Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 8 de noviembre de 2002
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Política

Jorge Camil

ƑCon dulzura?

El título de un artículo aparecido en The New Yorker el pasado 14 de octubre es sumamente revelador: "Condoleezza Rice va a la guerra", insinuando que la ofensiva militar contra el terrorismo desatada el 11 de septiembre pudiese ser obra de la asesora para asuntos de seguridad nacional de Estados Unidos. Pero el subtítulo es aún más revelador: "ƑQuién ha cambiado a quién: Condoleezza Rice a George W. Bush o él a ella?" Yo siempre había sospechado que la asesora, reconocida politóloga de la Universidad de Stanford, discípula de Josef Korbel, padre de la ex secretaria de Estado Madeleine Albright, que habla ruso y francés con soltura y ejecuta al piano sonatas de Brahms acompañada por el destacado chelista Yo Yo Ma, era la eminencia gris de Bush. Y no solamente porque resulta obvio que éste no tiene ideas propias en el tema de política internacional, sino porque Rice, con un puesto bastante inferior al del secretario de Estado, tomó visiblemente desde el inicio de la administración las riendas de la política exterior estadunidense.

La confirmación de mi sospecha, sin embargo, no fue consecuencia del excelente artículo de Nicholas Lemann: vino de leer hace unos días un ensayo publicado por Rice en Foreign Affairs en enero de 2000, un año antes de la toma de posesión de Bush. "Promoviendo el interés nacional", se titula esta pieza escalofriante, escrita en 48 horas con una prosa lapidaria que anunciaba con claridad meridiana el advenimiento de la actual política exterior estadunidense. En forma precisa y contundente Rice, que entonces asesoraba a Bush en su campaña electoral, lamentaba que su país, en ausencia del enemigo soviético, no hubiese podido encontrar aún el "interés nacional". Por eso, partiendo del poderío militar y la influencia económica de la única superpotencia, la autora aseguraba que el nuevo presidente estaría en posición privilegiada para diseñar una nueva política exterior que demostrara al mundo "por qué Estados Unidos (...) está alineado del lado correcto de la historia". Sólo que el "interés nacional" promovido por la autora de este increíble ensayo, que excluye cualquier participación de valores morales en política internacional, es el ejercicio irrestricto del poder.

Hay quienes en Estados Unidos sostienen que "el apoyo de Naciones Unidas, o el de las naciones aliadas, es esencial para el ejercicio legítimo del poder", dice Rice con frialdad espeluznante, y por eso el "interés nacional" es a menudo sustituido por "intereses humanitarios" o el "interés de la comunidad internacional". Pero se pueden lograr ambos objetivos, concede antes de pronunciar una de las frases más arrogantes de su ensayo, porque al perseguir el noble "interés nacional" de Estados Unidos "se crearían las condiciones ideales para promover valores internacionales como la libertad, la economía de mercado y la paz". Con esa misma filosofía selectiva y utilitarista Rice no tiene empacho en descartar el Protocolo de Kioto como instrumento pernicioso para el "interés nacional" de Estados Unidos porque, no obstante los evidentes beneficios ecológicos, castiga a la industria estadunidense al limitar la emisión de gases nocivos. Sin embargo, cuando el lector, incrédulo y boquiabierto cree haber leído todas las manifestaciones del insolente imperialismo de Condoleezza Rice, el ensayo cierra con la exposición de lo que ahora se conoce como la "doctrina Bush" sobre Saddam Hussein. Mientras la historia marcha hacia la economía de mercado y la democracia -afirma- algunos regímenes "se van quedando de lado". Tal es el caso de Irak, cuyo líder ha empobrecido y aterrorizado a su pueblo y ahora se prepara (asegura sin probarlo) a fabricar "armas de destrucción masiva" (la frase favorita de Bush). Por eso, sin explicar la relación de causa a efecto entre la situación en Irak y el "interés nacional" estadunidense, ella recomendaba desde entonces movilizar todos los recursos de la superpotencia para remover a Hussein del poder.

Hoy, después del triunfo del Partido Republicano en las elecciones legislativas que da al presidente el control de la Cámara de Representantes y el Senado, nada impide que ese plan se ponga en acción inmediatamente. Rice es, después de todo, una mujer volcada en su trabajo (es huérfana, soltera y sin hijos) y la persona más cercana al presidente. Muchos la consideran posible sustituto de Dick Chenney en caso de relección (sería la primera mujer y la primera afroestadunidense que ocupara la vicepresidencia). Su madre, una modesta educadora amante de la música, le dio irónicamente el nombre de Condoleezza (tomado de la anotación operística que instruye a músicos y cantantes a ejecutar ciertos pasajes con dolcezza) a una mujer arrogante que con los años sería incapaz de actuar o pensar "con dulzura".

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