Silvia Gómez Tagle
La esperanza es más fuerte que el miedo
Así titulaban los encabezados de prensa al reconocer el triunfo del candidato de la izquierda brasileña en las elecciones presidenciales del pasado domingo 27 de octubre. Luiz Inacio Lula da Silva ganó en la segunda vuelta a José Serra, candidato de la socialdemocracia (PSDB), con 52 millones de votos, o sea, 62 por ciento.
Obrero metalúrgico de origen, que usa el sobrenombre Lula como nombre intermedio, inició su carrera política como líder sindical y fue fundador del Partido de los Trabajadores (PT), diputado federal y tres veces candidato a la Presidencia. En 1989 había ganado en la primera vuelta electoral en competencia con Fernando Collor de Mello, pero fue derrotado en la segunda; después sufrió otras dos derrotas ante Fernando Henrique Cardoso, del PSDB, pero ahora ganó la primera vuelta y obtuvo la votación más alta que haya tenido candidato a la presidencia de Brasil y de muchos otros países latinoamericanos con elecciones libres. ƑQué ha cambiado en el imaginario de los brasileños en los últimos doce años o cuáles fueron los cambios en el propio Lula y en el PT?
En la prensa, lo mismo que entre la gente con la que una se cruza en la calle, los taxistas y hasta las azafatas de las aerolíneas se palpa el descontento por el deterioro de las condiciones de vida, el creciente desempleo, la violencia, el deterioro de los servicios sociales y la inflación, que no ha ido acompañada de aumentos salariales proporcionales. Probablemente por eso después de un periodo difícil para la izquierda, donde la hegemonía del neoliberalismo en la economía, por un lado, y el fracaso de los países del "socialismo real" provocaron un gran desconcierto del que aún no se recupera del todo, empieza a surgir el interés hacia voces como las de Lula y el PT, que buscan nuevas alternativas.
El triunfo de Cardoso significó un avance en relación con los gobiernos anteriores dado el proceso de consolidación de las instituciones democráticas y aseguró la prevalencia de libertades fundamentales para el ejercicio de la democracia electoral, aun cuando quedan todavía pendientes temas importantes como el financiamiento público a los partidos, ya que en la actualidad no existe ni tampoco una regulación que impidan que los intereses políticos descansen en alianzas con empresarios de distinto tipo para obtener recursos para las campañas electorales.
Precisamente por eso, hoy los brasileños, ejerciendo su libertad para elegir, pudieron expresar con su voto su descontento por una situación económica y social a la que Cardoso no supo encontrarle salida, en la medida en que fue quedando atrapado o no supo resistir las presiones de los organismos financieros internacionales.
Por otro lado, Lula fue cambiando no sólo su imagen y el diseño de su campaña, la cual fue sorprendentemente eficiente y moderna, fundamentalmente orientada a los medios masivos y fuertemente relacionada con las estructuras partidarias y organizaciones "de la sociedad civil". Fue cambiando su enfoque político, encontrando los puntos de coincidencia con partidos relativamente afines en el campo de una izquierda en sentido amplio, con múltiples sectores sociales, ya no solamente los sindicalistas; y con una parte importante de "la derecha", ya que muchos empresarios también han sido desplazados en ese proceso tan típico del neoliberalismo, que favorece a los sectores financieros especulativos.
Además Lula y el PT no representan siempre a los mismos sectores sociales, hay quienes simpatizan con Lula y no con el partido y viceversa. Esto se expresó muy claramente en la elección pasada con un voto muy dividido. Lula obtuvo el triunfo en 26 de los 27 estados, sin embargo, los candidatos del PT o sus aliados perdieron en ciudades tan importantes como Sao Paulo y en la mayor parte de las elecciones para gobernadores de los estados.
No obstante, el triunfo de Lula en la presidencia significa un viraje muy importante en la opinión del electorado brasileño que ha depositado grandes esperanzas en su capacidad de modificar el rumbo de la política económica y ofrecer soluciones a los problemas más urgentes, entre los que destacan estancamiento económico y desempleo. Para ello propone un nuevo pacto social que permita una alianza entre trabajadores y productores, así como una nueva estrategia en relación con los organismos internacionales y el capital financiero. Qué tan lejos pueden tener éxito estas nuevas estrategias es una cuestión que deberá demostrar el nuevo gobierno en poco tiempo, por lo pronto el resultado de las elecciones presidenciales en Brasil evidencia que para muchos millones de ciudadanos, de muy diversos sectores sociales, el libre mercado ya no es visto como única opción para sustentar el orden económico nacional y mundial.
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