EL CAMPO ANTE EL TLCAN
En riesgo, 30 mil empleos directos, prevé
el alcalde de La Piedad
Si la porcicultura quiebra en el Bajío, caerá
la región, advierten productores
Gobierno y bancos de EU facilitan la actividad, de ahí
la asimetría, señalan granjeros
MARIA RIVERA ENVIADA
La Piedad, Michoacan. Al Bajío llegó
la de malas. En las llanuras donde hace apenas una década florecían
decenas de granjas porcícolas ahora sobresalen altos matorrales,
galerones desportillados, maquinaria oxidada, letreros caídos. Signos
de que los tiempos han cambiado. Los primeros que abandonaron el negocio
fueron los pequeños productores, los que con grandes sacrificios
habían logrado levantar galerones y comprar unos cuantos pies de
cría. Luego siguieron los medianos, ahogados por las deudas tras
la devaluación de 1995. Ahora hasta los grandes, con fuertes inversiones
en tecnología, están en apuros.
En el último año se perdieron 20 mil de
los 70 mil vientres (cerdas para la crianza) que concentraba la región.
Algunos porcicultores todavía tratan de mantenerse a flote vendiendo
animales para pagar el alimento de los que quedan, aunque sus empresas
se vuelvan más pequeñas. Pero hay otros que de plano dijeron
hasta aquí y mandaron todo al rastro.
Si este sector quiebra -afirman los que se han salvado
hasta ahora- se cae la economía de la región. No exageran.
Si bien la historia de la porcicultura en este cruce de caminos de Michoacán,
Guanajuato y Jalisco apenas tiene medio siglo, en la actualidad suman miles
de personas -entre productores de fertilizantes, sorgo, alimentos balanceados,
ferretería, trabajadores de laboratorios, farmacias veterinarias,
rastros y restaurantes- las que están integradas en la cadena productiva.
Jaime Mares, presidente municipal de La Piedad, Michoacán,
y porcicultor que tuvo que cerrar su empresa el año pasado, comenta
que las repercusiones de la crisis son cada vez más evidentes.
"De
agravarse el problema estarían en riesgo 30 mil empleos directos
en la región. A los muchachos no les va a quedar más opción
que la migración, que ya de por sí es severa. Entre 1990
y 2000, según cifras de Instituto Nacional de Estadística,
Geografía e Informática (INEGI), nuestra población
disminuyó en cinco mil habitantes (de un total de 75 mil)".
Hasta fines de la década de los 50 y principios
de los 60 la rebocería y el cultivo de maíz y garbanzo eran
las principales actividades económicas del rumbo. Al decaer el uso
del rebozo la gente tuvo que encontrar una salida. Como aquí siempre
ha existido la crianza de cerdos en traspatio, no en balde se considera
la alcancía del pobre, algunos empezaron a visitar rancherías,
reuniendo animales para trasladarlos a los rastros de las grandes ciudades,
convirtiéndose en acopiadores. Más tarde se volvieron engordadores
y terminaron en criadores de ciclo completo.
En los años 70 la región se convirtió
en el principal centro porcícola del país con más
de un millón de vientres y la agricultura se adecuó a las
necesidades de la industria. Su situación geográfica, cercana
al Distrito Federal y a Guadalajara, principales centros consumidores del
país, fue el más significativo factor que detonó el
auge. Las fronteras siempre son una barrera, pero también una posibilidad
de comunicación, apunta el historiador del Colegio de Michoacán,
Alberto Carrillo.
Hasta que llegaron los tiempos del colesterol. A fines
de los 80 los médicos empezaron a hablar de los riesgos que conlleva
consumir grasas de procedencia animal y de la noche a la mañana
la carne de cerdo quedó estigmatizada.
Era el sexenio salinista y no se escuchaba hablar de otro
tema que no fuera productividad. El imperativo para todos los sectores
era volverse modernos y eficientes a cualquier precio. A La Piedad llegaron
noticias alentadoras. Gracias a las mezclas genéticas se había
logrado reducir el porcentaje de grasa en los cerdos hasta volver su carne
tan magra como la del pollo. La inminente apertura comercial hizo que muchos
porcicultores fueran a Estados Unidos en busca de la tecnología
que los volviera competitivos, aunque el costo fuera alto.
Las nuevas líneas genéticas demandaban instalaciones
distintas. Los animales son más susceptibles a enfermedades, por
lo que deben ser criados bajo temperaturas estables y a resguardo de las
corrientes de aire. "Invertimos un dineral en las granjas modernas pero
no nos quedó de otra", recuerda el empresario Ernesto Aceves Torres.
Su caso no fue el único, la mayoría de los
porcicultores de la región contrajo fuertes deudas, en algunos casos
en dólares. Lo que nadie previó fue la crisis económica
de fin de sexenio. La entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN) encontró a los criadores con el
agua hasta el cuello.
