Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 6 de noviembre de 2002
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Política

Luis Linares Zapata

Un resquicio vital

La dilatada postración económica de México, que ya dura 20 penosos, tecnocráticos años, se ha resistido sin graves quiebres sociales y políticos del cuerpo nacional por un caudal de recursos que la economía recibe casi de manera gratuita. De no ser por esa salvadora válvula de escape, el horizonte de estabilidad forzada se vería por completo diferente.

Para el año que termina, según especialistas, se calcula que entrarán al país unos 39 mil millones de dólares (mmdd) por varios conceptos no estrictamente relacionados con la capacidad productiva de la fábrica del país para generar divisas en sus intercambios comerciales con el exterior. El mayor de ellos, aunque poniendo algo de trabajo normativo y otras facilidades menores, es el remanente que deja la maquila (19 mmdd) al recargarse en el capital y talento empresarial foráneo, importado temporalmente. Le siguen las remesas de los mexicanos expulsados (10 mmdd) y lo complementan las ventas de petróleo al exterior (10 mmdd). Juntos forman el colchón con el cual se amortiguan los disolventes efectos de enormes carencias organizativas, de imaginación conductora, de desarrollo científico y tecnológico, de ahorro, visión a largo plazo o de voluntad realizadora que han marcado ya a varias generaciones de las elites nacionales. Pero que también habla, y para mal, de la estructura y conducta de la misma sociedad: sus valores, temores, civilidad y actitudes, así como de la debilidad y estrechez de los organismos que la representan.

De acuerdo con el cálculo del FMI los requerimientos de financiamiento que buscará México para sostener su tren de vida actual alcanzan para 2003 la astronómica cifra de 62 mmdd. Eso quiere decir que si se emplearan en un solo año todas las reservas externas acumuladas (46 mmdd) todavía quedaría un gran agujero a llenarse con deuda adicional.

Sin duda un panorama nada halagador para aquellos que pretenden, como cualquier ciudadano, ir mejorando sus niveles de consumo y acceder a una mejor calidad de vida. Nada se diga de aquéllos a los que se les han cerrado los horizontes por falta de recursos para sobrellevar una existencia normal y que son, por desgracia, buena parte de la población del país. Para este segmento, junto a los que apenas entrarán al mercado de trabajo, la imagen que se les aparece delante es por demás desalentadora para sus ya de por sí mermadas esperanzas.

Argentina resistió apenas unos cuantos años de estancamiento para enfrentar la dura crisis generalizada que padece y de la que tardará, si no empeoran sus circunstancias, una o más décadas para salir de ella.El fenómeno de efervescencia, fruto de la frustración que bien puede observarse en toda Latinoamérica, apunta hacia apreturas tan o de mayor rigor que la mexicana. Muchos de esos países no tienen, en una de éstas para su bien, petróleo que vender fuera ni maquila y menos aún masas de expulsados que se solidaricen con los suyos dejados atrás.

En México se navega, además, sobre un modelo económico que, como afirma el ubicuo Banco Mundial, tiene mucho de depredador y su costo de continuidad es prohibitivo (más de 60 mmdd anuales).

Todo esto, tomado en conjunto, agrava las dificultades para encontrar soluciones adecuadas para un crecimiento sostenido que se espera sea, cuando mucho, de un magro 1.3 por ciento para 2003, anillo constrictor de las pocas alternativas que se han ensayado.

Lo cierto es que es una realidad en la cual se opera, se convive y que sólo deja lugar para el drama. Mucha de la responsabilidad queda, finalmente, circunscrita al accionar de los actores públicos, en especial a los partidos políticos y sus legisladores. Pero también toca a los organismos sociales de mejor representación entrar a la disputa y poner las manos y la imaginación en la tarea. Ellos, junto con los funcionarios públicos de todos los órdenes y niveles de gobierno, tienen que cincelar acuerdos que rompan el círculo perverso de la falta de crecimiento y del estancamiento en el desarrollo, porque se tiene una hacienda empobrecida e injusta.

La carencia de recursos del erario nacional llegó al límite. De continuar por el sendero de los estiras y aflojas (Conago) para darle más tarascadas a los ingresos petroleros o pasarle la cuenta a la Comisión Federal de Electricidad de los subsidios al consumo de energía, se crispará, aún más, lo ya de por sí tensado al extremo. Es por eso que el ensayo, conducido por la UNAM, para diseñar las bases de una política fiscal de Estado se presenta como un resquicio entre las muy escasas puertas que pueden abrirse para airear el cerrado caldero nacional. Por lo visto tal esfuerzo se detuvo en las grandes líneas de acción y consensos. Falta entonces bajar a concreciones que finiquiten tantos desacuerdos como los que aquejan y empequeñecen al sistema recaudatorio.

Es preciso, urgente, contar con un presupuesto masiva y equitativamente financiado para que empuje a una economía, de las mayores del mundo, y que no se ahogue con faltantes, recortes, improvisaciones, horizontes achicados y necesidades sin la debida y oportuna atención.

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