreció
la posibilidad de editarme un libro de cuentos. Eso me llenó de
angustia, porque lo único que yo había publicado eran trabajos
en revistas de escasa circulación y me sabía tranquilo porque
pensaba que pocas personas pudieron leer esos escritos. Pero un libro ya
era algo distinto. El caso es que pasó el tiempo y como no se llegaba
el momento en que yo entregara el libro, Henrique me dijo: 'O me traes
el volumen o te corro'. No quería que me convirtiera en burócrata.
Me lo dijo muy en serio, aunque tal vez no tuviera la intención
de despedirme. Entonces recogí de varias revistas los 13 cuentos
que contiene el libro que finalmente apareció en el 59. Si no hubiera
sido por González Casanova, creo que me la hubiera pasado haciendo
como que algún día iba a publicar algo".
El volumen, que ha pasado a la historia de la literatura
como ejemplo de prosa fresca, está conformado por las narraciones
''Míster Taylor'', ''Uno de cada tres'', ''Sinfonía concluida'',
''Primera dama'', ''El eclipse'', ''Diógenes también", ''El
dinosaurio'', ''Leopoldo (sus trabajos)'', ''El concierto'', ''El centenario'',
''No quiero engañarlos'', ''Vaca'' y ''Obras completas''.
Hombre de su tiempo
La
concisión, que no síntesis, y la gracia que había
demostrado al escribir su celebérrimo cuento ''El dinosaurio'',
encontró en Movimiento perpetuo ejemplos de la misma altura,
como es el caso de ''Fecundidad'': "Hoy me siento bien, un Balzac; estoy
terminando esta línea".
Los trabajos y los días de Augusto Monterroso,
nacido en Honduras en 1921, criado en Guatemala y mexicano desde hace más
de medio siglo fueron los de un hombre de su tiempo. Así lo expuso
para estas páginas: "Como puedo ponerme a escribir, tal vez lea
o escuche música o quizá salga a la calle a no hacer nada.
O tal vez me dedique a realizar tareas de la existencia doméstica,
como ir por el periódico, realizar pagos en el banco o ir al mercado.
Pareciera que es una molestia hacer fila en un banco o buscar la mejor
mercancía en un mercado, pero yo lo considero algo bueno, porque
me ha mantenido siempre en contacto con la gente de carne y hueso. Es decir,
este tipo de trabajos me gustan porque no me dejan aislarme. No vivo en
una torre de marfil".
La palabra mágica, uno de sus libros más
breves en número de páginas, contiene cuatro historias que
al mismo tiempo se apartan del estilo habitual del prosista y que le permiten
ampliar su registro de voces: Llorar orillas del río Mapocho, La
cena, De lo circunstancial a lo efímero y Las ilusiones perdidas.
Su forma de concebir la manufactura de un libro no era
forzada, por el contrario, los textos se le iban acumulando con gran moderación,
como nos explicó: "Escribo, como siempre. Escribo y guardo, a la
espera de que los libros se formen solos. Cuando tengo material suficiente
para un volumen, entonces lo suelto. Pero nunca tengo la idea de 'voy a
hacer un libro, no pienso en sus características ni en su publicación.
Escribo lo que se me va ocurriendo cada día, cada semana o cuando
sea. Lo guardo, a veces 20 años enteros. Y en el momento en que
creo que ya hay material suficiente para publicar, lo hago. Creo en las
musas y entiendo que representan la inspiración o el impulso para
escribir algo. Las ideas o las ocurrencias que tengo se las atribuyo siempre
a una musa más que a un esfuerzo. Tomo la escritura como un regalo.
Luego de que sintió que el cuento como género
no le permitía cumplir con sus propósitos literarios, se
decidió por la fábula y dio a conocer La oveja negra y
demás fábulas, amplio volumen en el cual incluyó,
quizá premonitorio, el texto titulado ''El paraíso imperfecto'':
"-Es cierto -dijo melancólicamente el hombre, sin quitar la vista
de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-;
en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único
malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve".
Modesto
de verdad y como pocos escritores recatado, su labor dentro de las letras
fue reconocida, entre otros, con distinciones como el Premio de Cuento
Nacional Saker Ti, el Magda Donato, el Xavier Villaurrutia, el Aguila Azteca,
el Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo
y el Nacional de Literatura Miguel Angel Asturias. Aun así, en una
de las última entrevistas concedidas para La Jornada, nos
dijo: "Me siento como cuando empecé. Es decir, nunca he llegado
a saber cómo se escribe un cuento, por ejemplo, ni un ensayo. Incluso
le tengo prevención a ese conocimiento. No quiero saber. Tengo el
prejuicio o la superstición de que si llego a saber cómo
se hacen los cuentos, pasaría de ser un artista a un artesano, y
entonces podría hacer uno cada ocho días. Pero como no sé
cómo se hacen, sigo a merced de lo que vaya cosechando en cada ocasión".
Su tesoro mejor guardado fueron y son sus lectores, nos
dijo también en esa ocasión: "Percibo el cariño de
quienes me leen. A medida que ha ido pasando el tiempo lo he notado, en
primer lugar porque me lo manifiestan espontáneamente. Luego, porque
recibo muchas cartas de gente que no conozco y que me señala su
aprecio. Sé que mis lectores me quieren. Con eso me quedo".
En algún lugar, en el sitio en que reposan los
hombres y las mujeres de bien, un dinosaurio despierta y confirma satisfecho
que su creador, Augusto Monterroso, todavía está allí.