Molly Ivins
Los recortes de Bush, injustos y absurdos
Austin, Texas. Un aspecto interesante del Gravemente Estúpido Recorte de Impuestos cuyo desarrollo observamos en Washington es que simultáneamente presenciamos los efectos de Gravemente Estúpidos Recortes de Impuestos en el ámbito estatal. Los gobiernos estatales buscan por todos lados dónde hacer oprobiosas reducciones de gastos: si es mejor soltar a peligrosos delincuentes o dedicar menos dinero a las escuelas, a la salud de los niños o a los asilos de ancianos.
Desde el punto de vista político, es sumamente difícil oponerse a los recortes de impuestos porque las dificultades no aparecen hasta la próxima elección, pero esta vez tenemos los resultados frente a nuestras narices en el momento mismo en que Bush propone repetir el numerito a nivel federal.
Y vaya recorte el que propone. Según la organización Ciudadanos por la Justicia Impositiva, el uno por ciento más rico de los contribuyentes, que ganan más de 356 mil dólares al año, obtendrán casi 50 por ciento del beneficio de eliminar el impuesto a los dividendos y 45 por ciento del dinero resultante de acelerar las reducciones impositivas. En cambio, el 80 por ciento de los hogares, donde el ingreso es de menos de 73 mil dólares al año, obtendrán menos de 10 por ciento de los nuevos recortes fiscales.
Los secuaces de Bush han tenido diversas formas de justificar semejante monstruosidad, ninguna de las cuales resiste el escrutinio. El primer argumento es que los ricos pagan más impuestos. Y sí, claro: tienen más dinero. El uno por ciento más rico recibe 18 por ciento de todos los ingresos antes de impuestos y paga 36 por ciento del total del impuesto sobre la renta. Pero uno de los muchos trucos de escaso ingenio que vemos hacer a los de la escuela de Expriman a los Pobres es no referirse al resto de la carga impositiva. La mayoría de nosotros pagamos en realidad más impuestos por nómina que sobre la renta, pero aquéllos se detienen en la marca de 87 mil dólares, es decir, si uno gana más que esa cantidad ya no paga impuestos sobre el resto. Y, por supuesto, el impuesto sobre ventas es claramente regresivo: pobres y ricos pagan lo mismo al comprar un refrigerador, pero el gravamen representa una parte mucho mayor del ingreso de la familia pobre.
Pese a todos los gritos y sombrerazos, el impuesto progresivo sobre la renta es la forma más justa de aplicación impositiva jamás inventada (salvo que contemos el impuesto a la riqueza que emplea la mayoría de las naciones europeas). Cuando Dwight Eisenhower dejó el cargo, la tasa impositiva marginal más alta era de 95 por ciento y a nadie se le ocurría pensar por ello que Ike fuera comunista. Actualmente ha descendido a 38.6 por ciento y está a punto de bajar a 35. Durante 70 años, el impuesto sobre la renta ha logrado que por lo menos en parte la miscelánea fiscal sea progresiva en vez de regresiva. No sólo es injusto cambiar ese estado de cosas: es estúpido.
Bush alega ahora que necesitamos recortar impuestos porque la economía está en recesión (al principio recomendaba el recorte porque estaba muy bien). Es cierto que un presupuesto equilibrado no es la máxima prueba de buen gobierno -esa es una de esas panaceas en las que a veces caemos-, y trabajar con déficit a escala federal no es el fin del mundo ni necesariamente una mala política. Las reducciones de impuestos pueden estimular la economía. Veamos el largo círculo de pensamiento con el que se justifica recortar impuestos a los ricos: si los ricos tienen dinero lo invertirán, y la inversión permitirá que las empresas se expandan y contraten más trabajadores, con lo cual se acabará la recesión. Pero si se recortan impuestos a las clases trabajadoras, saldrán a gastar el dinero porque el niño necesita zapatos. Y listo: crece la demanda, las fábricas vuelven a trabajar y la recesión termina.
No hay garantía de que los ricos harán algo económicamente productivo si disponen de más dinero. Su principal estrategia parece ser enviarlo a bancos del exterior para no tener que pagar más impuestos. Como declaró Leona Helmsley en aquella frase célebre, los impuestos son para la "gente pequeña". El sucio secretito de los impuestos en este país es que en estos tiempos los ricos y las corporaciones no los pagan: tienen todo un sistema de paraísos fiscales y empresas subsidiarias fantasmas en el extranjero. No necesitamos elevar impuestos en este país: necesitamos cobrarlos.
El meollo de los recortes fiscales de Bush consiste en eliminar de inmediato el gravamen a los dividendos, sobre la base de que éstos son objeto de un "doble impuesto": el de la renta de las empresas y luego el de dividendos. Tal acción no tiene nada de estímulo económico, es puramente un regalo a los ricos.
Una razón de que se deben gravar los dividendos es que no les cuestan ningún trabajo a quienes los obtienen. En los viejos tiempos, a las personas que vivían de sus rentas se les despreciaba como parásitos haraganes. Claro, se necesita algo de talento para hacerla en el mercado de valores y vivir a lo grande (y a veces, como en el caso de alguno de nuestros abuelos, primero había que ganarse el dinero), pero el hecho es que la mayoría de los inversionistas no se pasan la vida estudiando prospectos de empresas: les pagan a otras personas para que lo hagan. Ganan dinero con el trabajo de otros; Ƒpor qué no han de pagar impuestos por ello?
La razón principal de que sea una estupidez recortar impuestos a los ricos es el problema de la justicia social. Ya estamos en dificultades porque la diferencia de ingresos entre ricos y pobres se ensancha cada día más. Los ricos usan su dinero para librarse de contribuir al sostenimiento de nuestras instituciones públicas -escuelas, hospitales, parques- y luego hacen donaciones a políticos que dejan que la infraestructura pública se arruine. Simplemente no funciona.
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TRADUCCION: JORGE ANAYA