Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 23 de enero de 2003
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Política

Sergio Zermeño

Inhumanos

Desde el ángulo de la macroeconomía, la globalización y las ventajas comparativas, doblar los apoyos al campo, pasándolos de 4 mil a 8 mil millones de dólares (algo cercano al uno por ciento del PIB), para lograr así una mínima competitividad y mejorar el bienestar social en algunas áreas agropecuarias, es una tontería, un desperdicio de recursos.

"Cuántas veces más habremos de escuchar lamentaciones", reclamó el secretario de Agricultura a las organizaciones campesinas el pasado 6 de enero y, una semana más tarde, el flamante secretario de Economía explicó a los mismos interlocutores que "los campesinos tendrían que reconvertirse en trabajadores de industria o en verdaderos empresarios, particularmente los productores pobres de maíz y de frijol". Lo que dejaron en claro estos personajes, hablando en nombre del régimen, fue que en la perspectiva de la economía abierta no vale la pena esforzarse por mejorar productos que se pueden importar a bajos precios aprovechando los altísimos subsidios que reciben en sus países de origen. Más vale que los 3 millones de productores de granos básicos, el medio millón de cafetaleros, los 800 mil criadores de distintos animales, los 150 mil cañeros y en general los 25 millones de mexicanos ligados al campo demuestren su competitividad o tiren la toalla y la yunta y emigren (o, en fin, que se refugien en el autoconsumo y en el localismo).

En esta lógica perversa aparecen como positivos los escenarios más descarnados: aumentarán rápidamente los 4 millones de jornaleros con salarios cada vez más deprimidos, recorriendo los cultivos de agroexportación del norte y del occidente del país, mejorando así la competitividad de aquellos productos primarios capaces de sobrevivir en el mercado abierto. Pero más importante que todo esto es que muy probablemente seremos capaces de doblar, en operación hormiga, el número de nuestros compatriotas trabajando del otro lado, que así llegarían a 10 o 12 millones. Esto sería el verdadero negocio para la macroeconomía, porque si ya de por sí mandan entre 10 y 12 mil millones de dólares anuales, Ƒpodríamos imaginar el doble de esos recursos perfectamente distribuidos en pueblos de viejos y niños y en el medio popular de nuestras grandes ciudades?

Igualmente se aliviaría el presupuesto público y se aligerarían nuestros impuestos manteniendo bajísimos -o de plano desapareciendo- los subsidios al agro (por lo demás, este goteo ya lo refuerza una parte de los 15 mil millones de dólares que, según cálculos gruesos, forman parte de los circuitos del narcotráfico). Más o menos 20 mil millones de dólares es el doble de lo que exportamos cada año por el petróleo, que equivale aproximadamente a todos los salarios pagados en la industria maquiladora, que ocupa a uno de cada tres mexicanos en la manufactura.

Algún fundamento deben tener estos cálculos desde el momento en que el Departamento de Agricultura de Estados Unidos estima que sólo por la eliminación de las barreras arancelarias en este año se incrementará en 8 millones el número de pobres en México. Detrás de las apariencias diplomáticas y acuerdos migratorios, otro elemento complementa el cinismo: que se hagan bolas en la frontera; son los costos de la economía global.

La anterior es la inhumana y cortoplacista visión de muchos de los economistas que dirigen nuestro país y de muchos de los encargados de la política, particularmente de Usabiaga, Derbez, Canales. Es una visión empresarial, no cabe duda.

Cuánta distancia hay entre esa estrategia y la que nos comunicaba hace una semana el primer ministro de Irlanda: "Durante los 80 la emigración hacia Gran Bretaña y Estados Unidos se estaba llevando a todos nuestros jóvenes... Trece años más tarde hemos revertido la tendencia... Los países con alta emigración pierden el pulso vital de su sociedad y corren el riesgo de paralizarse" (Reforma, 17/1/03).

ƑSerá muy tarde para intentar mantenernos como nación? ƑPara intentar mejorar la calidad de vida de nuestros compatriotas? ƑPara recrear, con impuestos, incremento y redistribución de la riqueza -Ƒde qué otra manera?- espacios locales y regionales que den empleo y sentido a la vida de la gente, que retengan en algo esa movilidad, ese desorden enloquecido en que hemos entrado todos aquí, abono para las rupturas, el sufrimiento, la infelicidad y la violencia?

Si esto último aún tiene sentido, entonces la estrategia inhumana de nuestros macroeconomistas y de nuestros políticos-empresarios no sirve para nada.

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