LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Gabriel Orozco
Retrato a dos voces del artista
Original experiencia narrativa
PARA FORTUNA DE los espectadores de la muestra, la representación mexicana es una cinta de calidad indiscutible. No una comedia light, ni tampoco un drama tremendista; no la enésima consagración de un ego, ni los barnices artísticos de la rutina argumental. Quienes piensan que el cine mexicano es incapaz de renovar sus ficciones, de incursionar en nuevos lenguajes y deparar sorpresas, tendrán que considerar la opción que representa el trabajo documental de nuestros mejores realizadores -la labor de Juan Carlos Rulfo (Del olvido al no me acuerdo), la de Carlos Bolado (Bajo California, el límite del tiempo- de ficción y documental entrelazados) la estupenda extravagancia de Jorge Bolado (Segundo siglo), y hoy, vigorosamente, la aventura de Juan Carlos Martín: Gabriel Orozco, retrato a dos voces del artista conceptual nacido en Jalapa, avecindado en París, Nueva York o Frankfurt, residencias temporales de sus instalaciones, o en Oaxaca y la ciudad de México, paradas obligadas en su irrefrenable vocación de artista nómada.
JUAN CARLOS MARTIN, joven egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica, realizador de cortos musicales y publicidades diversas, propone en su primer largometraje Gabriel Orozco, un proyecto fílmico documental (primera propuesta de título), una experiencia narrativa original: seguir al artista en sus desplazamientos por las grandes urbes donde expone su trabajo, filmar sus conversaciones, registrar sus declaraciones, a menudo aforísticas (''la vocación del arte es provocar una plenitud espiritual en sus espectadores; el estilo es un accidente; lo poético sucede cuando se abandona la expectativa de encontrarlo"), describir sus métodos de trabajo -desde la recolección de objetos hasta su ensamblaje y combinación en instalaciones insólitas-, y situar al personaje en el contexto doble de la creación artística y de su recepción a escala internacional.
LO NOTABLE ES la ausencia en la cinta de todo propósito didáctico, el distanciamiento frente al chovinismo cultural, y la fusión de dos lenguajes -el audiovisual y el plástico- en un mismo impulso expresivo, lleno de humor y desenfado. Gabriel Orozco resume en 80 minutos de entrevistas virtuales (en rigor, pláticas entusiastas) las inquietudes que comparten los dos artistas, amigos de largo tiempo, cómplices en su modo de aprehender la realidad y devolverla, transformada, a un público que idealmente debería ser el mismo, de la galería de arte a la sala de cine.
ESTE DESDOBLAMIENTO (alter ego intercambiable) tiene momentos afortunados en el cine (acaso Picasso/Clouzot; Miotte/Raúl Ruiz; Dalí/Buñuel), y revitaliza aquí la labor documental señalando una correspondencia de formas artísticas, no por evidente menos estimulante. Es responsabilidad de distribuidores inteligentes y de un público, a su vez cómplice, que un trabajo tan notable pueda multiplicar su número de destinatarios, para placer de todos, y para mayor provecho del cine mexicano.