Cintio Vitier recibe el Premio de Literatura
Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo
Inauguran la FIL; nuevos gestos de acercamiento Cuba-México
Prodigiosas, las letras del autor de El llano en
llamas, expresa el poeta isleño galardonado
Casi mil 300 editoriales presentes en la feria, que
recibirá la visita de unas 400 mil personas
ARTURO GARCIA HERNANDEZ Y CAYETANO FRIAS ENVIADO
Y CORRESPONSAL
Guadalajara, Jal., 30 de noviembre. La inauguración
de la 16 Feria Internacional del Libro (FIL) se convirtió en escenario
de nuevos guiños de acercamiento entre los gobiernos de Cuba y México.
Al declarar formalmente inaugurada la feria, la presidenta
del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Sari Bermúdez,
pronunció, a nombre de Vicente Fox, "un mensaje de respeto y fraternal
amistad para el pueblo de Cuba", y elogió la "amplia muestra de
su extraordinaria literatura, de su gran esfuerzo en favor de la educación
y la lectura y de su vigoroso trabajo editorial". En presencia de Ricardo
Alarcón, presidente de la Asamblea Popular y jefe de la delegación
cubana en Guadalajara, Bermúdez añadió: "hoy venimos
a celebrar a los hombres y a las mujeres de la cultura de ese gran pueblo
que es Cuba. A los presentes y a los ausentes".
"Hermandad inquebrantable"
Alarcón, en representación del presidente
cubano Fidel Castro, expresó "la más profunda gratitud a
las autoridades y a los organizadores de la Feria Internacional del Libro
y de la Universidad de Guadalajara por haber designado a Cuba como invitado
de honor. Nos honra especialmente porque esta feria es un muy importante
espacio cultural que desborda nuestro continente y alcanza dimensión
universal en el mundo editorial".
Agregó:
"la delegación de artistas e intelectuales que me acompaña
representa el conjunto de un movimiento cultural que ha compartido con
sus colegas mexicanos una intensa relación de la que han sido partícipes
las grandes mayorías de los dos países; que sirva esta feria
para el intercambio de ideas y experiencias, y el diálogo abierto
y fecundo; que sea una fiesta del espíritu de la que saldrá
aún más fuerte y lozana la eterna e inquebrantable hermandad
de nuestros pueblos".
Los numerosos y prolongados discursos, en su mayoría
pletóricos de fórmulas corteses, no restaron emotividad al
acto que tuvo como personaje central al poeta Cintio Vitier, quien recibió
el Premio de Literatura Latinoamérica y del Caribe Juan Rulfo.
Escritor al fin, Vitier pronunció la mejor alocución
del día. Recordó el principio de su relación con la
cultura mexicana, cuando tenía siete u ocho años, en Matanzas.
Una noche su padre ofreció una cena a un invitado mexicano: "al
señor que en el otro extremo de la mesa guardaba un grave silencio.
Oí el nombre de José Vasconcelos. Años después
devoré todos sus libros a mi alcance".
Aquella relación con México prosiguió
"al heredar de mi padre su acendrada relación con el maestro Alfonso
Reyes, y de mantener durante casi 20 años un epistolario, muy honroso
para mí, con el gran poeta y ensayista Octavio Paz". En 1955 fue
invitado por Carlos Fuentes a colaborar para la naciente Revista Mexicana
de Literatura, fundada por el autor de Aura y en la que participaban
Alí Chumacero y Rulfo: "Fue la primera vez que leí el nombre
de Juan Rulfo, y ahora, tantos años después, me sobresalta
saber que estuvimos juntos en aquella memorable empresa juvenil".
El poeta cubano, cofundador con José Lezama Lima
de la mítica revista Orígenes, también evocó
a Sor Juana Inés de la Cruz y recordó a Carlos Pellicer y
a Sergio Méndez Arceo -"obispo revolucionario si los hubo"-, quien
desde Cuernavaca le envió "los escritos del padre Camilo Torres,
que tanto nos ayudaron en aquellos años 60 y 70".
