La mayoría asistió por encargo
del profesor
Nuevo récord en la feria infantil: 350 mil visitantes
Familias aprovecharon para hacer día de campo
en el CNA
RENATO RAVELO
Por segundo día consecutivo se rompió en
la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil la marca de asistencia
máxima de otros años, de 59 mil personas, en el cierre de
la 22 versión del encuentro, que este fin de semana convocó
a 130 mil niños y adultos, quienes acudieron a rozarse por un momento
con la materia que da peso a pensamientos y memorias.
Para
desmentir que estas cifras refieren un éxito del impulso a la lectura,
cabe señalar que de cada 10 grupos de asistentes, según se
observó, acaso uno cargaba la bolsa de la editorial con el libro
o el juego comprado. La mayoría acude a ese roce que implica hacer
la tarea o una fila de dos horas para ser uno de los 15 mil asistentes
a talleres, o bien, ser de los 9 mil privilegiados que escucharon cuentacuentos.
Para ellos el paseo fue un día de campo con mayonesa y pan del osito,
como si estuvieran en el Bosque de Chapultepec.
Aunque bien vista, la feria es un bosque y así
se explica cómo los árboles, de los que salió la mayor
parte del papel de los 50 mil títulos de los 385 fondos editoriales,
atraen a visitantes de bosques en busca de misterios -la mayor preferencia
infantil-, de historias, de caperucitas y de ese regreso al paraíso
de la niñez. Rigoberta Menchú, por ejemplo, en su regreso
a la infancia que es Li Mi'n una niña de Chimel, vendió
alrededor 430 ejemplares en estos días, cuenta Mari Mendoza, de
Alfaguara Niños, empresa que alcanzó el medio millón
de pesos en ventas.
Y, como en todo bosque, hay claros y aglomeraciones, como
las que provocaron los maestros que dejaron a sus alumnos listar 100 títulos
de libros como quien va al museo a copiar las fichas del lobo estepario,
pero ni por error compra la obra de Hesse. A otros le dio la puntada de
encargar la asistencia a dos talleres: se tuvieron que improvisar justificantes
de falta de cupo. Por cierto que, según revela Esteban Jiménez,
la obra Sé un adolescente feliz ayudó a Alfaguara,
junto a La reina del sur, a rebasar el sábado los 20 mil
pesos en ventas. Este día, por cierto, quedó para la feria
como la nueva marca con 70 mil asistentes.
El espacio insuficiente para los 60 mil asistentes del
domingo provocó un bosque de adultos que, cual osos, caminaban dejando
primero todo el peso en un pie para luego cargarlo al otro. Imposible pensar
en acceso a minusválidos, incluso sin tanta aglomeración,
ya que el Centro Nacional de las Artes carece de rampas. Editores pusieron
un buzón para quejarse, ya que de las 170 visitas organizadas a
escuelas, las que hicieron niños o adultos con discapacidad no contaron
más que con el elevador del estacionamiento.
Para los editores hubo ventas variables. El Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes vendió 60 mil pesos el fin de semana,
Norma difícilmente rebasará los 115 mil pesos de 2001. Alvaro
Valdés quien distribuye los libros de Cuba, al que se le facilitó
gratuitamente un stand, estima sumar 70 mil pesos de venta de libros, discos
y camisetas del Che.
Unas calcomanías con el lapicito, como conocen
los niños al logotipo de la feria, fueron sin duda el éxito
de temporada por encima de Harry Potter, Menchú, La Edad de Oro
de José Martí, los rebajados Cuentos de Anderson de
editorial Castillo a 60 pesos el volumen o la autobiografía de quien
regresó a su infancia en Vivir para contarla. Al mediodía
del domingo se habían vendido, a razón de 5 pesos la hoja,
cerca de 70 mil.
Las 350 mil personas que visitaron la feria demostraron
en todo caso que el misterio continúa: en un país de bajos
índices de lectores cada año, un puñado se acerca,
en un ritual en el que parecieran dispuestos por fin a meterse de lleno
al bosque a buscarse entre los libros.