Angel Guerra Cabrera
El otro Estados Unidos
Es sumamente errónea la visión de Estados Unidos que no distingue entre la elite gobernante de la mayor potencia imperialista, con su ideología expansionista, excluyente y racista, y el pueblo de ese país, con el aval de su cultura humanista y trascendentes luchas sociales. En los últimos días hemos tenido muestras de esos dos Estados Unidos, antagónicos entre sí. Una es el valiente y lúcido manifiesto de más de 4 mil intelectuales y artistas, aparecido en un espacio pagado en el New York Times, que llama a frenar la escalada bélica iniciada por Washington en Afganistán, dirigida ahora contra Irak, y el ataque a los derechos individuales dentro y fuera de casa que la acompaña. La otra son los nuevos pasos en la desenfrenada obsesión guerrerista del presidente George W. Bush: su amenaza desfachatada de obviar a la Organización de Naciones Unidas por "irrelevante" si el Consejo de Seguridad no da luz verde a la guerra contra Bagdad, la propuesta que envió al Congreso estadunidense que lo autorizaría a emprender acciones bélicas en Irak sin límites de tiempo ni geográficos, "hasta que se restablezca la paz y la estabilidad en toda la región"; por último, la aparición del documento titulado La estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos, producto del más pedestre primitivismo intelectual y político, que intenta argumentar y codificar la política exterior de "acción preventiva" y "primer golpe" del actual inquilino de la Casa Blanca, proclamada en la academia militar de West Point en junio de este año, a la que ahora se añade el anuncio de actuar "por nuestra cuenta", cuando las circunstancias lo demanden.
Lo más novedoso de este documento, por las gravísimas consecuencias que puede acarrear a escala internacional, es la confirmación inequívoca del nuevo milenio nazi que sueña imponer al mundo la pandilla de Bush, inspirado en febriles y fundamentalistas cálculos geopolíticos. Según éstos, la desaparición de la URSS coloca a Estados Unidos en condiciones óptimas de dominar al planeta mediante el reforzamiento de su hegemonía militar mundial, idea abrazada por Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Bush y la tutora de éste, Condolleeza Rice. El hilo conductor de la mencionada estrategia -preñada de un grado de cinismo e hipocresía que habría ruborizado al propio Adolfo Hitler- es la guerra contra el "te-rrorismo", planteada desde una lógica ahistórica que omite del todo la realidad social: los insanos fundamentos estructurales de la economía estadunidense y mundial, las cada vez más evidentes contradicciones de Estados Unidos con las demás grandes potencias y la emergente rebeldía de los pueblos contra un orden de injusticia, pobreza y desigualdad crecientes, que es ya intolerable. Además de regodearse en las bondades de una guerra "larga" y de "alcance global", la estrategia ofrece machaconamente las mismas recetas de democracia, libre comercio y libre mercado que habrán de llevar la "libertad y la prosperidad" a todos los confines de la tierra "bajo el liderazgo estadunidense". Los autores del documento pasan por alto los arrasadores efectos que ya produjeron esas recetas a los argentinos, a millones en América Latina, Asia, Africa y Oceanía, e incluso a multitudes de marginados en los propios centros del capitalismo mundial.
Sería irresponsable subestimar la indiscutible superioridad militar estadunidense, pero sobrestimarla es olvidar las lecciones de la historia. Esta enseña que el terrorismo de Estado no basta para reducir a los grandes movimientos populares. Sin ir muy le-jos, fue la heroica resistencia vietnamita y la ola de solidaridad mundial que despertó, la que unida a la movilización de la sociedad civil en Estados Unidos forzó a la retirada de las tropas intervencionistas yanquis. De allí que sea tan alentadora la resuelta declaración antibélica de un grupo destacado y numeroso de intelectuales de la nación del norte. Porque para frenar la escalada de destrucción y muerte a que se apresura Bush se requerirá del concurso de millones de vo-luntades en el mundo, pero será decisiva la acción del otro Estados Unidos. El de Tom Paine, Lincoln, Emerson, Walt Wittman, John Reed y Wright Mills; el que dio origen al Día del Trabajo; el de los mártires de Kent y el movimiento por los derechos civiles; el de Martin Luther King, Malcolm X y los Panteras Negras; el de las canciones de Bob Dylan y los dinámicos movimientos feminista y gay.
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