Gilberto López y Rivas
ƑUn sheriff justiciero?
En "El sheriff solitario", artículo publicado en el diario El País de la capital española (23/9/02), el historiador Enrique Krauze utiliza como metáfora el filme estadunidense High Noon (1952) para aplicarlo a la guerra que los círculos gobernantes de Estados Unidos planean contra Irak.
La trama de la película es el conflicto que un sheriff de un pueblo del viejo oeste debe enfrentar ante el peligro inminente que representa para una población hostil, o cuando menos apática, un bandolero que regresa por venganza. Ante el dilema de preservar su propia comodidad y seguridad o cumplir con su responsabilidad -resguardar la ley-, el guardián del orden mata al forajido, salvando así su conciencia.
A partir de algunos observadores que no precisa, Krauze se pregunta si es posible utilizar esta metáfora en la actual arena internacional. En América Latina lo ve muy difícil, porque Estados Unidos se ha comportado históricamente más como bandolero intermitente que como alguacil justiciero. Otra posibilidad que presenta es Europa, que debiera tener una deuda de gratitud con Estados Unidos, ya que su participación la salvó de un resultado adverso ante Alemania en la Primera Guerra Mundial, del fascismo en la segunda, y de la "expansión soviética" en la época de la guerra fría, entre otros tantos "beneficios" que trajo su intervención. Finalmente Krauze se pregunta si en la actual circunstancia del conflicto con Irak el sheriff acudirá prácticamante solo a la cita o si la solidaridad europea, que Estados Undos contribuyó a "salvar y reconstruir", podrá hacer menos difícil el trance de enfrentar a "un bandolero irredento" (Saddam Hussein).
Sin pretender polemizar sobre aspectos históricos de la Segunda Guerra Mundial, con sus más de 20 millones de soviéticos muertos en la lucha antifascista, que omite Krauze, o de la utilidad de la historia a los propósitos del presente, nos interesa la caracterización del sheriff en la metafora krauziana.
El sheriff que está violentando el orden internacional no está solo: lo acompañan intelectuales orgánicos, como el propio Krauze y otros en Estados Unidos, Europa e Israel, quienes, según el historiador inglés Eric Hobsbawn, al justificar la guerra ponen en evidencia un retroceso a la barbarie.
No se encuentra el valiente justiciero en un pueblito del oeste estadunidense de gente apática o temerosa. Está frente a sectores de su propia sociedad y de la comunidad mundial que se oponen activamente a la guerra. No es nada despreciable el singular pronunciamiento de 4 mil intelectuales y artistas estadunidenses contra el genocidio del pueblo iraquí.
Las pretensiones del guardián del orden no son democratizar a Irak, sino controlar su petróleo, arruinar la "incómoda" dinastía saudí e instaurar un gobierno "títere" que suceda a Hussein.
Tal como reconocen los mismos expertos en inteligencia de Estados Unidos en el documento titulado Tendencias globales hacia el 2015, la finalidad del sheriff es apoderarse del petróleo de Medio Oriente y, de paso, del gas natural de Asia Central.
Dicha estrategia alcanza el año 2050, cuando China, India y ciertos países del sudeste asiático requieran de inmensas dotaciones de energía. Estas naciones ya cuentan con gran desarrollo de la ciencia nuclear, cierto dominio del espacio, considerable crecimiento industrial y la posibilidad a futuro de prescindir de los productos estadunidenses para su creciente mercado interno. En otras palabras, son el adversario económico más previsible de disputar la hegemonía a Estados Unidos durante el presente siglo.
El sheriff no tiene un compromiso ético. No es la búsqueda de la justicia la que lo mueve. Es su gran ambición, su falta de escrúpulos, los que lo orillan, ya en este momento, a perpetrar y a sostener junto a sus incondicionales aliados un embargo inmoral que ha costando la vida a más de un millón de niños iraquíes.
El sheriff es un irresponsable patalógico a quien no le importa poner en riesgo la inestabilidad y la integridad de los estados vecinos de Irak ni el acrecentamiento de sentimientos antijudíos y antiestadunidenses en la zona y a escala global, ni mucho menos la paz mundial.
Finalmente, hay una metáfora que podría ser más acorde con el sheriff de Krauze y que surge de otra película: Unforgiven (1992), que narra las peripecias de un alguacil que tortura y mata a quienes ponen en peligro sus intereses, que se alía con las mafias locales y que termina sus días en una suerte de basurero de la localidad. Esta es la metáfora que preferimos.