Juan Saldaña
De seguridad nacional
Las recientes acciones del gobierno de Vicente Fox en materia internacional, aunque salpicadas jocosamente por algunos localismos intraducibles por cierto para los europeos, como aquello de que el Presidente ha tomado la decisión histórica de retirarse a su rancho una vez concluída su alta misión, tales acciones políticas, en fin, han despertado sin duda la general aprobación, porque tanto en Los Cabos como en Europa hemos asistido los mexicanos a una retoma de conciencia y a una confirmación de las bondades de nuestra tradicional política exterior.
Pero los signos de júbilo no deben ocultar el volumen y la importancia que continúan presionando al gobierno y a la nación con el peso específico de la cuestión central del país en el entorno contemporáneo. Me refiero a la hipótesis sin solución hasta la fecha de nuestra seguridad nacional.
Y es que este planteamiento surge tercamente ante cada presencia de México en acciones internacionales, sin descontar las determinantes internas que conforman la problemática de nuestra seguridad como país.
El carácter de nuestras relaciones con los vecinos del norte ha venido sufriendo sensibles transformaciones. Más allá de las últimas tomas de conciencia del gobierno mexicano que aquí hemos reconocido, cabe apuntar que subsisten las cargas peligrosas en nuestra relación al norte. Los lazos económicos con Estados Unidos continúan evidenciando esa integración desigual para cuyo equilibrio, pactos y acuerdos bilaterales constituyen, en la práctica, largos pliegos de letra muerta.
Los rezagos en la relación se agravan todos los días. Las políticas en materias decisivas como las inversiones extranjeras, las finanzas, el comercio, la situación laboral e, incluso, la diplomacia y la cultura se desarrollan en terrenos minados, deteriorados, preocupantes.
En este mismo espacio hemos planteado el concepto de la seguridad nacional en ese enfoque integral que hoy distinguen los especialistas. Un planteamiento que va desde la macroeconomía hasta la situación de nuestros trabajadores migratorios; que distingue a la integración económica, bis a bis, de aspectos de soberanía nacional y derechos humanos. Que concibe, pues, a nuestra relación con Estados Unidos como expresión soberana condicionada por nuestra vecindad. Reconocemos, claro, la condicionante geográfica, pero nos pronunciamos en contra de que la desigualdad evidente en el desarrollo de ambos países se traduzca en opresión.
Es menester reconocer que nuestra política exterior signada por los principios indeclinables de soberanía, autonomía y respeto entre las naciones requieren de un ajuste que las actualice. Que las ponga al día. Sin peligro de vulnerar nuestros principios, estamos obligados a reconocer que el mundo vive tiempos nuevos. El mundo cambió. Debemos cambiar sin claudicar. Y de ahí parte, precisamente, el esquema a que se enfrenta la gestión de Vicente Fox. Más allá de verbalizaciones domingueras, los hombres del Presidente tendrán que haberse planteado ya la urgencia de contar con el gran plan organizador de la seguridad nacional.
Los hombres del Presidente deben haber previsto ya los alcances y las capacidades del liderazgo político de Fox. Deben saber ya si éste es capaz de enfrentar, por ejemplo, una agresión externa y no sólo porque nuestras fuerzas armadas cuenten con previsiones y programas, sino por la capacidad de definir una respuesta nacional integral. Los hombres del Presidente tienen que haber inventariado ya la relación y la jerarquía de nuestras alianzas en el exterior y, de manera consecuente, debemos contar con el inventario de nuestras fortalezas internas.
Los ciudadanos de este país no tenemos claro, estoy seguro, la manera en que el gobierno federal haya decidido enfrentar el terrible problema de nuestra seguridad interna. La seguridad de los ciudadanos. La seguridad de las familias, de los niños, de las mujeres. No conocemos, pues, el plan integral con que el gobierno haya decidido enfrentar al crimen organizado que, al margen de relatorías y charlas con la prensa, constituya un esquema maestro, válido para enfrentar al crimen en todos los confines del país. El gobierno de la ciudad de México ha hecho ensayos plausibles, con el señor Giuliani o sin él, pero esto muy poco tiene que ver con el plan maestro que ofrezca soluciones a las grandes interrogantes de nuestra seguridad nacional. Los problemas del tránsito urbano, la venta ilegal de partes y accesorios de autos, la violencia, el narcotráfico, la marginación con sus múltiples manifestaciones, el paulatino abandono de los problemas del agro, el desempleo, la subalimentación en ciertos aspectos, las deficiencias en la administración del transporte urbano e interurbano, en fin, casi todo lo que le pasa a los mexicanos, es tocado plenamente o muy de cerca por las carencias en materia de seguridad nacional.
Estoy seguro que al retorno de los burdeos, los borgoñas y una que otra declaración de intraducible sabor doméstico, el Presidente de México acelerará el tratamiento de nuestra seguridad nacional, Más vale. Sólo faltan cuatro años escasos.