REPORTAJE /TRATADO DE LIBRE COMERCIO DE AMERICA DEL NORTE
Salinas permitió que EU impusiera todas las condiciones
Ningún sector estaba listo, pero la apertura se aceleró
El 29 de noviembre de 1993 Carlos Salinas propuso al Congreso mexicano "ajustar" 27 artículos de nueve leyes nacionales para "adecuarlas" al contenido del acuerdo comercial
PATRICIA MUÑOZ Y ROSA ELVIRA VARGAS /II Y ULTIMAX
En una confesión a destiempo, Carlos Salinas de Gortari revela en sus memorias, México, un paso difícil a la modernidad, que su gobierno tuvo que realizar esfuerzos desesperados y hacer concesiones de última hora, sobre todo ante Estados Unidos, para incidir en una votación legislativa favorable al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y admite que frente a los sondeos que ubicaban como mayoría a los congresistas que votarían contra el acuerdo, el gobierno mexicano debió ceder en renglones como los cítricos y el azúcar.
Pero aunque Salinas no lo dice, su gobierno también debió aceptar un paquete de modificaciones en materia de transporte y la concreción de acuerdos paralelos. Todo, en fechas posteriores a la conclusión y el cierre de la negociación, siempre con el objetivo de que los congresistas estadunidenses no vetaran el documento.
"Thomas McLarty hizo saber a (Jaime) Serra que el azúcar y los cítricos eran fundamentales para (Michael) Kantor (secretario de Comercio de Estados Unidos). Ceder equivaldría a aceptar condiciones menos favorables para dos importantes productos mexicanos que habían obtenido beneficios en la negociación. Pero negarnos era perder la votación y, en consecuencia, todo lo alcanzado alrededor del TLC. Desde la perspectiva de alcanzar los votos necesarios para aprobar el tratado no había duda de que era conveniente atender esa petición de última hora, proveniente de niveles tan altos del gobierno norteamericano", escribe Salinas de Gortari en sus memorias. Y en efecto, el ex presidente y su gabinete terminaron aceptando.
Cambios legales internos
Pero el gobierno salinista hizo más. Introdujo un paquete de adecuaciones a la legislación interna para poder aplicar el TLCAN. De este modo, México se convirtió, en materia legal, en un país completamente distinto antes y después del acuerdo comercial, debido a los cambios que se tuvieron que realizar en leyes y reglamentos, a la emisión de acuerdos y decretos, así como por la modificación de programas.
El 29 de noviembre de 1993 Salinas propuso al Congreso mexicano "ajustar" 27 artículos de nueve leyes nacionales -de Comercio Exterior, Aduanera, Orgánica del Tribunal Fiscal de la Federación, de Profesiones, de Expropiación, Federal de Derechos de Autor, del Servicio Público de Energía Eléctrica y Orgánica de Petróleos Mexicanos-, así como el Código Fiscal de la Federación, para "adecuarlas" al contenido del TLCAN.
También impuso modificaciones legales en materias de transporte y devolución de impuestos, así como desregulaciones en los sectores automotriz y de inversiones extranjeras, además de reformar la administración de aduanas, entre otros cambios.
En la legislación relativa al Comercio Exterior se cambiaron cuatro artículos con el objetivo de permitir el funcionamiento de los mecanismos de solución de controversias en materia de prácticas desleales.
Los cambios en la Ley Aduanera fueron para facilitar la aplicación de las reglas del acuerdo en materia de acceso a mercados, reglas de origen y procedimientos de ingreso y egreso de mercancías; los hechos al Código Fiscal de la Federación, para que auditores extranjeros se pudieran registrar ante Hacienda y determinar estados financieros, así como para evitar que el juicio de nulidad fuera procedente en los casos de cuotas compensatorias.
Todas las modificaciones se enviaron en forma de iniciativas del Ejecutivo un mes antes de la entrada en vigor del tratado, para evitar que cualquier situación legal afectara el paso definitivo al "primer mundo".
De acuerdo con la crónica parlamentaria del 23 de noviembre de 1993, Carlos Salinas propuso también la modificación del artículo 15 de la Ley Orgánica del Tribunal Fiscal de la Federación; planteó un cambio a la ley reglamentaria del artículo quinto constitucional relativo al ejercicio de las profesiones en el Distrito Federal, con el objetivo de "permitir el ejercicio profesional a extranjeros en el país".
Aún se desconoce si Estados Unidos y Canadá hicieron lo mismo para permitir la entrada de mexicanos profesionistas en sus territorios.
En el paquete de iniciativas enviadas por Salinas se incluyeron reformas a la Ley de Expropiación para "otorgarle seguridad jurídica a los particulares en procedimientos expropiatorios". Incluso planteó un cambio a la Ley Orgánica de Pemex para que "tratándose de actos jurídicos de carácter internacional, Petróleos Mexicanos y sus subsidiarias puedan convenir la aplicación del derecho extranjero, someterse a la jurisdicción de tribunales extranjeros y celebrar acuerdos arbitrales, cuando así convenga".