En cuanto Rulfo, Cintio Vitier citó el elogio que
Gabriel García Márquez alguna vez hizo del autor de El
llano en llamas: "No son más de 300 páginas, pero son
casi tantas, y creo que tan perdurables, como las que conocemos de Sófocles".
Esta condición de clásico de la muerte inmortal -evaluó
Vitier- "no le quita nunca una pizca de sabor, de agrura, de transpiración,
de lo paradisiaco natural, ni una gota rica de sus inflexiones, de sus
inconmovibles nombres, de su santa oralidad. Su escritura parece vigilada
por jueces rigurosos de sus sílabas, silencios, murmullos, de la
trágica impotencia de sus letras para cambiar ni en un ápice
lo que dicen. Es un acto, y acta, sencillamente prodigiosos, aunque bañados
hasta los huesos de costumbre".
Finalizó: "Gracias, Rulfo, por el reino invisible
de Comala, por convertir la muerte en palabra viva para nosotros, y por
su profundo reclamo de justicia universal".
Antes de la intervención de Vitier, Ricardo Alarcón
había dicho: "hoy es un día particularmente feliz para todos
los cubanos. El otorgamiento del Premio Juan Rulfo a nuestro Cintio Vitier
fue recibido en la isla con verdadero júbilo, pues venía
a reconocer la relevante obra literaria e intelectual" de quien "tiene,
sobre todo, el respeto y el amor de un pueblo que justifica su excelencia
creadora y su vida ejemplar".
Los hermanos Raúl y José Trinidad Padilla
López, presidente de la FIL y rector general de la Universidad de
Guadalajara, respectivamente, dieron la bienvenida a la delegación
cubana.
Según Raúl Padilla, la FIL recibirá
este año "a cerca de mil 300 editoriales, de más de 30 países,
las cuales exhibirán más de 80 mil títulos y motivarán
la asistencia de casi 15 mil profesionales del libro. Será visitada
además por aproximadamente 400 mil personas, de las cuales 40 mil
provendrán de otros estados de la República".
Narra que en su niñez Vasconcelos fue
su primer contacto con la cultura mexicana
Cintio Vitier lleva a su audiencia a la vieja
Matanzas, una noche estrellada
El poeta cubano, consecuente aun cuando fue incomprendido,
dice Abel Prieto
BLANCHE PETRICH ENVIADA
Guadalajara, Jal., 30 de noviembre. Si alguien
hiciera una encuesta en el enorme hormiguero de lectores y autores que
recorren ávidamente las hileras de pabellones en la Feria Internacional
del Libro (FIL) -el mayor mercado de hispanoamérica de esta singular
mercancía-, el poeta cubano Cintio Vitier, máximo homenajeado
en el evento, estaría muy lejos de ser un best-seller.
Así se veía él este mediodía,
en el centro del escenario de la FIL en el acto inaugural: ajeno al mercadeo
de libros, muy distante de la popularidad de los autores bien vendidos,
quién sabe si bien leídos.
Pequeño
entre las figuras del presídium, este hombre que publicó
su primer poemario en 1938 y que desde entonces no ha dejado de escribir
y producir literatura, hizo a un lado el clima ligeramente tedioso de los
discursos oficiales y llevó a su audiencia muy lejos del vibrante
ajetreo de este supermercado de letras.
Los condujo a las calles de Matanzas, a su pueblo, al
patio de su casa paterna, una noche de estrellas. El tenía siete
u ocho años. Su padre, Medardo Vitier, maestro y poseedor de una
respetable biblioteca familiar, brindaba una cena esa noche a un amigo
mexicano. Cintio elaboró para esa ocasión una bandera tricolor
con todo y águila y serpiente. El invitado era José Vasconcelos.
Para ese niño que estudiaba violín y pintura por las tardes,
en su pueblo tropical, ése fue su primer contacto con la cultura
de México.
