Cuba celebró los 80 años de Carilda
Oliver Labra con la edición de 7 poemarios
''La gente me busca por el erotismo, pero lo que yo
escribo va más allá''
''Del amor no sé nada -afirmó en una reciente
visita a México-, pero a veces la poesía viene y le dice
a uno un secreto y, ¡plaf!, al papel" Prometida al fuego, su
libro más popular
BLANCHE PETRICH
No son muchos los poetas que dejan algún verbo
como legado al habla de sus pueblos. Carilda Oliver Labra es una de ellas.
El cubanismo "desordenarse" alude a cierta turbación, a la tentación
de un beso, a una emoción que no es siquiera enamoramiento pero
se parece. Sobre todo, el verbo condimenta la vida cotidiana del cubano,
proclive a ese -exactamente a ese y no otro- desorden.
Y viene de este poema:
Me desordeno, amor, me desordeno
Cuando voy en tu boca demorada;
Y casi sin querer, casi por nada,
Te toco con la punta de mi seno.
Carilda Oliver lo escribió cuando tenía
24 años. Eran inicios de los años cuarenta. En la provincial
Matanzas, la Atenas de la Cuba de entonces, las damas de sociedad le retiraron
la palabra a la madre de la joven atrevida. Fueron a ver al obispo del
lugar, y cierto día éste pasó a ver a la novel poetisa
a su casa. Le pidió que se retractara del poema.
''Yo me salté el dogma. No me retracté porque
es un poema muy puro, porque yo no me veo, no me vi nunca, como transgresora.''
Aunque dice:
Te toco con la punta de mi seno
Y con mi soledad desamparada;
Y acaso sin estar enamorada
Me desordeno, amor, me desordeno.
En
México su poesía es poco conocida, pero en Cuba es una institución.
Más que eso: es poesía que se recita en la calle, en la guagua,
en la tertulia. El 2002, cuando cumplió 80 años, le fue
pródigo en ediciones: siete libros en 12 meses. Enumera: Editorial
Letras Cubanas, en su colección de premios nacionales, publicó
Error de magia. Puso a circular 5 mil ejemplares en la Feria del
Libro de La Habana. En dos días se agotó la edición.
Se reimprimieron 10 mil más. Editorial Matanzas, su ciudad, publicó
Prometida del fuego. Antología de versos de amor. Editorial
Vigía, una pequeña editorial de libros artesanales, únicos,
realizó un hermoso cuaderno: Temblor bajo la piedra. Editorial
Hermanos Loynaz de Pinar del Río publicó La luna en el
suelo.
Fuera de Cuba vieron la luz en la Fundación J.
Guillén, de España, Desaparece el polvo; en la Casa
Maya de la Poesía Debajo del seno izquierdo; Antología
heróica y cómica de Carilda Oliver fue publicada por
el Frente de Afirmación Hispanista; en Alemania, en un pequeño
tomo bilingüe, se publicó A las siete en mi pecho. En
una antología de Hiperión se reprodujo Discurso de Eva.
''La gente me busca por el erotismo, pero lo que yo escribo
va más allá. Escribo de la exaltación de la mujer
antes de que sepa que está enamorada, de una gama de sentimientos,
pureza, inocencia, ternura, caridad, desconfianza, deseo, esperanza, cariño."
En la Feria Internacional del Libro de Guajalajara, Carilda
se multiplicó en lecturas y charlas, coquetería e ingenio,
con sus ''pequeñas escapatorias de lo que es correcto''. Su Prometida
al fuego se vendió como pan caliente. Pero ella, propia y provocadora,
advertía a sus seguidores enamorados: "No me desordeno en lo absoluto,
mantengo un canon. No hablo del amor, sino de los pasos. Del amor no sé
nada, pero a veces la poesía viene y le dice a uno un secreto y,
¡plaf!, al papel".
Matancera como Pablo Milanés y Celia Cruz, Carilda
organiza cada tres meses una tertulia en el museo de su ciudad. En diciembre
la invocada fue Dulce María Loynaz. Los invitados: Nancy Morejón,
Miguel Barnet, Alexis Díaz Pimienta y Nicolás Hernández
Guillén. Sí, el nieto.
Ahora que el nombre de Guillén está en la
mesa, dice de él Carilda: "No era guapo, era más que guapo.
Peor que bonito, como dicen los franceses". Su amigo. Lo recuerda: "En
los tres puentes de Matanzas nos asomábamos a echar centavos. Figúrate
tú, él, que era comunista y juraba que no creía en
esas cosas, no se dejaba de sorprender cuando se le cumplían los
anhelos secretos".
