ENTREVISTA RYSZARD KAPUSCINSKI,
MAESTRO DEL OFICIO PERIODISTICO
''Una mala persona nunca puede ser buen periodista''
LOS CINICOS NO SIRVEN PARA ESTE OFICIO, TITULO
DE SU NUEVO LIBRO
Los buenos lectores siempre buscan los buenos periódicos,
mientras haya lectores críticos, inteligentes, existirán
buenos periodistas, porque unos y otros se buscan. De la de América
Latina puede decirse que es la única prensa que no ha perdido la
tradición literaria, en calidad muy alta
PABLO ESPINOSA
Sus pies son tan breves que recuerdan las manos diminutas
del pianista Claudio Arrau. Clava la mirada: una luz apacible de color
azul cielo con tonos lapislázuli. Manos y brazos como aspas y el
movimiento continuo -como un pianista activa bemoles y pedales- de sus
pies pequeños pero que han caminado como pocos por el mundo, articulan
el pensamiento en forma de palabras: ''Una mala persona no puede ser nunca
un buen periodista", dice.
La sentencia tiene peso y forma porque está expresada
por el más grande reportero de la historia contemporánea:
Ryszard Kapuscinski, quien a sus 80 años sigue ejerciendo con supremacía
un oficio noble: en una libreta breve recoge apuntes sin cesar. Observa,
indaga, escrutina, reflexiona. Reportea.
Encuentro en la UNAM
El maestro por excelencia del oficio periodístico
está de nueva cuenta en un país que ama, para presentar su
más reciente libro, publicado en la colección crónicas
de la editorial Anagrama y titulado Los cínicos no sirven para
este oficio,
con un subtítulo: ''Sobre el buen periodismo".
La presentación será mañana a las
11 horas en el campus Santa Fe de la Universidad Iberoamericana, pero tendrá
un encuentro más cercano con la gente, el viernes 27 a las 11 horas
en el auditorio Flores Magón de la Facultad de Ciencias Políticas
y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM).
Ryszard Kapuscinski concedió una extensa entrevista
a La Jornada, de la que presentamos un compendio:
-En su reciente libro aborda usted el proceso ominoso
mediante el cual los periódicos y los medios de comunicación
en general están cada vez más en manos de comerciantes y
de cada vez menos periodistas, ¿qué papel desempeña
el lector en este proceso?
-Es un problema muy complejo. Estamos en una situación
históricamente nueva. Antes la prensa era hecha por escritores y
redactores que se dedicaban a ciertas ideas, exponían ideas, programas,
no sólo se proponían informar sino también enseñar,
aprender, entender el mundo. Ahora con esta revolución electrónica
que tenemos, especialmente en los recientes 10 años, creció
enormemente el mundo de los medios, se hizo muy grande, muy amplio y perdió
esas características de tener cierta misión informativa,
cierta misión de enseñanza y se convirtió en una industria
grande de entertainment, de llenar tiempo libre. Eso cambió
también el sentido de la profesión periodística. Felizmente
no para todos.
''Lo que es caso positivo de todo ese cuadro es que prácticamente
en cada país importante tenemos dos o tres periódicos importantes,
dos o tres radioemisoras buenas, por lo menos un buen canal de televisión
independiente. Eso significa que hay por lo menos unas pocas personas que
realmente son periodistas, que realmente se dedican a esta profesión,
que se enorgullecen de ser periodistas y que tienen cierto sentido de misión
frente a la sociedad: quieren decir algo, quieren proponer algo y eso es
lo que considero una cosa que vale la pena subrayar, porque hay mucho pesimismo
respecto de la situación crítica de los medios y del papel
que en eso el lector desempeña.''
Ambición que enorgullece
''A mí me da cierta certeza -prosigue el autor
de Ebano- de que no todo está mal; la existencia de estos
grupos de periodistas ambiciosos en el sentido positivo, que pueden enorgullecerse
de lo que están haciendo. Así que en el mundo existe esta
buena prensa, al lado de aquella mala. Porque es una prensa que encuentra
lectores en número creciente, porque la gente quiere tener contacto
con la gente inteligente, que busca alguien que pueda decirle realmente
algo, y eso es muy positivo.