Propuso una nueva Ley de Adquisiciones y Obras Públicas para que en las adjudicaciones participaran proveedores y contratistas tanto nacionales como extranjeros. Un balance de qué tantas obras públicas han ganado mexicanos en Estados Unidos y Canadá y viceversa podría dar luz sobre los resultados positivos de esta parte de los acuerdos.
También se eliminó el decreto entonces vigente para desarrollar al sector automotor, con el objetivo de "quitar las restricciones a la importación de los vehículos". Se abrogó el decreto para el fomento y la modernización de la industria manufacturera de vehículos de transporte.
También se modificó la Ley de Inversiones Extranjeras para permitir la inversión directa de Canadá y Estados Unidos en instalaciones portuarias y prestación de servicios en puertos. Se realizaron cambios tendientes a dar mayor certidumbre jurídica a los empresarios internacionales y se fijaron procedimientos más simples y expeditos para el ingreso de capitales.
El acuerdo no sólo se cumplió: se adelantó
También en noviembre de 1993 la Secretaría de Comercio (hoy de Economía), bajo la dirección de Jaime Serra Puche, entusiasta convencido de la apertura comercial, lanzó un compromiso público para reforzar a los sectores "sensibles" al tratado.
Un estudio de la dependencia identificó en ese año que ramas como la textil y de la confección, del cuero y calzado, farmacéutica, del juguete, de la electrónica, del vidrio, del aluminio, de los plásticos y el hule, de bienes de capital, de manufacturas eléctricas, de industria electrónica y la cadena forestal eran las más susceptibles de ser "avasalladas" por la competencia de los productores estadunidenses y canadienses.
Se ofreció en esas fechas otorgar "apoyos conjuntos" de Secofi, Nacional Financiera, Bancomext y Conacyt para "apuntalar" esos sectores.
No obstante, meses más tarde el gobierno federal cambió. Los personajes encargados de cumplir esos ofrecimientos se fueron y las promesas se olvidaron. De hecho, nunca preocupó a las autoridades que se acelerara la apertura, incluso contra lo pactado en el TLCAN, en rubros que desde un principio se admitió que serían incapaces de enfrentar la nueva competencia.
Hoy la industria nacional es amenazada por la competencia, pero no sólo la de los productores estadunidenses, sino por la de quienes han usado el mercado de Estados Unidos y de Canadá como "trampolín" para inundar México con importaciones de baja calidad, a precios dumping, según deja constancia un estudio elaborado por la Canacintra.
A 10 años de distancia Salinas ha intentado explicar lo que faltó al negociar el TLCAN. Pero lo que no dice es que su gobierno incluso cumplió más de los compromisos adquiridos y adelantó los tiempos, para lo que ningún sector estaba preparado.
Desde los cinco primeros meses de aplicación del tratado, Serra anunció la aceleración de la apertura. En efecto, en mayo de 1994 el poderoso secretario de Comercio habló de una lista de 150 fracciones arancelarias que serían estudiadas para abrirlas mucho tiempo antes de lo que se había convenido, aunque aseguró que se haría "siempre y cuando los industriales y productores mexicanos lo aceptaran".
En esa lista se encontraban productos de la rama agroindustrial, como el queso, y de la agropecuaria, como papas, legumbres, frijol, mangos, cítricos, brócoli y tomates; asimismo, productos químicos, vino, medicamentos, papel, textiles (que se había considerado sector sensible), etcétera.
Pero no se conformaron con eso. En 1997, uno de los mejores discípulos de Serra Puche, Herminio Blanco Mendoza, desde la titularidad de la Secofi, impulsó una segunda ronda de aceleración de apertura del TLCAN, la cual incluyó en esa ocasión 2 mil 184 fracciones arancelarias que involucraban 4 mil 250 millones de dólares en importaciones definitivas anuales de productos de Estados Unidos, y 247 millones de dólares de Canadá.
La firma de un cuento de hadas
El 17 de diciembre de 1992 -luego de la firma simultánea del acuerdo en los tres países- Salinas aseguró que los derechos laborales de todos los trabajadores mexicanos alcanzarían con el paso del tiempo "niveles internacionales tanto en productividad como en ingresos". El cuento de hadas escribía su mejor página.
En un acto en el salón López Mateos, frente a la imagen de Venustiano Carranza, Salinas aseguró también que el TLC nació de "una esperanza compartida de tres naciones soberanas para conformar una región donde prevalezca un intercambio comercial libre, ordenado y justo" y se puedan complementar las necesidades productivas de esos países para competir exitosamente frente a otras zonas y otras economías. En síntesis, crear un espacio de oportunidad para los tres pueblos.
Los cientos de convocados a atestiguar el acto aplaudieron largamente. Era la apoteosis de un cuento, de un presidente, de un tratado, que no tuvieron final feliz.