Luis González Souza

Regreso a casa

Las raíces son las raíces. Eso solía decirles a los amigos de Nueva Orleans, allá por principios de los años 90, cuando no entendían por qué quería yo regresarme a México, en lugar de vivir en el paraíso estadunidense. Hoy vuelvo a decirlo: las raíces son las raíces. Y por eso, finalmente, es que regreso a México. Pero para ser honestos, también hay muchas otras razones.

Todos tenemos la obligación de informar. No sólo es obligación del gobierno, sino también de los ciudadanos, máxime cuando ocupamos, como en este caso, alguna tribuna como esta. Por eso, también, informo de mi regreso a casa.

Vietnam es, y lo será más, un país muy interesante. Vivir en él, así sólo fueran cuatro meses, fue toda una experiencia. Ahí, insistimos, se está abriendo una genuina tercera vía: ni socialista rígida ni capitalista neoliberal. Más bien, una inteligente combinación de la economía centralmente planificada y de las energías liberalizadoras del mercado. Su cultura de digna resistencia sigue ahí, pero viendo para adelante, para el nuevo futuro, y no para atrás con rencores y resentimientos. Hay brújulas y changarros por doquier, pero también hay la firme y generalizada determinación de construir un país mejor, y más justo para todos. Aquí sí tiene asidero real la filosofía changarrera de Fox. Pero no sólo en la verborrea, sino esquina tras esquina.

Aquí también hay un fuerte nacionalismo, pero afirmativo. De muchas potencias extranjeras hay que cuidarse, pero con la confianza siempre en las fuerzas propias. Hacia todos lados hay que abrirse, pero no a lo tonto, sino con una visión inteligente de la famosa globalización. Aquí la mujer -lo dijimos en un artículo específico- aparece por todos lados, pero con poder tan propio como real.

Los tratadistas hablan de los tigres (Hong Kong, Corea del Sur, Taiwán y Singapur), apenas adelante de los jaguares del sureste asiático (Malasia, Indonesia, Tailandia y Brunei). Ahora habrá que agregar a los leones, los líderes de todos ellos. Y Vietnam será el primero y más fuerte de esos leones. Esa es nuestra apuesta, basada en el aprendizaje directo de estos últimos meses. Aprendizaje no sólo en Vietnam, sino también en Malasia, "realmente Asia", como dice la propaganda.

La salud (física y emocional) también nos falló. Si el zar contra los nacionalismos se propuso tronar, no sólo el chicote, sino también familias, en este caso sí lo logró. Hoy regreso a México peor que nunca: sin salud, sin libros y, para colmo, sin familia. Pero es poca cosa, por ejemplo, con lo que todos los días sufren los pueblos indios de México. De modo que "arrieros somos... y en la lucha seguiremos". Seguramente dando clases y escribiendo, pero no necesariamente en la "ciudad de la esperanza".

Esta vez, muy probablemente, seguiremos buscando nuestras raíces, pero las más profundas. Tal vez en Chiapas, en Yucatán, en Michoacán, o en la propia Cuba, primer exponente y abrevadero de la dignidad latinoamericana, gústele a quien le guste, pésele a quien le pese. El destino dirá. Por nuestra parte, aquí acaba nuestro decir.

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