Hasta 1997 de lo que se trató fue de sobrevivir,
sintetiza Mario Peña Guillermo, dirigente de los porcicultores de
La Piedad. "Con intereses de 120 por ciento ¿quién iba a
volverse competitivo? ¡De lo que se trataba era de conservar el patrimonio
familiar!" Los hatos disminuyeron a menos de la mitad. En el caso de la
familia Peña el número de vientres se derrumbó de
500 a 220.
Las instituciones bancarias, lejos de apoyar la reactivación
del sector, desaparecieron. Los empresarios indican que cuando necesitan
dinero fresco deben recurrir a agiotistas o crear razones sociales ficticias
para evadir el veto.
Les quedó claro que las asimetrías entre
el agro mexicano y el estadunidense son insalvables, sin contar el hecho
de que la competencia no siempre se lleva a cabo bajo reglas justas.
"Para empezar -destaca Peña Guillermo- producir
un kilo de carne en Estados Unidos cuesta casi la mitad que aquí.
En este negocio se calcula que 75 por ciento de la inversión es
para el alimento y el resto se distribuye entre mano de obra, intereses,
medicamentos, mantenimiento. Por eso el precio de los granos es fundamental.
Pues bien, el maíz y la soya, base de la alimentación del
ganado porcino, en el vecino país cuestan la mitad que en México
porque están subsidiados".
También explica que las distancias en favor de
los productores estadunidenses terminan ampliándose si se consideran
los bajos intereses de ofrecen sus bancos, así como los apoyos y
la tecnología que reciben de Washington.
Hasta ahí las diferencias estructurales. Luego
hay que agregar el capítulo de prácticas desleales. La masiva
entrada de productos cárnicos de desecho estadunidenses a precios
depredatorios terminó de poner a la porcicultura mexicana en crisis.
Los estadunidenses sólo consumen costillas, lomo y un poco de pierna,
el resto lo desechan. Con estos tres cortes los productores sacan el costo
del cerdo. ¿Pero qué pasa con el sobrante? Lo envían
a México a precios muy por debajo del costo de producción
nacional. En 2002 introdujeron piernas de cerdo a seis pesos el kilo, mientras
en México costaba producirlas entre 22 y 23 pesos.
Los productores nacionales han presentado una demanda
por dumping ante la Upsi (organismo que interviene ante prácticas
desleales perteneciente a la Organización Mundial de Comercio),
pero aún no tienen respuesta.
A esto se sumó la masiva importación de
pastas de ave (carcaza, vísceras y cabezas de pollo molidas que
en EU son considerados como alimento para mascotas) que realizan las grandes
empacadoras nacionales de embutidos para abaratar sus salchichas, jamones
o salamis, afirman los porcicultores. Como en el país no existe
una norma oficial para producir jamones, pueden dar gato por liebre o,
lo que es lo mismo, desechos de pollo por cerdo.
Explican que todos estos productos llegan al país
gracias a que las fronteras nacionales por obra y gracia de la corrupción
son "una auténtica coladera". Mientras un camión mexicano
tarda hasta 48 horas en pasar la aduana estadunidense porque los productos
que transporta pasan por minuciosos análisis de laboratorios, los
que llegan al país en un promedio de siete minutos despachan el
trámite... y no precisamente por eficiencia.
El Bajío en llamas
Cuando se les cuestiona sobre el panorama que esperan
este año que comienza cuando la introducción de productos
porcícolas quede sin aranceles responden con una pregunta: "¿Acaso
nos puede pasar algo peor de lo que nos ha sucedido en este tiempo?".
Por lo pronto se acogen a la esperanza de la salvaguarda
que ha prometido el gobierno federal y a que la demanda por dumping
los favorezca. De lo contrario, advierten, veremos el Bajío en llamas.
Un tema que unifica criterios es el repudio hacia las
declaraciones del secretario de Agricultura, de que si no son competitivos
que se retiren del negocio. "¡Por Dios! ¡Que el dirigente del
sector diga que somos ineficientes después de todo lo que hemos
pasado no se vale!", lamenta Peña Guillermo. "Si no sabe cómo
ayudar a su gente que se vaya él. Es de aquí de la región
y debería tener el conocimiento y la sensibilidad para entender
nuestra situación, pero ya se ve que no."
Por lo pronto lanzan una alerta. Indican que empresas
transnacionales, como Smithfield -que controla la porcicultura en gran
parte del mundo- han empezado a instalarse en territorio nacional. "Estos
grupos primero truenan a los productores locales para después
manejar a su antojo el mercado", sostiene el dirigente de los porcicultores
locales. "En América Latina ya controlan la producción de
Chile y Brasil. La realidad nos indica que más que globalización
lo que hay es una colonización estadunidense."