Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 17 de noviembre de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas
  >

Política
CUMBRE IBEROAMERICANA

Marcos Roitman Rosenmann

Gobernantes al borde de un ataque de nervios

De las cumbres a los abismos de la mediocridad. Otra más... Regularmente se preparan los faustos del ritual que convoca a presidentes de gobierno y jefes de Estado de la comunidad iberoamericana a reunirse para mantener encuentros fundados en la hermandad y las buenas maneras. Banderas izadas, pomposos discursos de bienvenida, calles rebosantes de niños con banderas gritando al paso de las comitivas sintetizan la algarabía de una reunión entre amigos. Cenas, comidas, desayunos, reuniones bilaterales, trilaterales o plenarias. Tiempos de entrevistas, de comunicados y declaraciones. Periodistas ansiosos de tener una exclusiva. Nuevos presidentes a los que se acoge. Despedidas a quienes culminan sus mandatos. Risas, dolores de cabeza, úlceras, cocteles, acidez estomacal y mucha "sal de frutas". Todo ello en tiempo récord. Una parafernalia donde no se deja nada a la improvisación, en particular lo concerniente a la seguridad, ahora que el fantasma del terrorismo, identificado en Osama Bin Laden, puede aguar la reunión.
ptc14-103842-pih
El camarote de los Hermanos Marx no es una buena comparación, aunque por el tumulto y el ruido generado no tiene nada que envidiar a las cumbres iberoamericanas. Pero hay una salvedad. Las cumbres no están destinadas a causar risas, hacer fotos de familia, dar apretones de manos e intercambiar tarjetas de visita, sus fines son otros. Se trata de alcanzar acuerdos políticos orientados a la solución de los problemas más acuciantes en la región. Tal vez me equivoco. Quizás los objetivos sean otros. Intereses menos altruistas que se negocian en las habitaciones y en las suites privadas de los hoteles mientras la opinión pública duerme y no se entera.

Ahora bien, si somos optimistas y pensamos que la voluntad de reunirse colectivamente es buscar soluciones a los problemas más acuciantes, todavía nos queda un largo trecho por caminar. Seguramente, para la casi totalidad de presidentes y el monarca español, excepción hecha de Cuba y Venezuela, el problema más grave que enfrenta América Latina reside en superar los obstáculos y romper las resistencias para poder trasformar el subcontinente en un macroespacio donde construir un supermercado común. Una superficie donde las transnacionales y el capital financiero puedan campar a sus anchas para que bancos e instituciones de crédito como el Santander Central Hispano, el Bilbao-Vizcaya Argentaria o Banesto convivan con Telefónica, Repsol o Dragados y Construcciones en calidad de comparsas de las empresas japonesas, estadunidenses y europeas. Una bacanal no en honor a Baco sino al dios dinero. Ebrios de poder se dejan llevar por la mano invisible del mercado que les depara un orden espontáneo basado en el lema de que vicios privados hacen virtudes públicas. Libertad para explotar y empobrecer el ambiente, así como para disponer de una mano de obra barata, ese es el objetivo a cumplir. Sólo de esta manera se comprende la algarabía que produce en empresarios y banqueros la celebración de las cumbres. Es buen momento para imponer sus propuestas a políticos tecnócratas ávidos de protagonismo mediático.

La orgía del libre mercado se presenta como la gran salida a los problemas de hambre, miseria y desigualdad. El cuerno de la abundancia se llena con el advenimiento del Area de Libre Comercio de las Américas o el Plan Puebla-Panamá. Todo tiene que estar dispuesto para la nueva era de progreso. Los presidentes se sienten satisfechos y se emborrachan de palabras grandilocuentes.

Lamentablemente para sus fines, siempre en estos banquetes hay invitados que desentonan. El llamado a la conciencia y el compromiso ético es un recordatorio de mal gusto. La estrategia es el aislamiento, la descalificación o ignorar su presencia. Seguramente para evitar exabruptos, malos modos y actitudes histéricas con presidentes al borde de un ataque de nervios, el mandatario de Cuba decide con buen criterio no presentarse. Una forma digna de mostrar su disconformidad con la dirección que toman las cumbres. Más allá del cariño que pueden sentir los pueblos por la revolución cubana, la posición de no comparecer debe entenderse no como un desaire, sino como una protesta frente a la superficialidad y la frivolidad del ritual. Sin embargo, Cuba, por responsabilidad y también por cortesía no rechaza la invitación, su vicepresidente encabeza la delegación. Sin duda, nadie se marchará de la mesa, todos asistirán impávidos al discurso; pero como siempre sus argumentos y llamados a la justicia social serán desestimados cayendo en saco roto. Aun así se acude. Gesto que dignifica. En este orden de cosas, también nos encontramos con la descalificación realizada por mandatarios en activo al presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez. Baste recordar que desde España, el gobierno del Partido Popular en complicidad con el Partido Socialista Obrero Español apoya el proceso de desestabilización política del gobierno constitucional venezolano. Su compromiso con el fallido golpe de Estado encabezado por empresarios, la patronal, los sindicatos amarillos y los partidos políticos tradicionales, organizaciones fuertemente cuestionadas por la sociedad civil venezolana, está fuera de toda duda razonable. Dos hechos a los cuales se pueden sumar la actitud hostil de muchos presidentes a Venezuela, Cuba y, desde luego, pronto a Brasil tras el triunfo de Lula.

Las cumbres representan una América Latina decadente, cuyos responsables políticos están ensimismados en descubrir cuál es el mejor modo de renunciar al ejercicio de la soberanía para así poder justificar sin sentimiento de culpa la entrega del país al capital trasnacional. Hoy la cumbre no suscita ni en España un titular de primera página en El País. No olvidemos que fue España la partera del proyecto. Su nacimiento fue entendido como acto de afirmación imperial de una España fatua que celebrara el quinto centenario de la Conquista y del etnocidio de América. Con un planteamiento grandilocuente y recuperando la idea franquista de una sociedad iberoamericana de naciones, maquilló su proyecto y lo modernizó hasta convertirlo en un evento legitimador de una España monárquica, cuyo principio de ordenación democrática se trasladaba al continente latinoamericano con la esperanza de recuperar su influencia perdida. Proyectada por sus dirigentes posdictadura como modelo de democracia, de pactos, de gobernabilidad, vende esta imagen en la región. La realidad es otra bien diferente. Tras una capa de modernidad emerge una España profunda, donde el caciquismo y las tradiciones autoritarias son demostración de una cultura provinciana anclada en los valores del franquismo sociológico que subsisten en las figuras de los presidentes de gobierno que han participado en las cumbres iberoamericanas, pero que se extiende a la mayoría de los presidentes latinoamericanos que frívolamente asientan y bailan al son que marcan la España y el Portugal comunitarios. Unicos interesados en preservar las cumbres para beneficio propio. Tal vez pronto tendremos que cantar un réquiem por ellas.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año