Obra de teatro escrita y dirigida por David
Olguín que se estrenará en el Orientación
Belice busca reflejar la toma de conciencia
para exorcizar los demonios internos
La pérdida de la inocencia emocional y vivir
''con la verdad'', dos aristas del montaje
Los viajes físicos y mentales de los personajes
los colocan al borde del abismo
CARLOS PAUL
Los
demonios que habitan la conciencia empujan a un ser a emprender un viaje
por el lado oscuro de la vida, a encarar el dolor, al inexorable paso del
tiempo, a su confusa memoria y a las furias de su mundo interior en Belice,
obra escrita y dirigida por David Olguín que será estrenada
este jueves en el teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque.
Ganador del Premio Nacional Obra de Teatro 2001, que otorgan
el Instituto Nacional de Bellas Artes y el gobierno de Baja California,
el texto fue escrito ''con la intuición de explorar el fenómeno
de la toma de conciencia en una persona", explica el creador escénico,
pues -añade- en la batalla que se libra para ser felices y obtener
una serie de bienes, ''la vida una y otra vez nos enfrenta con la conciencia
del dolor".
Gloria, purgatorio e infierno
En Belice se intenta reflejar "cómo esa
toma de conciencia del sufrimiento supera la posibilidad de la búsqueda
de la felicidad, es decir, se subraya la idea de en qué estás,
qué traes, de dónde vienes y quién eres. Es una especie
de viaje de autoconocimiento con absoluta conciencia al tiempo que se explora
el mundo que rodea al protagonista".
El montaje aborda, por un lado, la pérdida de la
inocencia emocional expuesta mediante la ''dependiente relación
madre-hijo y con la ausencia de un padre cuya vida es temible".
Por otro, y luego de que ese joven decide emprender un
viaje y ''vivir con la verdad", aborda cómo este ser -que vive una
pesadilla en la sala de espera de un aeropuerto- ''toma de manera brutal
conciencia al encontrarse con una especie de demonio". Tal situación
ofrece dos lecturas, explica Olguín. ''Una, la realista, como es
la de encontrarse con un tipo bastante desquiciado, y otra metafórica,
que es la aparición de las furias interiores."
Estas historias se complementan con otro encuentro. En
un río de la selva de Belice, el personaje viaja en una lancha en
compañía de un barquero-predicador llamado Miguel Carón
(en alusión al personaje mitológico Caronte), tatuado con
papagayos y sirenas. Como si fuera el viaje de los viajes y en el que Juan,
el protagonista, ''hurga en los bajos fondos de su ser para tratar de exorcizar
sus demonios y así reconstruirse en medio del vacío".
La obra, expresa Olguín, ''está dividida
en tres estaciones: despedida, aeropuerto internacional y Belice, ''lo
que exige la participación del espectador para ir armándolas".
Esta idea (de las tres estaciones), agrega, se ''remonta de alguna manera,
en el contexto de ese añejísimo esquema judeocristiano, a
la gloria, el purgatorio y el infierno".
La puesta en escena ''es una manera de decir que vivir
deja tatuajes, costras que a veces no se ven y que en otras ocasiones sí
son evidentes. Es la historia de unos personajes cuyos viajes físicos
y mentales los llevan siempre al borde del abismo. No obstante, llegan
a salvarse. Y esto, en la vida contemporánea, es una gran cosa".
Coproducida por la compañía El Milagro y
la Coordinación Nacional de Teatro, las actuaciones de Laura Almela,
quien luego de dos años regresa al escenario; Joaquín Cossío,
Rodrigo Espinosa y Daniel Giménez Cacho; escenografía e iluminación
de Gabriel Pascal, diseño sonoro de Gonzalo Macías y vestuario
de Adriana Olivera, y coreografía de Rafael Rosales, Belice se
estrena el jueves a las 20:30 horas en el teatro Orientación, atrás
del Auditorio Nacional.