Replantear la vivencia erótica
Antonio Contreras
La desigualdad social entre los géneros
no sólo perjudica a las mujeres; los hombres también la padecen
pero no la expresan, precisamente porque son hombres y como tales deben
"aguantar vara". En los roles tradicionales, el hombre debe ser el proveedor
de la casa, emprendedor, galante, con la bragueta presta a abultarse y,
sobre todo, no dejar escapar ninguna lágrima. La mujer, en correspondencia,
debe estar al cuidado del hogar, ser pasiva y sumisa y siempre dispuesta
a satisfacer a su compañero. Pero este modelo está en crisis.
David Barrios, sicoterapeuta sexual y sexólogo, afirma en Resignificar lo masculino. Guía de supervivencia para varones del siglo XXI, que el machismo --equipo de protección psicológico que ayuda insuficientemente a los hombres a sobrellevar el desgaste emocional que supone la cancelación en la expresión de los sentimientos-- llegará a su fin este siglo XXI debido a que el papel tradicional del varón se ha visto disminuido por la cada vez más extendida independencia económica de las mujeres, que ha modificado sustancialmente las relaciones familiares y sociales. Paralelamente, de una manera apenas perceptible, los hombres comienzan a cuestionar su rol y a manifestar sus temores por una posible pérdida de su hegemonía. En su experiencia profesional, el autor ha observado que los hombres que acuden a terapia lo hacen por una aparente disfunción erótica, pero en el fondo lo hacen con el fin de restaurar no su placer, sino su ser masculino, el cual perciben deteriorado o ausente.
Resignificar lo masculino no es una tarea sencilla, pero
tampoco debe esperarse al cambio de las estructuras sociales para lograrlo.
Entre otras acciones, David Barrios propone replantear la vivencia erótica,
de forma que los hombres trasciendan la focalización genital y experimenten
las sensaciones en todo el cuerpo y las mujeres, además de esto
último --que ya hacen-- desinhiban sus genitales. Para lograr la
equidad de géneros, propone además una educación no
sexista en la casa (trato igualitario a los hombres y mujeres del hogar);
en la escuela (actividades lúdicas no violentas ni competitivas);
en el trabajo (acciones de capacitación basadas en la adquisición
de conocimientos y habilidades); y en las relaciones de pareja (afectividad,
convivencia y erotismo).
David Barrios Martínez
Resignificar lo masculino
Vila Editores, México, 2003.