Fue el mejor mánager de México,
dijo Julio César Chávez
Ultimo adiós a Cristóbal Rosas
El preparador de Sal Sánchez fue sepultado
en el panteón San Francisco
ROSALIA A. VILLANUEVA
Un abatido Julio César Chávez despidió
con la frase "fue el mejor'' a su ex mánager Cristóbal Rosas,
sepultado ayer en el panteón San Francisco, al sur de la capital,
donde familiares y amigos de la nueva y vieja guardia del boxeo mexicano
dieron el último adiós "al hombre que hasta a la muerte le
sonrió'', expresó su viuda Guadalupe Huerta, recordando la
permanente sonrisa que tenía su compañero para todos.
Lejos
de aquellos años de gloria en los que provocaba tumultos por donde
pasaba, el llamado César del Boxeo arribó al panteón
a las 13:20 horas, acompañado de cuatro hombres. Pálido y
con lentes negros, el ex campeón mundial se veía delgado
bajo el elegante saco de gamuza negra con cuello mao y pantalón
blanco, que hacía contraste con sus botas oscuras y las iniciales
JC.
Chávez abrazó a la señora Huerta
y a los cuatro hijos de don Cristóbal. Vio por última vez
el rostro de quien lo llevó al triunfo. Se persignó y cargó
el féretro, que fue depositado en la capilla de losa y cristal.
"No tengo palabras para expresarme, ustedes saben cómo
se siente la señora de don Cristóbal, su familia, y la verdad
me siento muy deprimido'', dijo Chávez, quien señaló
que recordará al mánager de 79 años de edad "siempre
con buena alegría''.
-¿Qué legado te dejó?
-Muchas cosas bonitas.
-¿Alguna anécdota?
-La satisfacción más grande y personal que
él me contó fue cuando Salvador Sánchez le ganó
a Wilfredo Gómez, y que yo le gané al Macho Camacho
y a Edwin Chapo Rosario.
-¿Se fue uno de los mejores mánagers de
México?
-El mejor.
Con perceptible aliento etílico, quizá para
mitigar el dolor sentido cuando llegó la madrugada del sábado
procedente de Culiacán para dirigirse a la casa de su entrenador,
en la Agrícola Oriental, el sonorense, fuera del panteón,
sonriente comenzó hacer movimientos con las manos, como si estuviera
dándole el último adiós al hombre que lo dirigió
durante sus últimas batallas en el encordado.
A don Cristóbal le sobreviven su viuda, Guadalupe
Huerta, y sus hijos Ernestina, Angel, María Luisa y María
de los Angeles.