Con A troche y moche vuelve a romper
las formas tradicionales de la narrativa
La literatura debe aportar reflexiones y responder
preguntas profundas: Sainz
El autor de Gazapo recrea la historia de un narrador
que es víctima de secuestro
La libertad de expresión es un imaginario; se
puede escribir, pero no publicar, señala
ANASELLA ACOSTA NIETO
Para Gustavo Sainz la literatura debe aportar una reflexión
que intente responder a planteamientos profundos, filosóficos, más
allá de exponer una simple historia. De ahí su búsqueda
incesante por encontrar estructuras narrativas que den respuesta a esta
inquietud, que en A troche y moche (Alfaguara) vuelve a concretarse,
como en sus anteriores novelas, con la ruptura de las formas tradicionales
de la narrativa.
La reciente publicación de Sainz, uno de los escritores
de la literatura de la onda, parte de la historia de un secuestro para
hilar una serie de frases contundentes, ''de ésas que uno subraya
cuando está leyendo un libro", sobre el tiempo, el miedo, la soledad
y el silencio; pero también ''hay una reflexión sobre el
arte de escribir, el arte de hacer novelas".
El
autor de Gazapo explica cómo surgió la idea del secuestro
para dar lugar a otra serie de planteamientos:
''Pensé que la forma más aislada de estar
no es quedarte encerrado en una casa, sino hallarse como está el
protagonista de esta novela: amarrado de los pies y las manos, y vendado
de los ojos; no saber ni dónde estás ni cuánto tiempo
vas a estar ahí, ni por qué, ni saber si vas a comer o no,
ni qué hora es ni qué día de la semana. Nada. Pero
tu mente está pensando, está alerta, está lúcida;
no puedes ni dormir sólo puedes pensar cómo es que estás
en esa situación extrema."
A partir de eso y de que todos los días se leen
en los periódicos noticias de secuestros, agrega, pensé en
hacer una historia de un escritor que fuera plagiado.
''Pensé en esa situación totalmente absurda
de que el escritor cobra un premio literario, pero en realidad no lo cobra.
Luego es secuestrado y él piensa que tal vez fue por haber ganado
ese galardón, pero a lo mejor es por ir en una limusina o por ir
con una mujer, pero no lo sabe; no hay respuesta. Nadie puede responder
nada. La respuesta se la debe dar él solo.''
A troche y moche es una novela que recuerda al
monólogo de Molly Bloom; no se encuentra un solo punto, ni siquiera
al final y está redactada con lo que podría ser una especie
de contrasangrías, de silencios y de cambios de ideas no naturales
en la narrativa tradicional.
No se puede decir todo
Sainz explica: ''La carencia de puntos tiene la intención
de representar el fluir de la conciencia. No se piensa con puntos, pensamos
en un discurso libre. Si acaso con espacios. Incluso no debería
haber comas, pero las tiene. Se trata de acercarme un poco a la representación
de la mente. No hay puntos porque éstos limitan.
''Mis libros han sido esa lucha con la expresión,
por eso los escribo, para ver si ahora sí alcanzo lo literario y
me respondo las preguntas que me angustian respecto de la narrativa, porque
pienso que lo que debe dar la literatura es una reflexión."
De ahí que sea tan bueno Milan Kundera, considera,
porque comienzas a leer y parece que vas a leer un libro de filosofía;
hay página y media de una disquisición filosófica
y sabes que no te va a contar una historia donde el personaje va a conseguir
una cosa determinada y hay unos antagonistas a los que vence mediante un
arma secreta, sino que va a confirmar su idea filosófica; eso es
una provocación más interesante.
El autor, quien radica en Estados Unidos desde hace 22
años, rechaza el calificativo de exiliado ante las ventajas que
en materia de comunicación ha traído la tecnología;
señala que la literatura mexicana está agotada ante las numerosas
traducciones que hay en el mercado. ''Por cada escritor mexicano se publican
60 traducciones, pero eso no es lo peor; los mexicanos que se publican
no son los importantes, sino los que se van a vender supuestamente, los
comercializables."
La literatura mexicana está en la biblioteca o
no la hay, agrega. ''Si te recomiendo ahora un libro de Sergio Galindo
o de Jorge Aguilar Mora, o incluso de Sergio Pitol, ¿dónde
lo encuentras?, lo más probable es que no esté en ninguna
parte.''
-¿Qué ha cambiado dentro de la literatura
en términos de libertad de expresión, respecto de los años
sesenta?
-Ahora se pueden decir cosas que antes no, pero no se
puede decir todo. Hace mucho aprendí que hay libertad de expresión
mientras no toques los intereses de la empresa en la que trabajas. Eso
quiere decir que la libertad de expresión es un imaginario, porque
puedes escribir sobre lo que quieras, sí, pero no lo puedes publicar,
y menos donde te gustaría.