Con ¡Arde Judas! es la primera
vez que presenta una exposición de manera formal
Lola Alvarez Bravo pedía captar la vida de la
calle: Raúl Abarca
Desempolva su archivo de fotografías y negativos
para ver si tienen valor estético, señala
Exhibe 66 impresiones con la colección personal
de esos cartones del muralista Diego Rivera
MERRY MAC MASTERS
Discípulo de Lola Alvarez Bravo, con quien se asoció
para abrir la Galería de Arte Contemporáneo, en la que el
8 de abril de 1953 Frida Kahlo presentó en vida su única
exposición individual en México, Raúl Abarca (DF,
1919) dedicó una época a la fotografía. Ahora desempolva
sus impresiones y negativos, o lo que queda de ellos, con el deseo de ver
''qué interés pueden tener".
Más allá de cualquier valor histórico,
sociológico o antropológico, a don Raúl le gustaría
saber si sus imágenes tienen un valor estético.
Por lo pronto, 66 fotoimágenes suyas integran lo
que viene a ser su primera exposición formal, ¡Arde judas!,
con la colección personal de Diego Rivera organizada por el Museo
Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, donde concluirá el sábado
9. Para Semana Santa, en 2003, la muestra se presentará en el Instituto
Veracruzano de Cultura.
Adquisición de una técnica
De niño, don Raúl sacó sus primeras
fotografías con una cámara Browny de cajón. Cuando
ingresó al Instituto Politécnico Nacional se vio en la necesidad
de ayudarse con sus estudios de ingeniero-arquitecto; ahí fue compañero
de Ruth Rivera, hija del muralista guanajuatense. Sus elementales conocimientos
de la cámara le sirvieron para entrar a trabajar al Instituto Nacional
de Bellas Artes, en el que durante dos años registró los
espectáculos escenificados y las obras de arte exhibidas.
El
joven aprendiz, no obstante, advirtió que ''debía adquirir
una buena técnica". Se dirigió a la entonces Academia de
San Carlos, donde no le fue posible estudiar escultura, como también
era su intención, por tratarse de una carrera de tiempo completo
como la del Politécnico. Pero, la de fotografía se impartía
por las noches y el profesor era Manuel Alvarez Bravo (1902-2002).
De don Manuel manifiesta: ''Nos enseñaba mucha
técnica, lo que había que hacer en el cuarto oscuro y los
valores de los papeles a usar. Nos ponía a reproducir fotos que
tenía de retratos franceses del siglo XIX, pero no nos motivaba
mucho. La sentíamos una clase un poco fría, seca".
Así pasó un par de años. Después,
Abarca abandonó la clase para dedicarse dos o tres años a
sus estudios en el Politécnico. Cuando regresó a la escuela
de bellas artes, en lugar de don Manuel estaba Lola Alvarez Bravo, con
quien la fotografía era otra cosa:
''La técnica no le interesaba demasiado, pero nos
impulsaba a tomar fotos. 'Salgan a la calle, vean la vida que allí
hay', decía. Lola organizaba excursiones, salíamos a los
pueblos cercanos. A veces iba Ruth Rivera. Fue lo que me empezó
a mover para interesarme en la vida de las personas en la calle".
Vivaz y sociable, Lola conocía a todos los pintores
de la época, muchos de los cuales frecuentaban su taller. Poco a
poco Abarca se unió a ese grupo de amistades: ''La ciudad de México
era muy chica. Casi todas las noches íbamos al café del hotel
Regis, que se cayó por el terremoto de 1985, y veíamos a
todo el mundo: personas de teatro, de cine. Era muy fácil conectarse
con todos ellos".
Amigo de Juan Soriano
Juan Soriano también era muy amigo de Lola. Con
el joven pintor y escultor Abarca igualmente trabó amistad. Incluso,
como ''20 años después", don Raúl tuvo oportunidad
de fotografiar una sesión de trabajo en la que Juan retrataba a
la poeta Pita Amor: ''Un día (Juan) me dijo, estoy pintando a Pita
Amor. ¿Por qué no vas a tomarme unas fotos? Fui al estudio
que tenía en la calle de Melchor Ocampo".
En cierto momento, recuerda Abarca, las personas que rodeaban
a Lola la convencieron para que abriera un estudio de fotografía
al público: ''Encontré en la colonia Juárez, hoy Zona
Rosa, una casa habitación de dos pisos en la calle de Amberes 12,
que alquiló Lola. Después de unas pequeñas adaptaciones,
allí abrió su estudio, pero no tuvo mucho éxito porque
su estilo de fotografía, no se prestaba para tener clientes. No
retocaba las caras, por ejemplo. Fotografiaba de manera realista. A las
personas les salían los poros, los granos y eso no les gustaba.
Querían verse bonitos, pero no era su estilo".
-¿En el estudio también hacían exposiciones
de artistas plásticos?
-Mientras fue estudio de Lola, sólo se exhibió
su obra. Pero al cabo de un año, cuando el estudio se iba a cerrar,
le dije a Lola que había que aprovecharlo. Estuvieron de acuerdo
Juan y los demás amigos. Lo convertimos en la Galería de
Arte Contemporáneo, la tercera en su tipo que había en esa
época.
De la exposición de Frida Kahlo, narra: ''Fue la
única que Frida tuvo en una galería privada en México.
Ya estaba muy enferma. Llegó en una ambulancia. Ha-bían mandado
su cama que estaba en el salón principal. Allí estaban los
retratos de Lenin y de Trotski. La cargaron para ponerla en la cama. Había
tanta gente que el tráfico no podía pasar. Pedimos ayuda
de la policía de tránsito y varias patrullas cerraron dos
cuadras de la calle".
Dada la relación con la pintora, en algún
momento Lola y don Raúl intentaron hacer una película con
Frida como protagonista:
''Como un compañero nuestro, Jorge Hernández
Campos, era poeta, realizó el guión, y empezamos a hacer
la película. Pero no se terminó y desapareció el rollo.
Era un cuento en el cual Frida hacía el papel de una mujer que encuentra
un niño, algo así, ya no me acuerdo de los detalles. Se empezó
a hacer sobre esos términos en la casa de Frida, en Coyoacán."
Influencia del cine y las revistas ilustradas
Si
Raúl Abarca tardó más años de la cuenta en
terminar su carrera fue porque de repente se iba de ''puro gusto" a fotografiar
a los pueblos. Pero, una vez que la acabó, y cerrada la Galería
de Arte Contemporáneo, se dedicó a la arquitectura. Ya no
sacaba fotos porque ''la carrera me absorbió, además pensé
que eso no daba dinero (risas).
''Nadie compraba fotos jamás. Y las fotos que hacían,
por ejemplo, los periodistas, pues les faltaba imaginación. Se ve
en los periódicos de la época. Como que no les interesaba
ni a los editores ni a los que hacían las páginas, que las
personas se vieran en la foto. Los paraban, los retrataban y ya."
Las revistas ilustradas como el cine influyeron a Abarca.
De revistas como Look, Life y Paris-Match, le gustaba
la idea de que la foto era lo principal, mientras que el texto se reducía
y del séptimo arte le llamó la atención el movimiento.
Siempre retrataba a las personas en el acto de hacer algo. Por eso le gustaba
salir a la calle.
Don Raúl calcula que le quedan cerca de mil 500
fotografías. Otras dos mil ''se han de haber extraviado. Nunca les
hice mucho caso. Las tenía en cajas de cartón". Pero hace
unos años, se dijo, ''tengo todo esto. Voy a tratar de ver qué
puedo hacer con ello". En la actualidad busca apoyo económico para
organizar su archivo.