Angeles González Gamio
Santa Paula švive!
En los escritos de los antiguos cronistas con frecuencia lee uno sobre el panteón de Santa Paula, muchas veces acompañado de una foto que muestra una elegante y lujosa tumba rodeada de árboles. Estuvo situado en el rumbo de Santa María la Redonda, a la altura de la plaza Garibaldi.
Las crónicas cuentan que fue establecido formalmente hacia 1784, aunque operaba desde 1779, año en el que la viruela volvió a diezmar ferozmente a la población, particularmente a la de bajos recursos. El hospital de San Andrés, dueño del cementerio, dispuso un espacio especial en la orilla para los que morían de la epidemia y evitar en lo posible el contagio a través del aire, que pensaban que esparcía la enfermedad. El sitio contaba con una bella capilla, consagrada al Salvador, y 35 sepulcros para personas pudientes que por humanidad quisieran ser enterradas ahí. No era un cementerio público: durante muchos años sólo fueron sepultados los pacientes del hospital de San Andrés. Uno de los benefactores más importantes del nosocomio, don Manuel Romero de Terreros, pidió ser sepultado en el lugar, rodeado de la gente a quien siempre buscó socorrer; entre otras obras pías, fundó el Monte de Piedad.
En 1836, ya en el México independiente, fue declarado cementerio general y todas las personas que morían en la ciudad de México tenían que ser enterradas en él. Unos años más tarde surgieron otros panteones, pero Santa Paula se volvió el de moda. Entre quienes buscaron ocupar un sitio en ese lugar, aun adelantándose a su momento final, estuvo Antonio López de Santa Anna, quien dispuso que la pierna que había perdido en combate, en 1838, fuese sepultada en Santa Paula, en solemne ceremonia a la que acudió numeroso público; dos años más tarde el mismo pueblo profanó la tumba y arrastró la pata por toda la ciudad.
Esta fue la última morada de doña Leona Vicario, quien, por cierto, vivía en una bella casona que todavía existe, en la plaza de Santo Domingo. Otros huéspedes distinguidos fueron varios combatientes de la defensa del Molino del Rey y del Castillo de Chapultepec, durante la invasión estadunidense de 1847; entre otros, Lucas Balderas y Felipe Santiago Xicoténcatl.
A mediados del siglo XIX el cementerio fue decayendo y en 1869 el gobierno capitalino ordenó su clausura. El crecimiento de la ciudad fue devorándolo, subsistiendo milagrosamente la linda capilla y su plazuela frontal, hasta que finalmente con la ampliación del Paseo de la Reforma, en 1963, la piqueta barrió con esos últimos vestigios, con lo cual dimos por muerto todo lo relacionado con el otrora famoso panteón de Santa Paula y sus alrededores.
Pues resulta que no... el rumbo está inserto en la colonia Guerrero, que nació en 1874, la cual a su vez está compuesta por barrios, siendo uno de ellos precisamente Santa Paula, del que sus habitantes afirman que "es el más significativo de la Guerrero". Resulta increíble conocer que hasta los años sesenta del siglo que acaba de concluir, la plazuela y la capilla eran conocidas como El Parque y fue sitio de reunión de muchachos del barrio que formaron un equipo de futbol y una entrañable hermandad que se conserva hasta la fecha.
Los habitantes de la zona expresan con orgullo que viven en el barrio de Santa Paula y defienden sus tradiciones; una de ellas es reunirse cada 20 de noviembre en el templo del pozole guerrerense de la ciudad de México. Ese lugar, del que hemos hablado, escondido en un edificio de la calle de Moctezuma 12, a unos pasos del Eje Central, casi enfrente de Garibaldi, la familia Alvarez Garduño prepara esa suculencia gastronómica desde hace dos generaciones, con el máximo rigor, descabezando grano por grano de maíz, lo que lo hace además de exquisito absolutamente digerible.
Los muchachos del barrio, ahora cincuentones, siguen recordando su principal hazaña futbolera: en 1956 le ganaron al šNecaxa!; también añoran las posadas y el boxeo, en el que tuvieron uno que otro campeón y continúan cantando el son guelemoles: "Qué bonito es el sol de mañana, al regreso a la capital. Ay, qué linda se ve Santa Paula cuando van corriendo detrás del balón. šYa se ven la capilla y el parque y los vagos vienen hacia mí! šDesde el cerro de La Villa se divisa Santa Paula cuando empieza a amanecer..." Y una vez más nos maravillamos de la supervivencia de tradiciones en los viejos barrios de la capital, a pesar de las múltiples agresiones urbanas que los dividen y mutilan con ejes viales y periféricos; eso nos habla de un poderoso sentido de identidad y pertenencia que debemos preservar. šViva Santa Paula!