Después hizo un recorrido por su itinerario personal
de amigos mexicanos, Carlos Pellicer entre los primeros. Seguramente un
vínculo precioso para un católico cubano que quiso vivir
la revolución y que, como reconoce hoy el ministro de Cultura, Abel
Prieto, no siempre fue bien comprendido en su tierra. También Carlos
Fuentes, quien lo invitó en 1955 a escribir en la Revista Mexicana
de Literatura con una graciosa carta en la que le decía: "Me
atrevo a dirigirle estas líneas para entrar (valga el vulgo) taconeando
a Torreón".
Citó al antiguo obispo de Cuernavaca Sergio Méndez
Arceo, quien le hizo llegar una propuesta de la editorial Siglo XXI para
publicar en México su obra Ese sol del mundo moral. Y concluyó,
como debe de ser, con Rulfo, "que alcanza dimensiones planetarias".
El galardonado, para rendir homenaje al escritor que da
nombre al premio, echó mano de un texto rulfiano escrito para la
película La fórmula secreta. Leyó: "se nos
regatea hasta la sombra, y a pesar de todo así seguimos: medio aturdidos
por el maldecido sol que nos cunde a diario a despedazos". Concluye Rulfo
en voz de Vitier: "Al menos estos no morirán calados por el hambre".
Parecía que Cintio quería hablar de Cuba por conducto de
Rulfo. Por eso se preguntó: "¿Qué hubiera pensado
José Martí de este poema que nos suena a verdadero manifiesto?"
Por esas reflexiones, Vitier fue aplaudido a rabiar. Ahora
habrá que leerlo.
Premio a la poesía, a la ética, a la
consecuencia
Abel Prieto comentaba al final de la jornada el sentido
de este premio a Vitier. "En momentos en que el mercado literario se está
deteriorando, en que muchos de los premios que se otorgan no están
necesariamente asociados a la calidad, este premio Juan Rulfo a Cintio
es un premio a la poesía, a la ética, a un hombre que fue
consecuente, incluso cuando fue incomprendido". Porque también Cintio
Vitier en algún momento padeció la censura de lo que el mismo
Prieto hoy le pone nombre: "La intolerancia de un marxismo vulgar y primitivo
que se nos coló de los soviéticos".
Relata que en 67 fue censurado por su afición
a los Beatles, ya reivindicados en Cuba
Silvio Rodríguez enfermó de amor
durante su ausencia de los escenarios
El problema de las jineteras, generado por el
bloqueo económico de EU, sostiene
BLANCHE PETRICH ENVIADA
Guadalajara, Jal., 30 de noviembre. Se rumora que
Silvio Rodríguez no ha subido desde hace tres años a un escenario
a cantar en público porque padece una grave enfermedad. Silvio reflexiona
unos segundos sobre el rumor: "¿Será? Bueno, sí, me
enamoré en este periodo, se me cayó el pelo y me ha crecido
la panza. Pero, por lo demás, no sé, saliendo de aquí
voy corriendo a ver al médico".
En rueda de prensa, el trovador anunció que el
lunes 2 hará un paréntesis en esta ausencia voluntaria del
escenario para presentarse en concierto con la Orquesta Sinfónica
de Cuba, que dirige Leo Brower, en la explanada de la Expo. Ese día
cantará en escena por primera vez en tres años. "Este será
mi granito de arena para demostrar que la amistad entre México y
Cuba es indestructible."
Ya
entrado en desmentir rumores rayanos en el absurdo, como el de que se ha
convertido en una especie de magnate local, aclaró que no es el
único cantautor de Cuba que cuenta con un estudio de grabación
en su casa y que tampoco es dueño de la disquera paraestatal Aldala,
que acaba de lanzar su disco Expediciones.
