Olivier Todd
André Malraux. Una vida
En estos días empezará a circular en México el libro André Malraux. Una vida, escrito por Olivier Todd, quien antes publicó biografías periodísticas de Jacques Brel y Albert Camus. Editado en Francia el año pasado en el contexto del centenario de Malraux, este volumen de 745 páginas coincidió con la aparición de por lo menos otras cuatro biografías del autor de La condición humana y despertó amplia polémica por su intención ''desmitificadora". En particular, Todd hace alusión a una supuesta mitomanía malrauxiana en cuanto a que, asegura el biógrafo, en realidad no luchó en la Resistencia ni en la Guerra Civil española, robó piezas arqueológicas e incurrió en algunas otras imposturas. El debate verdadero subyace en la cruenta lucha de las ideologías. En tanto, la investigación del biógrafo alimenta reflexiones valederas y aporta elementos esenciales para la discusión en torno de una figura señera de la cultura occidental. Como adelanto para nuestros lectores y con autorización de Tusquets, ofrecemos un fragmento de esta polémica novedad bibliográfica
En 1996, las ceremonias del ''traslado'' de las cenizas de Malraux al Panteón fueron republicanas, sin que faltara el boato. Maurice Schumann tomó la palabra en primer lugar. Con la voz cascada y cautivadora, el senador y académico que fue diez veces ministro desgranó un discurso a la moda, citando a Sartre y a Heidegger, tendiendo puentes entre las familias francesas. Malraux y De Gaulle, proclamó, estaban de antemano ''destinados a volver profético todo lo que tocaban". En privado, descubrí a un Maurice Schumann menos tendente a lo que Marx llamaba los ''batiburrillos eclécticos".
A continuación intervino Chirac. Frente al catafalco, la retórica del presidente fue parca. Chirac y Christine Albanel, su asesora, habían elegido el vocativo. Ante un muerto, el vocativo presenta pocos inconvenientes; se obtienen ecos, no respuestas: ''André Malraux... Eres el hombre de la inquietud, de la búsqueda, el que traza su propio camino... Estarás entre aquellos que han hecho suya la injusticia del mundo..." Chirac hizo un canto a la presciencia de Malraux: ''Tu denuncia del totalitarismo soviético, cuya lógica habías comprendido muy pronto, te ha valido el ostracismo de la izquierda, mientras que tus compromisos pasados le parecen subversivos a la derecha". ƑMuy pronto? Aquella tarde, Malraux no parecía ni de derecha, ni de centro, ni de izquierda. Era de otra parte, como lo exigía la vulgata neogaullista.
En el curso de aquel ''traslado" televisado -después del de Jean Moulin-, los franceses podían comulgar. ƑQuién iba a ''quedar mejor" en el panteón 6 que Malraux, con Moulin y Monnet? ƑNo conciliaba aquel hombre acción política y militar, pensamiento artístico y filosofía? En su oración fúnebre, Chirac propuso la unanimidad en el patriotismo de los bellos gestos y de las bellas letras. En Francia -aseguran ciertos malévolos-, ciudadanos y gobernantes veneran a sus dirigentes políticos más de lo que los siguen, y los franceses hablan más de los escritores de lo que los leen. Malraux merecía quizá algo distinto y mejor que aquel embalsamamiento. En la primera película de Santelli, Malraux estaba allí de pie, en el Panteón, vivo. Sus allegados pensaban que no habría aprobado su ''traslado". ƑMejor que el Nobel? El asunto del Panteón decía más de la sociedad francesa que de André Malraux. El escritor no es el único responsable de su leyenda, escuchada a las puertas de la Historia (...)
A su vez, Malraux otorgaba a De Gaulle la patente del talento literario. El general podía sentirse más tranquilo gracias a los elogios de Malraux, príncipe bueno y justo a quien instaló gustosamente en 1945 en la Academia Francesa, junto con Aragon, Claudel, Bernanos y Gide.
Al incluir a Malraux en sus gobiernos, Charles de Gaulle, presidente, padre y colega, hacía una inversión: atraía a algunos electores. En 1947, en la RPF, Malraux garantizaba el ''antifascismo", pero iba a perder durante algún tiempo su reputaión de hombre de izquierda en su familia de origen.
La llegada de las ''cenizas" de Malraux al panteón fue el equivalente del último gran desfile de la izquierda: el entierro de Sartre en el cementerio de Montparnasse en 1981. Chirac reunió a las familias espirituales del país. El presidente concedió el carnet de antiguos combatientes a los supervivientes franceses de las Brigadas Internacionales, menos de una veintena. Había podido condecorar con la Legión de Honor, a título póstumo y militar, a Claude y Roland Malraux, verdaderos resistentes. Estos hechos no prescriben. ƑPor qué no, además, una Rue Claude y Roland Malraux, contrapeso de los innumerables colegios, plazas, bibliotecas, centros culturales, calles, espacios dedicados a André Malraux?
La sociedad francesa segregó un Malraux legendario que perdura más allá de la celebración del Panteón. Los errores relativos al hombre se pasan a limpio y se enquistan. En 1996, Pascal Vacher, tan catedrático como Pompidou, y doctor en letras por añadidura, en un pequeño clásico titulado La condición humana, perfil de una obra, publicado esta vez en Hattier, re-presentó, entre otras ideas tópicas, la del suicidio del truculento abuelo Al-phonse. En la misma línea que Chirac en el panteón, Vacher -Ƒconfuso?- afirma que el escritor, en Camboya, ''desprendió siete estatuillas de un bajorrelieve". Chirac decía ''tomó muestras" (...)
Al ayudar al escritor a edificar su estatua, Francia mejora mucho: con Malraux, no sólo resistimos, liberamos París y Estrasburgo, sino que ayudamos a la España republicana, somos de izquierda y de derecha, Sartre y De Gaulle casi se van a vivir juntos, Francia entera, divergencias zanjadas, reconcilia la acción y el sueño. Y además, nuestro país no es ya una gran potencia geopolítica, pero queda un poder intelectual; así que un escritor, personalidad genial, bien vale unas cuantas mentiras, normalizaciones del texto dirían los filólogos, y la misa laica del panteón.
Hay que escudriñar, adaptar, localizar bajo el hombre al escritor despojado de su teatro y descubrir sus tragedias. Este personaje desconcertante no quería tener un destino mediocre y se creyó obligado a corregir, a metamorfosear mediante las palabras. Dejó que el militante, el guerrero, tan aplicados en él, prevalecieran sobre el escritor. Al final de su vida, estaba tan ebrio de sí mismo como de palabras. Su vida alimenta y a menudo devora su obra.
ƑPero dónde estaría la obra sin esa vida?
Camus le recomendó la lectura de los poemas de Jean-Paul de Dadelsen, que escribió:
Hemos nacido para pertenecer a
nuestra época
No para sustraernos a ella.
Malraux intentó pertenecer a su época. Hijo de Barres, bisnieto de Chateaubriand, Ƒle fue mejor que a ellos en su carrera no literaria? "Qué novela ha sido mi vida", decía, como Napoleón. ƑQuién lo negaría? Para mí, sus dos mejores novelas siguen siendo La esperanza, híbrida, llena de fuerza, y su vida, asombrosa, encabritada.