Teresa del Conde
Marco: los inconformes
En esta sección apareció el domingo pasado una reseña del corresponsal David Carrizales, que por prurito periodístico y por persecución de una certeza, me permito comentar aquí. En efecto, Juan Soriano, Manuel Felguérez y José Luis Cuevas ''capitanearon" la tercera y muy numerosa exhibición pictórica que bajo la curaduría de Guillermo Sepúlveda y con el título de Los espacios inconformes se inauguró el 31 de enero en el Museo de Arte Contemporáneo (Marco), en Monterrey, con asistencia multitudinaria de público que -en parte- acudió con la intención de ver, oír, oler, tocar y hasta degustar a los tres artistas ''divas" en el buen sentido del término. Lo digo porque excepto uno -el amoroso José Luis, quien asistió acompañado de su simpática y gentil novia Beatriz- ninguno se ha propuesto acceder al estrellato, pero dadas las circunstancias, sin quererlo ni buscarlo, se han convertido en ''divas".
Pero yo diría que -sobre todo Felguérez- paradójicamente está muy cerca de la consigna de Siqueiros, es decir, se considera antes que nada ''trabajador del arte" y lo mismo Soriano, quien afirmó a diestra y siniestra que estas cuestiones de la ''relevancia artística" (como personaje, no como productor de arte) lo tienen sin cuidado, porque lo que le importa es que los trabajos que aborda lo convenzan, en primer término, a sí mismo.
Previamente a la mesa redonda, a la que fui invitada para coordinarla a instancias de la directora del Marco, Nina Zambrano, y de su colaboradora Beatriz de la Torre, tuvo lugar una mesa de prensa en la que también participé. Después de la presentación, por medio de semblanzas breves, de los tres individuos que no necesitaban presentación alguna (pero el ritual lo exige), cada uno tomó la palabra y yo también, con objeto de deslindar el fenómeno ''Ruptura" de lo que ahora conocemos como ''generación de la Ruptura". La segunda denominación es la que -con algunos asegunes- se encuentra muy ilustrada en la actual exposición.
Como el término ''ruptura" siempre ha sido un poco incómodo, pero llegó para quedarse, Felguérez planteó una idea que aquí transcribiré (sin citarlo textualmente) y basándome en lo que entendí. Se trata de un concepto estético-histórico ideado por él y tal es la razón por la que me permito contradecir al periodista Carrizales, quien escribió que Manuel Felguérez ''comentó que la generación a la que (ellos) pertenecen, la de la segunda mitad del siglo XX, formó parte de todo un movimiento, más que de ruptura, de continuidad al nacionalismo..."
En realidad el pintor y escultor zacatecano aseveró todo lo contrario y no dudo que cualquiera de los periodistas de esta sección se encuentre en posibilidad de constatarlo directamente en cualquier momento. Lo dicho por Felguérez es que la verdadera ''Ruptura" es precisamente la del periodo nacionalista de la Escuela Mexicana y lo dijo porque de hecho el muralismo y sus secuelas, que hicieron eclosión después de la fase armada de la Revolución, prolongaron la ideología nacionalista cerrando el país a manifestaciones que tuvieran que ver con los vocabularios internacionales. Así las cosas, la continuidad entre los rupturistas y lo sucedido con anterioridad se da en el ámbito del arte del siglo XX, en un sentido general, excluyendo los movimientos nacionalistas.
Yo había aludido a este hecho al hablar de ''la cortina de nopal" (aquella parodia de José Luis Cuevas que llegó a convertirse en manifiesto a partir de su publicación en abril de 1958), como también aludí a la ruptura que ofrece Juan Soriano a partir de su propia obra, entre 1953 y 1956.
Si se quiere que la actual exposición alcance el mejor entendimiento posible se debe considerar que los ''rupturistas" fueron antinacionalistas y que postularon (como sí recogió el periodista en cuestión) el principio de que el arte es un fenómeno universal, ''a diferencia del ámbito restringido de la corriente nacionalista".
Como puede verse, la primera aseveración se encuentra en oposición a la segunda y es por eso que me permito referirla, porque aunque parezca irrelevante tiene importancia, y mucha, debido a que tergiversa el sentido del discurso de Felguérez, uno de los líderes de la ''Ruptura". Tal pareciera que se hubiera encontrado en contradicción consigo mismo, cosa que nunca sucedió. Independientemente de que su decir (y todos los decires) pueden ser puestos en cuestión, lo que sí no puede ser puesto en cuestión (él es bastante parco al hablar) es la coherencia con la que en todo momento se manifestó.
Yo también incurrí en un error, que fue rápidamente corregido por el propio Felguérez, al decir que uno de los primeros espacios en los que se dejó ver con claridad la escisión entre la corriente nacionalista y lo que hoy conocemos como ''Ruptura" tuvo lugar en la Casa del Lago de la UNAM a finales de la década de los 50. Eso es cierto, pero atribuí la dirección de dicha instancia universitaria a Tomás Segovia, que fue director varios años después. La Casa del Lago, durante ese periodo fue dirigida por un ''triunvirato": el director era Juan Vicente Melo, y los coordinadores-curadores eran nada menos que Juan García Ponce, el primer y principal ideólogo de ''la Ruptura", y Mercedes de Oteyza, que por entonces era su esposa y coordinaba las exposiciones que allí se organizaron durante esa etapa crucial.