EL CHANTAJE ELECTRICO
Resulta
sorprendente y significativa la reanudación de presiones procedentes
del Ejecutivo federal y de las cúpulas empresariales para que la
actual Legislatura realice, a la brevedad posible, al vapor y de manera
irreflexiva, reformas constitucionales orientadas a permitir la participación
del capital privado en la generación de electricidad.
Entre tales presiones destaca lo dicho ayer por el director
de la Comisión Federal de Electricidad, Alfredo Elías Ayub,
quien aseguró que los senadores tendrían casi listos los
consensos para proceder de esa manera y podría darse por seguro,
en consecuencia, que la apertura eléctrica a inversiones de particulares
se realizaría antes de que termine el presente año. Fundada
o no --y todo parece indicar que no--, tal declaración violenta
el respeto debido entre los poderes de la Unión y quebranta el propósito
foxista de acatar una relación en la que "el Ejecutivo propone y
el Congreso dispone". Las palabras de Elías Ayub parecen manifestar,
más bien, una de esas exasperaciones típicas del grupo en
el poder --"15 minutos para resolver el conflicto en Chiapas", "¡hoy,
hoy, hoy"!, y demás ejemplos-- y la urgencia del actual gobierno
por cumplir sus compromisos no confesados en materia de privatización
de lo que queda del patrimonio público.
La otra pieza de la pinza sobre el Congreso de la Unión
corrió a cargo del presidente del Consejo Coordinador Empresarial,
Héctor Rangel Domene, y de Javier Prieto de la Fuente, de la Confederación
de Cámaras Industriales, quienes urgieron a los senadores --en forma
impaciente y un tanto grosera, vale señalar-- para que aprueben,
y rápido, la apertura del sector eléctrico a la inversión
privada. En ese afán, los dirigentes cupulares empresariales repitieron,
una vez más, los espantajos inventados por la administración
de Ernesto Zedillo para justificar la privatización --así
fuera parcial-- de dicha industria: de no hacerse así, dijeron,
el país enfrentaría apagones, desabasto de energía
e incremento de las tarifas, las empresas nacionales perderían competitividad
ante las extranjeras, se frenaría el crecimiento económico
y se agravaría el desempleo.
Los líderes empresariales se empeñan en
no entender que esas consecuencias son, precisamente, las que ha provocado
la privatización de los sectores eléctricos en países
como Gran Bretaña y Estados Unidos, además de quiebras multimillonarias
y catastróficas en el marco de sonados fraudes, como en el caso
de Enron.
Ante las presiones y los chantajes referidos, cabe demandar
a los legisladores que se conduzcan con serenidad y responsabilidad, y
que antepongan los intereses nacionales a los del actual grupo en el poder
y a los de los capitales nacionales y extranjeros, que pretenden beneficiarse
con la privatización de segmentos de una industria eléctrica
que debe seguir siendo, por razones de historia, de soberanía, de
justicia social y de futuro, propiedad de todos los mexicanos.