Carlos Marichal
Las trasnacionales y la crisis del café
Desde hace casi 20 años los precios del café han venido bajando, lo que ha colocado a 25 millones de familias de agricultores en América Latina, Africa y Asia en la pobreza más absoluta. Actualmente, el precio del café que se paga al agricultor no alcanza ni siquiera a cubrir el costo de producción. Podría suponerse que los campesinos del Tercer Mundo están subsidiando a los consumidores del café en Nueva York, Londres o París, pero además hay quienes se benefician con la desgracia de los campesinos cafeticultores.
Entre quienes salen ganando están cuatro enormes empresas trasnacionales que compran más de 50 por ciento del total de la producción mundial del café. Nos referimos concretamente a Nestlé, Kraft Foods, Procter & Gamble y Sara Lee. En primer término, estas empresas se han aprovechado del colapso del cártel de productores que durante decenios permitió cierto grado de estabilidad en los precios del café. Las trasnacionales pagan cada vez menos a los campesinos al mismo tiempo que mantienen los altos precios que cobran a los consumidores. La diferencia es pura ganancia y, nada extrañamente, las compañías mencionadas han aumentado su plusvalía de manera notoria en el decenio de los 90.
Las firmas trasnacionales también han aprovechado nueva tecnología que permite utilizar en sus mezclas mayor cantidad del café de inferior calidad, conocido como robusta, reduciendo la demanda por el mejor café, denominado arábica. Los mayores productores de robusta son Brasil y Vietnam, los cuales se beneficiaron durante algunos años del aumento de sus ventas, aunque en tiempos recientes también están sufriendo las consecuencias del colapso de los precios del café.
En 1999 la caída de precios en los mercados internacionales se acentuó, bajando en diciembre pasado a 42 centavos por libra de café, šel nivel más bajo desde hace un siglo! Mientras tanto, una empresa como Kraft Foods anunció beneficios en 2002 por más de mil millones de dólares. Dicha compañía es dueña de General Foods, que vende la marca de café Maxwell House en Estados Unidos, y también es propietaria de la multinacional alemana Jacobs Suchard, que domina el mercado cafetero en muchos países europeos. El tamaño de estas trasnacionales es realmente colosal. Sara Lee, por ejemplo, tiene 155 mil empleados en todo el mundo que trabajan en fábricas y procesadoras en 55 países. Nestlé, por su parte, tiene más de 230 mil empleados y fábricas en más de 100 naciones, incluyendo México. El año pasado, Nestlé, la compañía favorita en materia de inversiones del Vaticano, tuvo ganancias por más de 5 mil millones de dólares. Una proporción importante de los beneficios consistía de los resultantes de pagarles mal a los campesinos más pobres del mundo.
Entre los más perjudicados por la crisis están los campesinos guatemaltecos, hondureños y costarricenses, en tanto producen un café de superior calidad, pero más costoso que el brasileño. De hecho, se calcula que en años recientes, 600 mil campesinos centroamericanos han perdido su trabajo. El impacto ha sido igualmente severo en México, en especial en Chiapas y Oaxaca. La organización no gubernamental Oxfam ha lanzado una campaña internacional para que se conozca la dimensión enorme y trágica del problema. Aboga por mayor equidad en la distribución de beneficios. Pero hasta ahora las grandes empresas comercializadoras se oponen a un aumento del precio a pagar al pequeño productor.
En consonancia con las compañías transnacionales, en México las administraciones de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox han prestado oídos sordos a los reclamos de millones de campesinos. Las marchas de protesta son el resultado de la injusticia perpetrada por políticas neoliberales que acentúan la pobreza día por día. El desmantelamiento del Imecafé en los años 90 fue un claro ejemplo de la intención de dejar a los campesinos desamparados. La reducción del crédito por parte de bancos oficiales y privados es otra expresión aún más cruda de una política destinada a generar mayor pobreza en el campo mexicano.
Como demuestra el caso del café, un mejor futuro para el campo y para los millones de campesinos mexicanos no está asegurado por el libre comercio, como opina el Poder Ejecutivo. Sin mecanismos para acumular fondos de garantía para los campesinos en problemas y sin programas de apoyo cooperativo, técnico y financiero, no hay progreso posible para la agricultura. Así lo han entendido los gobiernos de los países europeos y Estados Unidos, que apoyan con abundantes subsidios a sus agricultores. En nuestro país, en cambio, desde hace más de un decenio las trasnacionales y el gobierno están unidos contra el México profundo. El error político es mayúsculo y sus graves consecuencias apenas comienzan a vislumbrarse.