Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 4 de octubre de 2002
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Cultura

Figuras en el exilio compila conferencias de 2000 en la Casa Refugio Citlaltépetl

Un creador exiliado ''sabe sustraerse de su hábitat para adherirse mejor al universo''

Varios escritores aceptaron el juego de escoger un autor vinculado al destierro

Incluye textos de Margo Glantz, Sergio Pitol, Juan Villoro y David Huerta, entre otros

RENATO RAVELO

El creador en el exilio es la metáfora perfecta de lo que debe ser un autor, sostiene Philippe Ollé-Laprune, es un ''animal literario que sabe sustraerse de su hábitat para adherirse mejor al universo".

El libro Figuras del exilio es la compilación de las primeras conferencias que se ofrecieron en 2000 en la Casa Refugio Citlaltépetl, de la que Ollé es director, y quien señala en la presentación que ''varios escritores aceptaron el juego que consistió en escoger a un autor de cualquier cultura, lengua o momento histórico con la única exigencia de que el exilio hubiera sido una parte fundamental de su vida". Se trata de una coedición de ese centro cultural con Tusquets editores.

La primera en participar fue la escritora Margo Glantz. Disertó acerca de Paul Celan, ''quien escribe desde los residuos, los restos, pues, Ƒqué otra cosa es la ceniza. Sé que estas palabras -residuos, restos- han sido demasiado utilizadas y hasta banalizadas por el manoseo al que se las ha sometido. Quisiera recurrir a ellas sin embargo, en tanto que cenizas reales, concretas, producidas en serie por los nazis". Y así inicia el perfil del escritor que ostentó cuatro nacionalidades.

Nabokov, Lolita y el exilio

Tocó después al escritor colombiano Fernando Vallejo hablar sobre la presencia del poeta antioqueño Porfirio Barba Jacob, a quien el autor de La virgen de los sicarios dedicó 12 años en la reconstrucción de su vida.

Juan Villoro expuso la vida del escritor Thomas Bernhard, quien ''no concibió su posteridad como una desaparición sino como una fuga", y dejó especificado que mientras estén vigentes sus derechos de autor ningún libro suyo se podrá publicar, ni sus piezas representar en Austria.

José Agustín eligió hablar de Nabokov: ''Sabía jugar con las palabras. No las convertía en un truculento solitaire, ni en un parapeto ante los demás, sino en estricta, congruente y afortunada relación con el texto". Para el autor de De perfil, ''Lolita, una de las más grandes novelas del siglo XX, sólo fue posible por el invisible peso del exilio y éste se manifestó indirectamente con la fuerza que le otorgaba la tensión del equilibrio perfecto".

Sergio Pitol desarrolló una semblanza del intelectual domininicano Pedro Henríquez Ureña, quien junto con Alfonso Reyes revitalizó la vida intelectual en México: ''Exigió a quienes conformarían su círculo enfrentarse a los retos más arduos. Quienes lograron vencerlos son hoy día los clásicos de nuestra literatura contemporánea. Los que se quedaron atrás, los perezosos, los ineptos, los mediocres, lo odiaron con virulencia demencial".

El poeta David Huerta eligió a Garcilazo de la Vega. Luego de una semblanza del poeta toledano, su destierro en la isla de Danubio, su labor con Francisco de Quevedo en contra de Luis de Góngora, recordó la variante que el poeta Efraín Huerta le hiciera al siguiente verso: ''Flérida, para mí dulce y sabrosa/ más que la fruta del cercado ajeno". Huerta escribió: ''Dulce/ Y sabrosa como/ La puta/ del/ cercado/ ajeno".

Samperio y Gombrowicz

Carlos Monsiváis habló del exilio desde siempre, como tituló a su perfil del escritor cubano Reynaldo Arenas. En referencia a su poema Autoepitafio y la persecución de que fue objeto, señala Monsiváis: ''Tal parece que su única patria no es la vida, trituradora, ni Cuba, la isla sojuzgada por el tirano que envilece el pasado y degrada a quienes allí no pueden abandonar el presente; no, la patria concebible es la autobiografía, el contarle a Algunos que ha sido Alguien, la trayectoria del desastre y el deseo que la literatura armoniza".

Finalmente, Guillemo Samperio disertó acerca del Witold Gombrowicz, quien cuestionaba ''respecto de los artistas de la periferia que siempre buscaban influencias de prestigio occidental, en especial del arte europeo, por lo que llegaban a ser conocidos como los Baudelaires polacos o los Joyce de Latinoamérica, lo cual producía de nueva cuenta la relación madurez/inmadurez y superioridad/inferioridad".

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