INFORMADORES, NO INFORMANTES
Acorralada
por su propia ineficiencia para resolver las historias delictivas más
escandalosas de la presente coyuntura, la Procuraduría General de
la República (PGR) del "gobierno del cambio", dirigida por el general
Rafael Macedo de la Concha, ha optado por hostigar a los informadores que
dan cuenta a la sociedad de tales historias. Enfrentados a pesquisas como
las relacionadas con el llamado Pemexgate y los procesos judiciales contra
Raúl Salinas de Gortari,
los empleados públicos que, al menos en teoría,
tendrían que estar a cargo de la procuración de justicia
-agentes del Ministerio Público, fiscales especiales, comandantes,
agentes policiales-, pretenden abreviar su trabajo presionando a los periodistas
de esta casa editorial y de otras entidades informativas para que revelen
sus fuentes y traicionen el secreto profesional, que es una de las obligaciones
-y también uno de los derechos- esenciales en el desempeño
de su tarea.
De esa manera, funcionarios y empleados de la PGR no sólo
ponen de manifiesto su ineptitud, sino que atropellan derechos y garantías
consagrados en la Constitución y en diversos instrumentos internacionales
-Convención Americana de Derechos Humanos, Declaración Universal
de los Derechos Humanos, Pacto Internacional de los Derechos Civiles y
Políticos y Declaración Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre-, así como las libertades de expresión y opinión,
además del derecho al trabajo.
Adicionalmente, los servidores públicos referidos
dejan en evidencia su deplorable ignorancia sobre las respectivas funciones
sociales de periodistas y policías. El trabajo de los primeros no
consiste en ayudar a los segundos, sino en ofrecer al país una relación
de su propio acontecer. Cabría esperar que un funcionario de primer
nivel, como Macedo de la Concha, tuviera clara la diferencia entre un informador
y un informante.
Ante la frecuencia, el tono y la impertinencia con que
han ocurrido los hostigamientos referidos, los reporteros de La Jornada
que han sido víctimas de tales abusos han presentado a la Comisión
Nacional de Derechos Humanos (CNDH), presidida por José Luis Soberanes,
quejas contra el procurador, contra varios de sus colaboradores cercanos
y contra otros funcionarios y empleados de la PGR.
En una respuesta inicial, el ombudsman señaló
que los abusos mencionados coartan el derecho profesional de los periodistas
y ponen al descubierto investigaciones deficientes y carentes de medios
para obtener las pruebas y evidencias requeridas. Asimismo, el titular
de la CNDH destacó que "si conductas como las referidas las comete
una autoridad, llevan una carga de intimidación y acoso" y se comprometió
a "hacer uso de todas las facultades que la ley le confiere para evitar
que se afecten de esa manera los derechos humanos" de los informadores.
Es deseable que la CNDH emita una recomendación
formal a la PGR para que sancione a sus empleados intimidadores y prepotentes,
y se abstenga, en lo sucesivo, de acosar a periodistas; no se trata sólo
de preservar la vigencia de los derechos humanos: también de restituir
el sentido común en el desempeño de una institución
que no fue concebida para molestar a los informadores, sino para contener,
detener e inculpar correctamente, y con apego a derecho, a los delincuentes.