''Los buenos lectores siempre buscan los buenos periódicos,
mientras haya lectores críticos, inteligentes, existirán
buenos pe-riodistas, porque unos y otros se buscan. De la de América
Latina puede decirse que es la única prensa que no ha perdido la
tradición literaria, en calidad muy alta.''
-Usted ha dicho que para observar el estado que guarda
el mundo no hay que ver la economía sino la cultura, visto así,
¿hacia dónde vamos hoy?
-Hacia una defensa de la identidad, porque las personas
no quieren desaparecer. El proceso de globalización busca borrar
a las personas del mapa, pero la resistencia de aquéllas siempre
es mayor. Es una lucha que crece en lo emocional y en lo racional. Y el
de la identidad es un problema de cultura. Entonces, la importancia de
la cultura va a crecer, porque va a crecer cada vez más el problema
de la identidad. La gente no quiere uniformarse, quiere, en cambio, enriquecerse
con las diferencias. Se oponen a la manera como la globalización
busca desaparecer las diferencias.
El mundo de las desigualdades
-Las que no desaparecen, en cambio, son las diferencias
sociales. Con el triunfo del capitalismo feroz, y ya que el tema de su
vida es el de los pobres, ¿tiene más temas periodísticos
que nunca?
-Sí, porque cuando uno viaja lo primero que choca
es esa creciente discrepancia entre el mundo de los ricos y el mundo de
los pobres, y esas desigualdades se aparecen en todos los ámbitos:
familias, sociedades, continentes, países desarrollados y subdesarrollados.
Vivimos en el mundo de las desigualdades, eso caracteriza al mundo contemporáneo.
Hace 50 años, cuando comenzó el proceso de descolonización
de Africa y de Asia, las teorías de aquel tiempo afirmaban que la
independencia de esos países resultaría en crear igualdad
mundial y que la independencia política era la condición
única que se necesitaba para eso. Pero hoy la experiencia demuestra
lo contrario: el problema creciente de la humanidad consiste en cómo
hacer este mundo más igualitario. Es el problema más grave
que enfrentamos. Hay mucha utopía alrededor de esto, por ejemplo,
pensar que la Internet crearía igualdad, pero eso no es cierto.
''Mire, estuve hace poco en Perú; en un pequeño
pueblo de los Andes hice una fotografía de la siguiente situación:
bajó de la montaña una vieja india y llevó consigo
cinco huevos para vender y se paró en una callecilla pero no vio
dónde, era seguramente analfabeta, porque estaba tratando de vender
esos cinco huevos afuera de uno de estos Café Internet que hay por
todo el mundo. Ese contraste terrible, ese trágico contraste es
la respuesta a quienes piensan que mediante la tecnología se pueden
resolver problemas de desigualdad social. Son problemas de cultura, de
conciencia, de ciencias sociales. En cambio, creo que se gestan las fuerzas
que tratan de modificar esta situación de creciente desigualdad.''
-Usted viaja pero anota, escudriña, deletrea los
signos de cada lugar que pisa pensando en la nota periodística que
redactará. ¿Qué nota enviaría en este momento
del lugar que visita?
-Me atan muchos sentimientos a México, porque viví
aquí cuatro años. Llegué en 1968 y viajé por
muchas partes del país y luego de ese tiempo que viví aquí,
hasta 1972, he regresado muchas veces. Es uno de los países más
queridos para mí y que mejor conozco. México no me resulta
un país abstracto. He escrito sobre él muchas veces. En mi
Guerra del futbol, en mi Lapidarium. Me siento muy ciudadano
de México. Y esta es mi declaración de amor que quiero decir.
-Usted dibuja la realidad con el método del grano
de arena: en los detalles personales de la gente concentra el mundo entero,
el bosque completo lo delinea con un árbol, solo, ¿es usted
un árbol solo? ¿Asume ese sentido hondo de la soledad del
periodista?
-Eso sí, porque en especial un corresponsal de
guerra cubre acontecimientos que humanamente son importantes para él,
pero no son de su cultura. Cubre sucesos que no son de su identidad. Ese
es un sentido de la soledad, otro es que escribe para la gente que no vive
esa misma experiencia, sino que tiene una vida normal y esas son noticias
como de otro mundo, de un mundo ajeno. Hay un doble sentido de soledad,
pero al mismo tiempo está el sentido de que se está haciendo
algo que es muy importante, porque es el sentido de la buena prensa, de
la prensa ambiciosamente humana.
