De Suzanne Lebeau, la obra es protagonizada por Arcelia Ramírez y Alejandro Calva
El ogrito invita a reconocer la violencia y a tratar de domesticar los instintos
ARTURO CRUZ BARCENAS
Todos llevamos un ogro dentro de nuestro ser; a veces está oculto, otras se esconde, pero tarde o temprano lo descubrimos y no nos gusta reflejarnos en ese espejo. Solemos llamar ogros a los papás, porque no nos dejan hacer lo que queremos. ƑCómo dejar de ser tal ser, que cae mal a todos, por su carácter gruñón? Domesticándolo, controlándolo, conociéndolo.
Esa es una de las muchas enseñanzas de El ogrito, de Suzanne Lebeau, que comenzó temporada el pasado sábado en el teatro Orientación del Centro Cultural el Bosque, atrás del Auditorio Nacional. Ayer, el foro lució casi lleno, sobre todo de mamás que llevaron a sus hijos. Muchos chipotes rieron al oír algunos de los parlamentos, ante el asombro de sus progenitores, quienes se miraban las caras como diciendo: "ƑY éste, por qué se ríe?" Así son los pequeños; su frecuencia es diferente a la de los adultos.
Actúan Arcelia Ramírez, quien la hace de madre del ogrito, que es representando por Alejandro Calva, uno de los histriones que más trabajan en la actualidad, pues está por lo menos en el reparto de tres piezas teatrales. La escenografía es austera, pero efectiva, bajo la responsabilidad de Martín Acosta, quien también dirige.
De un ogro surge otro. Si un papá es gruñón, el hijo de seguro saldrá gruñón pero no para siempre. La obra alecciona: se puede dejar de ser gruñón, si se tiene la voluntad necesaria. Claro, con una pequeña ayuda de los amigos.
Niños y adultos aplauden al final de la función. Cada quien se lleva su mensaje. Sobre esto, entrevistado al término de la obra, en su camerino, mientras se quita el maquillaje, Alejandro Calva habló de su personaje: el ogrito, envuelto en una historia de bosques, oscuridad, sangre, debilidades... y amor maternal.
"Sí, chambeo mucho. No hay de otra; hay que hacerle al multichambas. Estoy contento con El ogrito; tiene poesía, es bellísimo, con profundidad. Estamos ante un texto que se volverá un clásico infantil.
"Tiene distintas lecturas: desde una primaria, en la que el ogro es un niño que se come a los otros, el grado de violencia que aquí es mucho más light que el de Pokémon, y hasta lo que entienden los padres, que es también muy fuerte."
En la obra se trata el tema de las tentaciones, las cuales "más que vencerse se domestican. La voluntad domestica el impulso de un instinto. Inhibir un deseo humano es difícil; sólo se domestica, para poder vivir. Es una lección de amor. Los hombres hemos aprendido a vivir en la sociedad domesticando nuestros impulsos. No hay una cultura de domesticación de impulsos, sino de censura. Debe quedar claro que el ogro es como el antecesor del coco. Todos los cuentos de los hermanos Grimm, antes de pasar por la censura de Waly Disney, tienen un ogro".
Para Arcelia Ramírez, "este texto es para los niños, pero también para los adultos, por la cantidad de interpretaciones que puede tener. Es como una alcachofa a la que le quitas una capa, y luego la otra, y así. Conforme vas reflexionando sobre ella más contenido humano le hallas. Para los niños es una obra que entienden muy bien. Les habla de los vínculos primarios, que son con los padres. Se les habla de la libertad, de la identidad, de la necesidad de reconocerse y saber quiénes somos. Esta obra es una guía para el amor, para saber convivir con los demás.
"No trata de negar la ogritud y los instintos. Invita a reconocer la violencia y a tratar de domesticar los instintos. También refiere la violencia que podemos ejercer los padres. Mi personaje es una ogrita aplastante, llena de miedos, violenta. Muchas veces las decisiones de los padres son equivocadas, pero dicho líricamente, con profundidad, con poesía."
Otro punto importante es que la obra señala que podemos ser capaces de superar la herencia de los padres. "No tenemos que ser igual a ellos, sino ser nosotros mismos, separarnos, diferenciarnos. Podemos fundar nuestro propio carácter".
Funciones: sábados y domingos, 13 horas, Teatro Orientación, detrás del Auditorio Nacional.