-¿Filósofa del amor?
-Puede parecer, pero yo sólo me he enamorado tres
veces en mi vida. No he despilfarrado pólvora en cartuchazos. Lo
que pasa es que he escrito bastante, cada vez. No me parece mal el deseo
separado del amor, pero a mí, así, no me interesa. Sé
que soy anticuada.
-El pueblo cubano parece vivir con el erotismo a flor
de piel. Y las mujeres, las nuevas generaciones, no tienen demasiadas barreras.
-Sí, pero también en la mujer está
poner el dique a tiempo. Aunque la vida parece no confirmarlo, al hombre
le corresponde la ofensiva. Y las mujeres, así, nos sentimos mejor.
Aunque claro, una mujer puede declararse sin declararse.
-Por ejemplo, recitándola a usted: Y mi suerte
de fruta respetada/arde en tu mano lúbrica y turbada/como una mal
promesa de veneno;/y aunque quiero besarte arrodillada,/cuando voy en tu
boca, demorada/me desordeno, amor, me desordeno.
Ojos Caribe
A los 81 años, la autora de Noche para dejarla
en testamento peina su cabello rubio en un moño alto, subraya
con una línea tenue sus ojos color Caribe y viste ligero. Pinta
sus labios con tonos naranjas. Y habla del amor en la revolución.
"Ser verdaderamente independientes nos ha hecho ser consecuentes
con la teoría de la libertad en el amor. O sea, a no ser prejuiciosas,
a dirigir nuestro destino, a distinguir dónde está lo verdaderamente
justo y no gastarnos en relaciones inconvenientes.11
La belleza de Carilda aún se refleja a sus 81 años.
También habla de lo que es envejecer en Cuba. "Una juventud tan
dispuesta a todo lo que sea para defender sus principios nos va dando lecciones
a los que nacimos hace tiempo. Nosotros, los de más experiencia
y más tiempo de vida, los hemos hecho partícipes de los bienes
propios de las generaciones de antes de la revolución. Ellos nos
contagian a su vez de rebeldía, de su sentido de solidaridad humana,
de su fuerza para el sacrificio".
De su generación, ella reconoce "como la más
grande poetisa de Cuba" a Fina García-Marruz. Ella era demasiado
joven, y de provincia además para haber girado en torno a la enorme
influencia que tuvo Lezama Lima y la revista Orígenes en
los escritores de su generación. Pero sí tuvo una relación
cercana con Virgilio Piñeira. "El era de Cárdenas. Cuando
iba rumbo a La Habana pasaba a Matanzas a visitarme. No era un gran conversador;
más bien sabía escuchar. Aire Frío me lo leyó
en mi casa."
Con Heberto Padilla trabó amistad en Nueva York.
"Tremendo poeta.'' Y a Gastón Barquero lo frecuentó en Madrid.
Estos tres últimos fueron escritores vetados en
los sesenta, "pero ahora son reconocidos. Todo es cuestión de tiempo".
Y a propósito de vetos ... ¿ella, tan amiga de aquéllos?
"Sí, pero eso ya pasó; no tiene la menor importancia.''
Tres hombres
Su primer amor fue un abogado alcohólico, turbulento:
Hugo Amia. La noche que le pidió matrimonio ella lo rechazó.
El tragó veneno, se dio un tiro y se echó al río.
Pero no murió. Fue rescatado e internado en un manicomio. Ahí
escribió una obra de teatro: Pensionados en el infierno. Entonces
supo que lo amaba. Se casaron, vivieron apasionados y sufriendo. Se divorciaron.
Ella ya había ganado el premio nacional de poesía en 1950
con El sur de mi garganta.
Después se casó con Félix Pons Cuesta,
un matrimonio estable, feliz, largo. Quedó viuda luego de una larga
enfermedad de su marido. Durante el duelo abordó versos en muchas
rítmicas rigurosas: duosílabos, endecasílabos, alejandrinos,
verso libre. Publicó Se me ha perdido un hombre. En los setenta,
en México, el Frente de Afirmación Hispanista le otorgó
el premio José Vasconcelos.
Pasó sola muchos años. A principios de los
noventa un lector enamorado, Raidel Hernández, emprendió
un cortejo tenaz, irrenunciable. Ella tenía 69 años y él
21 cuando se casaron. Llevan diez años de matrimonio "y este -dice
Carilda- sí es el último".
Y para finalizar, ofrece su receta para el erotismo: "Hay
que renunciar a traducir su misterio. Entre el erotismo y la profanación,
entre lo que no debe ser y lo que tiene que ser hay una línea divisoria
muy fina. Nace, no se aprende".