Ojarasca 69  enero de 2003


 

¿Qué es lo que va a la deriva? ¿La nación mexicana, o sólo quienes como que la gobiernan? La historia reciente lo registra muy bien: México no es una mera franquicia. Los administradores del cambio, de la presunta transición democrática y el Estado en general, no parecen percatarse de que los indígenas continúan diciendo ya basta ("nunca más un México sin nosotros"); que, con o sin las organizaciones tradicionales, el campo no aguanta más; que cada día los reclamos son en voz más alta.

    La impunidad no se ha ido, qué va: los asesinos de cientos de mujeres trabajadoras en Ciudad Juárez y los de cientos de indígenas en Chiapas, Oaxaca y Guerrero se dan la mano, compadres del mismo negocio que mueve drogas e influencias, pornografía, nota social y nota roja, vende soberanía o defrauda. El agiotismo de los banqueros es la cereza en el pastel de la impunidad.

    Con un renovado control de los medios de comunicación (control económico o por la fuerza), que hace reverdecer lo peor del absolutismo priísta, el gobierno de Fox descubre lentamente que no basta ignorar o deformar la verdad para evitar que exista. El PRI-gobierno lo comprendió demasiado tarde: la verdad siempre existe, y aunque a veces tarde, siempre se sabe. Hoy, hoy, se han vuelto a estrechar la libertad de expresión, y los grandes medios de comunicación, más que obedientes, se han vuelto cómplices. Socios.

    Por el otro lado, el imperialismo estadunidense ya no nos dejará en paz. Como el resto del mundo, hay que hacerse a la idea. Si nuestras formas de resistencia no se renuevan, el imperio podría al fin lograr lo que nunca: adueñarse de los mexicanos y la tierra que pisan.

    ¡Qué alboroto de los tambores de guerra! A salvar de Irak (todos esos niños) a la humanidad. A tender cortinas con humo real y polvareda virtual. A mitificar eslogans y fetiches contra los pueblos verdaderos, desechables por pobres o por "peligrosos". A borrar los mapas de las mentes para que nadie eche de menos los que los centuriones del imperio consigan borrar del mapa.

     La noción de pertenencia, de unidad lingüística, histórica y cultural, una expresión aún no pervertida de nacionalismo, es el capital más precioso de los mexicanos. De los pueblos indios y las clases medias urbanas, los campesinos de Mesoamérica y Aridoamérica, los obreros, maquiladores, científicos y/o intelectuales (no todos, pero los suficientes).

    A golpe de big brother y consumismo desatado nos quieren quitar de eso y ponernos planos, obedientemente pavlovianos, y cumplir el temor que ya abrigaba Rubén Darío, el primer poeta verdaderamente latinoamericano: "¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?/¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?".

    No se trata de prejuicios contra la cultura anglosajona, tan válida y apreciable como cualquier otra, sino de algo más esencial: el apego a una identidad y un territorio que para los mexicanos valen lo que nada en el mundo. Más ahora que han aprendido que la esencia de su unidad está en la pluralidad.

    La actual hegemonía empresarial, que medio sustituyó a la burocracia protosoviética del PRI, tiene pies de barro y capitales offshore. En un susto que se lleven, podrían soltar las jaurías de la represión. A la voz del amo, creen que lo que hagan en su nombre o con su beneplácito marionetista les será reconocido como "servicio" a la "democracia occidental". También pueden correr, como en Argentina, y dejar que se joda el barco. La impunidad siempre será su premio.

    Estos barones, con sus tiendas de descuento y sus sucursales del capital financiero imperial, no han entendido la única variable que importa: la gente (indios, mestizos y herederos de las inmigraciones modernas). Sobre ellos no pasará ningún gerente, por mucho rollo o tiro que les mande echar. Queda esperar que a estos gerentes no les tome demasiada sangre (que una vez que se derrama, siempre es demasiada) aceptar que no van solos y el barco no les pertenece. Que sin los mexicanos (cuantos quepan en el amplio gentilicio) no irán a ninguna parte.
 
 

umbral

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