Juan Arturo Brennan
Las óperas decapitadas
El pasado fin de semana concluyeron las actividades de la quinta versión del Festival Internacional Música y Escena, ideado, promovido, producido y dirigido por la compositora Ana Lara. En esta ocasión, la función de clausura estuvo sustentada en una propuesta que, desde su título, era ciertamente atractiva: Tres óperas británicas para perder la cabeza. Evidentemente, utilizo aquí la palabra ''atractiva" a despecho y a pesar de los aficionados tradicionales a la ópera tradicional, que todavía se resisten a apearse de sus tradicionales interpretaciones de los tradicionales caballitos de batalla del siglo XIX, que ya es el siglo antepasado, por si no se habían dado cuenta.
La función estuvo conformada por tres brevísimas óperas de cámara: King Harald's saga y The consolations of scholarship, de Judith Weir, y The pillow song, de Paul Barker. Uno de los elementos unificadores más importantes (quizá el más destacado) de estas tres obras de teatro musical es el hecho de que cada una tiene como protagonista única a una mujer. Campañas militares, derrotas y traiciones, engaños y estudios, amores en la corte, poemas, son algunos de los temas principales tratados en estas óperas británicas; y si los menciono en su conjunto se debe a que el individuo responsable de la puesta en escena decidió, asimismo, hacer de las tres óperas una sola continuidad teatral, con todas las ventajas y los riesgos que ello implica. Este individuo es Benjamín Cann, quien a lo largo de los años ha dedicado buena parte de sus labores de dirección (cine, teatro, ópera) a confeccionar propuestas escénicas alejadas de lo convencional, retadoras en su concepción y realización y, en algunos casos, profundamente irritantes. Nueva aclaración: dada la tendencia a lo común y corriente en nuestros medios escénicos, utilizo aquí el término ''irritante" en su más noble acepción.
El caso es que Cann ha seguido aquí una línea de conducta que implica conservar a lo largo de las tres óperas los mismos elementos escénicos, visuales y narrativos. Y aunque en algunas ocasiones la ilustración descriptiva de los temas (reales o imaginados) de las óperas es un tanto literal, hay también un buen número de hallazgos que contribuyen a que el respetable, en efecto, pierda la cabeza.
Una visión general de esta triple, pero unificada función de ópera de cámara, permite afirmar que, desde el punto de vista de la buena fusión de música y escena, la obra de Paul Barker (The pillow song) que cerró el programa es la más lograda. No sólo presenta el texto más atractivo y coherente de las tres obras, sino que su componente musical es también la mejor planteada y resuelta. Una voz solista, un cuarteto de voces femeninas como microcoro y un discreto complemento de percusiones refinadamente manejadas por Ricardo Gallardo son suficientes para crear los ambientes sonoros y los cimientos dramáticos necesarios para una interesante exploración del Pillow book de la cortesana japonesa Sei Shonagan.
Y fue precisamente la protagonista de la ópera de Barker, la soprano Lourdes Ambriz, quien mejor asumió y realizó sus labores de solista, tanto en lo musical como en lo escénico. Por su parte, la soprano Silvia Rizo sacó a relucir un buen sentido del timing para lograr algunos momentos teatrales plenamente surrealistas (brechtianos en su origen) en King Harald's saga, obra que tiene como principal reto el hecho de que está concebida íntegramente para una voz a capella. Por su parte, en The consolations of scholarship la compositora Judith Weir utiliza una voz de mezzosoprano, en este caso Carla López Speziale, como vehículo para una amplia gama de modos de emisión vocal (quasi parlando, Sprechgesang, etcétera) que le añaden una buena dimensión expresiva a la obra.
En suma, un triplete operístico muy interesante, que da mucho qué pensar y discutir. No puedo dejar de mencionar el saludable hecho de que para la función del domingo, la Sala Covarrubias se llenó completamente, lo que demuestra que sí existe interés por asuntos diversos que los sofocones de Mimí y las desventuras de Violetta. Quizá hoy se hace ópera contemporánea de cámara por necesidad; en una de ésas, nos encontraremos haciéndola por vocación. Eso sí que sería como para perder la cabeza.