La culpa es de Shakespeare
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"Parece estar claro que la idea del amor romántico, que emerge del proceso llamado enamoramiento, es una invención. Antes de Romeo y Julieta la gente tenía relaciones sexuales por placer, así como ante la comezón te rascas o ante la sed bebes agua. La gente podía satisfacer su deseo. Era más una cuestión de ponerse de acuerdo con alguien. Las alcahuetas, como la célebre Celestina, tenían la divertida tarea de facilitar encuentros. Se requería de cierta discreción pero no existían aún las restricciones de los siglos posteriores. La moral restrictiva acompaña a la expansión del cristianismo. El panorama parece estar cambiando. Escuchando conversaciones o en entrevistas a jóvenes, en general coinciden en que ya no es tan necesario casarse o establecer un compromiso formal para tener relaciones sexuales, pero debe haber amor. En el discurso moderno el amor es requisito (o disculpa válida) para la actividad erótica. Algunos vemos en este requisito una nueva forma de moralismo, de moralina. La idea del amor romántico, simétrico, es bonita, pero tiene complicaciones. "Lo primero que tenemos que señalar es que habitualmente
hay una percepción distinta del término 'amor' en diferentes
personas. La diversidad de significados para el mismo término lleva
a que dos personas, hombres, mujeres o uno y una, pueden asumir que 'sienten
eso' mutuamente, aunque para una suene a sacrificio y devoción,
o bien a pertenencia y posesión o a puro placer erótico,
o compromisos de larga temporalidad. Pocas veces son sentimientos similares:
aunque se declare 'sentir lo mismo', en realidad las expectativas no son
simétricas; lo que cada quien espera de la pareja o de su propia
persona suele ser distinto, si bien a veces hay cierta correspondencia,
inequitativa: una persona se siente dueña y la otra asume ser poseída;
la hizo suya, dicen, y en estos casos la persona acepta prácticas
que le ponen en riesgo cuando 'ama' a la otra (en contraste, en el ámbito
del trabajo sexual las prácticas de sexo sin riesgo son más
frecuentes que con la pareja considerada 'estable', pues a la clientela
sí se le pide condón). El no protegerse al tener relaciones
con la pareja 'principal' es un tema por sí mismo y los elementos
para desarrollarlo son diferentes. Falta investigar con seriedad qué
es lo que lleva a ello, suponemos que el temor a insinuar infidelidades
es un elemento importante, pero no parece suficiente. En esta conversación,
creo, no íbamos a hablar del amor, sino de otro concepto muy diferente:
el enamoramiento.
Conciencias alteradas
"Los estupefacientes, para la gente común, son
sustancias que cambian el estado de ánimo, particularmente las prohibidas,
sea mota, cocaína, heroína o algo así (el alcohol
y muchas drogas de farmacia, al ser legales, no entran en la lista, pero
sus efectos no son muy diferentes). Un estupefaciente puede ser definido
como 'algo que dificulta pensar', digamos que vuelve a la persona estúpida:
reduce la percepción individual de riesgo y conduce a tomar decisiones
inadecuadas, por ello se recomienda no conducir vehículos, ni manejar
maquinaria ni tomar decisiones importantes bajo el efecto de estupefacientes.
Podemos equivocarnos o producir accidentes con lamentables consecuencias.
Se reconoce que el terror, el miedo extremo, la depresión, pueden
llevar a la persona a decidir cosas que no son razonables, el enamoramiento
también. Todas estas condiciones son estupefacientes.
Aceptación incondicional
"En este proceso suele haber una aceptación incondicional de la otra persona: cualquier característica que en otra condición sería molesta o intolerable se vuelve virtud, cualquier propuesta, aunque sea completamente irracional, resulta convincente. Ahí es donde reside el problema de los contagios. Bajo la influencia del enamoramiento vamos a acceder a comportamientos que en otras condiciones no realizaríamos. "He insistido en que el enamoramiento debe incluirse en la lista de estupefacientes, pues una persona enamorada acepta participar en prácticas sexuales de alto riesgo con su 'enamorante', mientras que con una persona de confianza se puede negociar más fácilmente el uso del condón, sobre todo en la primera vez... "No quiero decir que la gente no deba enamorarse, como tampoco quiero decir que no se deba intoxicar, pero creer que puede tomar decisiones trascendentes bajo el efecto de la mota o del alcohol es una franca estupidez. Lo mismo ocurre con el enamoramiento; una cosa es acceder al enorme placer que puede dar el enamorarse de alguien, y otra cosa es, en ese estado, tomar decisiones para toda la vida. Casarnos, vivir juntos, tener relaciones sin condón, son decisiones de un riesgo enorme, por lo que habría que tomarlas en frío." |