''Nuestra misión es organizar, enseñar a
la opinión pública mundial, porque sin la presencia de esa
opinión pública, sin la presión que puede ejercer,
sin el sentimiento de justicia que esa opinión puede hacer, los
políticos pueden llevar este mundo al infierno. Por eso es tan importante
nuestra presencia y nuestra labor.''
-Es obvio que el corresponsal de guerra enfrenta muchas
cosas duras, pero, ¿qué hace, por ejemplo, con el horror?
-Es una parte trágica de nuestra profesión.
La gente no puede soportarlo. Hay quienes tienen esa experiencia una vez
en la vida, porque dijeron a la primera: esto no es para mí. Hay
muy pocos que persisten porque se dan cuenta de que es importante dar ese
testimonio. He vivido en muchas ocasiones el horror. Son 30 años
en estas pequeñas guerras regionales. Guerras muy crueles, con matanzas,
torturas. Eso desgraciadamente no falta en el mundo y es muy importante
que persista la gente que quiera dar testimonio de esto, porque es la única
manera de despertar la conciencia en la opinión pública y
el único método de tratar de parar el horror.
Sueños sencillos y buenos
-Despues de todo eso, ¿qué ha aprendido?
-No es una respuesta fácil. Una manera es decir
que la respuesta está en mis libros. Otra, que necesitaría
escribir otros, muchos libros. Creo que en mi experiencia puedo decir que
he aprendido que la gente, por lo general, en el mundo, es buena. Que todas
esas fuerzas de venganza, de matanza, las fuerzas del horror, son muy limitadas.
Que lo importante es que se puede hacer algo para detener el horror. Que
la gente tiene sus sueños sencillos y buenos. Quieren vivir, que
sus hijos vayan a la escuela, tener trabajo digno. Son sueños sencillos
y buenos y eso siempre va a dominar en el mundo, y que las cosas malas,
como las guerras, son cosas crueles pero felizmente pasajeras. He aprendido
que la gente buena está siempre dispuesta a ganarle la batalla al
horror.
-Usted ha escrito: ''Una mala persona no puede ser un
buen periodista", el silogismo lógico sería, ¿asume
que el periodismo lo ha hecho una mejor persona?
-Lo único que puedo decir es que yo sólo
estoy haciendo mi trabajo. Puedo decir también que para ser periodista
debe tenerse el sentido de cumplir una misión. Soy periodista porque
siento que tengo una misión, de hacer algo bueno por los otros.
Usted que hace también esta profesión tiene ese sentimiento
compartido de cierta obligación ética.
-Lo ha formulado usted así: para ser periodista
es menester un sentido del sacrificio y también del apredizaje perenne.
¿Qué ha sacrificado?
-Se sacrifica todo lo que se llama buena vida, porque
es una profesión muy dura. La gente suele preguntar acerca del peligro
que corre un corresponsal de guerra. La respuesta es sí, corremos
mucho peligro, pero eso no es todo. De lo que no se habla mucho y es una
terrible experiencia son las condiciones como se viven esas situaciones:
no hay comida, hay mucha enfermedad, calor, no hay dónde dormir.
Para poder vivir situaciones difíciles hay que tener conciencia
que se hace para muy altos fines, tener conciencia de que se tiene una
misión: hacer el bien a los demás.
-Ante el panorama de la mayoría de los medios de
comunicación en manos de comerciantes, sin embargo, ¿mantiene
usted una perspectiva optimista? ¿Puede todavía el lector
exigir inteligencia y verdad en lo que se publica hoy en los periódicos?
-No estoy ciego, optimista tampoco, pero creo que es importante
ver que junto a ese mundo de medios grandes y poderosos hay todavía
periodistas buenos y que los lectores lo saben, porque ambos, buenos periodistas
y buenos lectores, se reconocen entre sí, se buscan. La gente sabe
cuál es la prensa mala y cuál es honesta, no es tan pasiva
como parece. Es enorme la responsabilidad que tenemos los periodistas.