Houllebecq en México
Antes de que su novela Plataforma catapultara su lenta lápida en el panteonario de las celebridades en vida del naciente siglo, el escritor francés Michel Houellebecq ya era conocido en México entre iniciados, ajenos al ruido del escándalo y las señales de humo de la mercadotecnia. Su libro de ensayos El mundo como supermercado, su novela hiperkafkiana Ampliación del campo de batalla y su monumental Lanzarote, y que consiste en una bella caja que incluye en un tomo el texto y en el otro fotos tomadas por Houllebecq de aquellos paisajes de ensueño, completan un corpus formidable con Las partículas elementales, cuya contundencia resuena hasta el momento: está agotado, en espera de una enésima reimpresión.
Editados todos por Anagrama, uno a uno los libros de Houllebecq han ido dosificando por igual entusiasmo que una familiridad creciente con el ideario houllebecquiano. El mundo como supermercado de hecho anuncia y condensa los tonos, temas, obsesiones y lances que maneja con destreza valiéndose de un instrumento privilegiado: la ironía, esa forma superior de la inteligencia.
La historia paralela a la Ampliación del campo de batalla ejemplifica la celebridad de Michel Houllebecq: a la vez acariciado y maldito (Johann Wolfgang von Goethe dixit), pues en principio el editor independiente Maurice Nadeau parecía arriesgar su prestigio mortalmente por una apuesta que triunfó en cuanto en los círculos de lectores privilegiados esa novela se convirtió en libro de culto. Implacable, cultérrimo, diestro en el uso del lenguaje, Michel Houllebecq se ubica junto al mismísimo Baudrillard en su labor de cronista de su generación. De hecho los contextos de los libros de Houllebecq pendulan entre las disertaciones baudrillardianas, las honduras de Michel Foucalt, el pensamiento científico y una dosis magistral de kafkianismo, para aterrizar, estilo e idea, en una literatura irresistible.
Por lo pronto, nueva novela habemus: Plataforma. PABLO ESPINOSA