Martí Batres Guadarrama
Sección Instructora
Como una ambulancia que corre a toda velocidad con la
sirena al máximo volumen, el PRI grita "¡huelga, huelga!",
como si la huelga no fuera para defender a los trabajadores, el priísmo
no tiene empacho en declarar, falazmente, que la formación de la
Sección Instructora en la Cámara de Diputados podría
acarrear inestabilidad económica y política en el país.
Es un chantaje, dice el Presidente de la República, y la verdad
es que en ello coincide gran parte de la sociedad.
Cuando despidieron a miles de trabajadores de Pemex, cuando
éstos perdieron prestaciones o poder adquisitivo, cuando se debilitó
el contrato colectivo de trabajo, los mismos líderes petroleros
ni siquiera pestañearon. No hubo amagos de huelga ni amenazaron
con desestabilizar el país. Dichos líderes simplemente no
defendieron a los trabajadores. Ahora se ponen muy bravos y pretenden movilizar
a quienes han ignorado, pero para que los defiendan por estar presuntamente
involucrados en el llamado Pemexgate.
Lo sucedido el pasado martes 24 en la Cámara de
Diputados es muy sencillo: se instaló la Sección Instructora.
¿Esto es motivo para una huelga en Pemex? ¿Esto es causa
de una crisis económica? Quien lo afirme debe explicar la relación
causal entre un hecho y otro, pues dicho razonamiento sólo entrañaría
una perversión, toda vez que sería tanto como decir que la
paz social y la estabilidad económica se fundan en la impunidad.
Por cierto, se instaló la Sección Instructora
con un retraso de dos años. ¿Habría que esperar más
o de plano se trataba de no hacerlo nunca? Se instaló, además,
con la composición necesaria para que hubiera decisiones. Dejarla
empatada, como ocurrió en otros casos, hubiera significado jugar
a la simulación e integrar una instancia destinada a no concluir
nada. Tal era el cometido de una de las partes. De hecho, en los momentos
previos a la aprobación se intentó una composición
diferente de dicha sección. No obstante, era una estratagema más.
Conformarla con representantes de cuatro partidos no eliminaría
la posibilidad del empate. Este se destrabaría, supuestamente, con
voto ponderado. Sin embargo, la figura del voto ponderado para la Sección
Instructora no se encuentra en la ley. En suma, ello no hubiera significado
una salida o solución sino regresar a aquello que se pretendía
evitar desde el principio.
La Sección Instructora es una instancia conformada
por cuatro legisladores, cuya función es atender las solicitudes
de desafuero enviadas por las autoridades que procuran justicia. Dicha
sección elabora dictámenes en los que se propone la procedencia
o no del desafuero de un servidor público. Estos dictámenes
deben ser llevados al pleno de la Cámara de Diputados para su aprobación
definitiva.
La Cámara, por medio de la Sección Instructora
y del pleno, no condena o absuelve al funcionario en cuestión. Lo
único que hace es ponerlo en igualdad de circunstancias que cualquier
otro ciudadano frente a los órganos que imparten justicia.
La Sección Instructora, al analizar el caso de
los líderes petroleros y otros asuntos, tendrá que hacer
un minucioso estudio jurídico de los expedientes que haya remitido
la autoridad correspondiente, mismos que deberán estar integrados
con solidez y consistencia.
Independientemente de lo anterior, este caso nos conduce
a una reflexión histórica, política y programática.
El Pemexgate es símbolo de varios fenómenos negativos
que se entrelazan simultáneamente. Es la impunidad de quien puede
estar cometiendo ilícitos sin recibir sanción; es más,
ni siquiera procesamiento alguno. Es la corrupción de quien se apropia
de recursos públicos. Es la herencia del charrismo sindical.
De una cúpula de líderes enriquecidos, alejados de los trabajadores.
Es el corporativismo de sindicatos que son empleados para las necesidades
de un partido político, que fue partido de Estado. Además,
es el saqueo de la empresa pública.
Contra todo eso, por cierto, han luchado segmentos de
la sociedad y la izquierda mexicana principalmente. Que nadie se equivoque:
los líderes petroleros no son perseguidos por sus ideales, no son
defensores de los trabajadores ni de la empresa pública. Acaso podrían
ser personajes que han incurrido en irregularidades e ilegalidades, lo
que se sabrá una vez que se analicen los expedientes enviados por
la PGR a la Cámara de Diputados.
Defender a la empresa pública significa sanearla,
vigilar sus finanzas y evitar que sea saqueada por razones gremiales o
electorales, aspectos completamente ajenos a sus fines. Finalmente, con
sentido de responsabilidad, el gobierno federal debe satisfacer las demandas
salariales de los trabajadores de base en Petróleos Mexicanos de
acuerdo con las posibilidades de la empresa. Ello sería positivo
para el gobierno, obviamente para los trabajadores que sí requieren
un salario justo, y también para la acción de la justicia.