Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 16 de diciembre de 2002
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Política

Armando Labra M.

Economía de veras. Salicinismo

En tiempos de fuerte debate presupuestal, cuando la única esperanza de encontrar razón y guía son los legisladores y ante un Poder Ejecutivo despistado y anacrónico, no está de más echar un vistazo hacia lo que acontece en la economía de veras, al menos para saber a qué tipo de realidad nos enfrentaremos, cualquiera que sea la asignación de dineros públicos que finalmente se apruebe en la Cámara de Diputados. Ya sabemos que ni en 2002, ni el año entrante, se alcanzarán las metas oficiales de crecimiento económico. Este año quizá la economía nacional crecerá apenas, más cerca de uno por ciento que del 1.7 por ciento previsto, después de varias revisiones a la baja. Nada indica que en 2003 se podrá lograr el ritmo de 3 por ciento dado que no se han realizado previamente las inversiones nacionales ni extranjeras requeridas. El comercio decae y ningún indicador resulta promisorio; bueno, pero, Ƒpor qué?, Ƒqué hacer entonces?

La economía de veras no arroja ningún rasgo inflacionario, sin embargo, la política económica sigue siendo antinflacionaria. Ese es el rasgo del proyecto de presupuesto enviado a las cámaras, el cual resulta ser el primero que se recuerde cuyo monto real es inferior al del año previo. El punto de arranque para entender por qué estamos donde estamos es aceptar que nos encontramos en un estadio lejano a la inflación y francamente entrado en lo opuesto y eso se llama recesión, ante la cual se aplican medidas económicas que la ahondan en vez de combatirla. Si echamos un vistazo a nuestro entorno económico pareciera que en materia económica los mexicanos vivimos en una galaxia distinta. En el planeta tierra de nuestro sistema solar todas las naciones que pesan en la economía mundial tienen como prioridad número uno luchar contra la recesión, más concretamente contra su más claro reto, la deflación. En otras palabras, el problema es en todas partes el decaimiento de las economías, de las inversiones, los precios reales, el empleo, el comercio, pero, a diferencia de nosotros, todos se aplican a diseñar políticas para contrarrestar tal tendencia y volver a crecer. Nosotros no. Al contrario, hacemos todo por seguir decayendo. Por los resultados recesivos de la economía recién despacharon del manejo monetario a los responsables en el gobierno de Estados Unidos. Hoy las nuevas autoridades allá se aprestan a construir una estrategia francamente anticíclica para evitar que la deflación se convierta en recesión y ésta en depresión. Tal vez estemos en el umbral de una guerra devaluatoria entre las grandes potencias, derivada de su desesperación por generar los empleos y restaurar pronto una mejor perspectiva económica. Baste mencionar que el dólar arroja una sobrevaluación de 30 por ciento respecto a 1995 y que la economía estadunidense arrastra un déficit en cuenta corriente de -4.6 por ciento del PIB, mientras que el yen está sobrevaluado en 15 por ciento y Japón tiene un superávit de 3.3 por ciento del PIB frente al exterior. Esos países ya están calibrando las medidas a tomar en caso de que fallen sus políticas y no logren salir del decaimiento; una de ellas, la competencia devaluatoria. Nosotros aún no empezamos siquiera a entender cuál es el problema, a decir, por la rigidez, ineficiencia y rezago del manejo de la economía que aquí predomina.

ƑSerá tal despiste efecto del salicinismo, es decir, de esa inefable y siniestra esquizofrenia que da rienda suelta a la irresponsabilidad declarativa, a deformar la evidente realidad y a cometer las peores aberraciones políticas, económicas y morales con la sonrisa en la boca? Del innombrable Salinas no vale la pena hablar, sólo en tierras extrañas alguien podrá darle algún crédito. Lo grave es que el virus sicótico de su inescrupulosidad llegue a fascinar a los ignorantes en el poder y los enferme de salicinismo, que en política y en economía se resume en servir a Washington a cualquier precio, incluyendo el poder. Y bueno, de pasadita servirse, servir a la familia y asociados con similar ahínco, creyendo que nadie se altera y que la impunidad es eterna. Hay vacunas infalibles contra ese mal, pero se tienen que aplicar en forma implacable y contundente: ley, verdad y honestidad. No fallan.

El qué hacer, una vez asumida la economía de veras y la necesidad de aplicar todo esfuerzo al propósito de volver a crecer, superar el estancamiento y reanimar la producción, el comercio y el empleo, no es asunto de resultados instantáneos. Tampoco significa rupturas heroicas, golpes de timón o algo por el estilo. Sí implica proseguir una postura negociadora activa, imaginativa, agresivamente constructiva -no concesiva al estilo TLC- frente a nuestros socios comerciales al tiempo de movilizar los instrumentos con que contamos para desplegar la economía interior con la misma vehemencia, pero mayor compromiso social, con el que promovimos la exportación en años recientes. No es nada nuevo. Lo hemos hecho antes y con éxito, a lo largo de la mayor parte del siglo pasado, hasta 1982 en que el gobierno se -y nos- volcó hacia el norte dando todo a cambio de seguir dando demasiado. Como siempre también, hoy estamos a tiempo de rencontrar, si nos decidimos, no sólo la economía, sino al país de veras, ése que somos y el que queremos ser.

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