Dijo que en esta nueva colección abordó
el proceso creativo con un método distinto al que aplicó
durante décadas. Esta vez no compuso las canciones a partir de la
guitarra, como siempre lo hizo, sino que abordó la composición
de manera integral, construyendo todo -letra, música, estructura-
de manera simultánea. Trabajó 11 meses en la composición
y un año más en la grabación de la música de
Expediciones.
Y en eso está, en componer, en aprender nuevos
métodos, "en una etapa de superación, en el buen sentido
de la palabra".
Como en canciones anteriores, aborda en su nuevo disco
temas sobre la cotidianeidad cubana, los problemas de las transformaciones
recientes, el periodo especial, la emigración o diáspora,
la prostitución. "Cuando entramos al periodo especial y proliferaron
las jineteras, creo que fui el primero en cantarle a las prostitutas
callejeras. Así le canto a los paladares (pequeñas fondas
de propiedad privada), a los aspectos nuevos de nuestra sociedad. Pero
quizá no lo hago de manera tan anecdótica como lo hacen otros
autores, lo hago conceptualmente, con ideas que reflejan la realidad, retablos."
Explica que nunca fue un compositor programado. "Más
que planear temas, hago apuntes de lo que me impresiona. Y de ahí
desarrollo."
Así llegó también el tema de la emigración,
exilio o diáspora, término aún en disputa, que es
hablar también de división en las familias. "No hay familia
cubana que no lo esté sufriendo. En mi familia pasa. ¿Verdad,
Rojas?", dice y palmea al funcionario del Ministerio de Cultura a su lado,
Fernando Rojas. Este asiente. Claro, su hermano Rafael Rojas, radicado
en México, es un intelectual de lo que llaman el exilio. Este último
dirige la revista Encuentro, uno de los espacios de la disidencia
cultural cubana más importantes fuera de Miami.
Este tema de la diáspora, dice Silvio Rodríguez,
lo aborda él en su canción Alas de colibrí,
en cuya letra propone fundar un partido de los sueños donde quepan
todos los desplazados.
Alguien de la prensa le pregunta que si no lo da pena
el problema de las jineteras de La Habana:
"¿Y cómo no me va a dar vergüenza?",
responde. "Mi padre, que en gloria esté, fue autor de un plan de
rehabilitación para prostitutas en los primeros años de la
revolución. A través de los comités de defensa de
la revolución se concentraba a esas muchachitas, guajiritas que
por cientos trabajaban en el malecón empujadas por la pobreza, a
talleres. Yo asistía a esos talleres. Ahí se les enseñaba
a leer, se les enseñaba a manejar autos para que fueran taxistas,
se les integraba al proceso productivo. ¿Cómo no me va a
dar vergüenza y a doler que ahora vuelva el problema, generado por
el bloqueo y la agresividad de Estados Unidos contra la economía
de mi país?"
Otra pregunta indagó si él, en algún
momento, había padecido la censura. Dijo que sí y contó
una parte de su vida:
"Fue en el 67. Yo estaba en el ejército, terminando
mi servicio militar. Además me dedicaba a dibujar caricaturas, hacía
una tira cómica para la revista del ejército. Pero me gustaba
cantar y componer. Sólo cantaba frente a mis compañeros.
Un día un amigo me presentó a una muchacha que también
componía. Nos hicimos amigos y nos sentábamos a cantar en
la entrada de su casa. Yo no sabía que su papá era director
de la orquesta de la televisión. Me escuchó un día
y me invitó a tocar en la televisión. Yo no tenía
ni idea de lo que era un escenario. Es un poco como la historia de la cenicienta."
La historia terminó poco después. Silvio
llegó a conducir un programa de música en la televisión.
Pero cierto día le comentó a su jefe que a él le gustaban
los Beatles, tabú para la ortodoxia revolucionaria de la época.
Fue despedido. Se esfumó el sueño de la cenicienta y empezó
sus carrera de cantautor. Años después, concluyó,
su afición a los Beatles -la suya y la de toda una generación-
fue reivindicada con la instalación de una bella estatua de John
Lennon en un parque de El Vedado.