ASTILLERO
Julio Hernández López
Indecisión, lentitud, grupismo
La increíble tardanza para enfrentar el caso
Castañeda
El poder federal, al servicio del panismo de Nuevo León
y Chihuahua
EL PRESIDENTE DE la República está sufriendo
un acelerado desgaste a causa del expediente Castañeda, que no acierta
a presentar políticamente resuelto. De manera abierta, el jefe del
Estado mexicano ha aceptado un papel secundario, reactivo, condicionado,
ante la renuncia que le ha presentado un colaborador que ya no quiere estar
con él. Como si hubiese sido tomado por sorpresa, o sus movimientos
políticos requirieran de largos días para coordinarse, o
sus decisiones tuviesen que ser tomadas en otros centros políticos,
el titular del Poder Ejecutivo federal fue incapaz de fijar una postura
firme y de trazar líneas resolutivas de cara al futuro, ante una
maniobra de su canciller largamente anunciada y presuntamente convenida
días atrás. Todo un agitado día de presiones periodísticas
(que tuvo sus momentos de exasperación ya al final de la gira por
estados norteños) desembocó torpemente en una tregua que
se concedió a sí mismo Vicente Fox para tratar de convencer
al declinante de que siguiera en su cartera (al menos eso dijo, aunque
todos los indicios muestran que la citada renuncia ya es un hecho consumado)
o, en dado caso, para anunciar el siguiente lunes (esa vocación
presidencial por las vacaciones, por los descansos, por los fines de semana)
una serie de movimientos que la prensa ya adivinaba y que fuerzas políticas
que se supone deberían estar en espera de la resolución presidencial
ya asumían como realidades (dos ejemplos: los gobernadores priístas
norteños, que en presencia de un Fox que trataba de hacerse el desentendido
vacilaban el miércoles a Fernando Canales Clariond por su sabida
incorporación al gabinete, y los panistas de Nuevo León que
ya tenían preparada la estrategia para que Fernando Elizondo sea
el gobernador interino y para, al mero estilo priísta, poner el
gobierno del estado al servicio del candidato oficial, que es Mauricio
Fernández Garza).
LA
IMAGEN DE un Presidente indeciso, lento y entrampado no proviene, sin embargo,
sólo del increíble espectáculo ofrecido por él
al darse unos días para ver si convence a un subordinado de que
no le renuncie y para anunciar lo que ya todo mundo sabe. El torbellino
del arranque oficial de 2003 (es decir, después del 6 de enero,
pues antes de ello todo fue paz y felicidad en la intimidad guanajuatense)
ha mostrado a Fox en una lamentable condición de simple testigo
protegido de los hechos que él debería conducir conforme
a un mandato constitucional. La sensación de inseguridad política
que llenó el segundo semestre del año pasado, con los machetes
de Atenco como sustitutos de la política y la ley, fue rápidamente
instalada al principio de éste con la abdicación gubernamental
de responsabilidades frente al ataque armado contra instalaciones federales
de transmisión de señales televisivas. Y luego, a las carreras,
como si el problema hubiera estallado ese mismo Día de los Reyes
Magos en que las instituciones federales parecieron resucitar, el foxismo
se sacó de la manga la idea de requisar la señal de la discordia,
colocándose nuevamente en evidente riesgo de sufrir nuevo descalabro
jurídico, pues las causales de emergencia o de atentado a la seguridad
nacional no se dan en el caso del conflicto mencionado y, si así
fuese, tampoco es explicable por qué una situación de tal
gravedad hubo de esperar 10 días a que los altos funcionarios federales
se dignaran enterarse de que el Amigo Salinas Pliego había tomado
la ley en sus manos.
CON MENOS REFLECTORES (y, en algunos casos, a juicio de
este tecleador malpensado, con encargo superior a algunos medios "amigos"
de cargar la tinta o el micrófono contra una de las partes en conflicto,
la estatal de gobierno priísta), en Chihuahua se está viviendo
otro episodio demostrativo del carácter faccioso con que se está
ejerciendo el poder federal. Patricio Martínez es un gobernador
priísta con muchos puntos en contra, derivados de su carácter
atrabancado (que algunos creen que linda con el desequilibrio mental),
de una mala evaluación pública de su accidentada gestión
y de las sospechas de colusión con el narcotráfico que se
avivaron con el nombramiento de su procurador de Justicia, Jesús
José Solís Silva, conocido como El Chito, quien, a
decir del senador panista Javier Corral Jurado (miembro del grupo de Francisco
Barrio Terrazas), "se ha caracterizado por la sistemática violación
de los derechos humanos, además de que en innumerables ocasiones
se le ha vinculado con los cárteles de la droga". El susodicho
Martínez ha librado una fortísima batalla política
contra el contralor Barrio, sobre todo a propósito de las elecciones
de Ciudad Juárez, asiento, como es sabido, de una de las organizaciones
de narcotráfico más poderosas del país. Para apoyar
a sus correligionarios, Barrio llevó a aquella población
fronteriza a diversos secretarios de Estado para que anunciaran ayudas
a la localidad, y en sus esfuerzos oratorios desde allí lanzó
la tesis de los "peces gordos" a punto de ser freídos. Pues bien,
en ese mismo punto de conflicto, la Policía Federal Preventiva decidió
esta semana inaugurar durante una gira del gobernador, sin aviso ni antecedentes,
una política de restricción de portación de armas
que el Reglamento General de Aeropuertos considera en su artículo
160 pero que es de extendida e histórica inobservancia. A causa
de la súbita puesta en vigencia de esa disposición, policías
federales y escoltas del gobernador de Chihuahua discutieron en el área
privada (donde abordan sus aviones particulares los políticos y
los empresarios) a causa de la insistencia de los primeros en desarmar
a los segundos, cosa que finalmente sucedió antes de que arribara
al lugar el gobernador Martínez, a cuya partida, luego de un acto
oficial, y ya en un segundo episodio, volvieron a discutir los policías
hasta que se desató una trifulca que por fortuna no terminó
en tragedia. Ya antes Martínez sufrió un atentado nunca adecuadamente
investigado por las autoridades federales, y ahora en Ciudad Juárez,
el gallinero que Barrio reclama como personal, pareciera haber caído
en algo que parecerá una provocación si esa repentina obsesión
por desarmar en áreas aeroportuarias privadas a todo aquel que no
sea agente federal no se está repitiendo ya sin excepciones en todos
los hangares de los gobiernos estatales y de las empresas privadas a cuyos
dueños cuidan pistoleros particulares.
LENTITUD EN LA toma de decisiones pero, peor aún:
grupismo evidente, comportamiento faccioso, torcimiento de las instituciones
para favorecer a los amigos, así sea el grupo íntimo con
la señora Marta a la cabeza (que celebra la caída de Castañeda
y la asunción de Derbez), o los aliados de Televisión Azteca,
o los panistas de Nuevo León y de Chihuahua. De un Presidente de
todos a un Presidente de partido.