REPORTAJE /INVASION
ESTADUNIDENSE DE 1847
La toma de la ciudad de México por las tropas
yanquis
Dos obeliscos y una historia con significados confrontados
México ha sido uno de los países que ha
padecido la política expansionista de EU que, basado en la doctrina
Monroe, se ha atribuido el destino de proteger a las nacientes repúblicas
desde el siglo XIX
JORGE LEGORRETA ESPECIAL
Como es bien conocido, por lo menos en México,
desde principios del siglo XIX Estados Unidos empezó la expansión
de sus territorios hacia los confines del mundo. Una parte de esa política
expansionista, fundamentada en la doctrina del presidente James Monroe,
fue la de atribuirse el destino manifiesto de proteger como guardianes
las nacientes repúblicas recién liberadas de las metrópolis
española y portuguesa.
Una parte de esa política la practicaron con México,
primero anexándose Texas, prácticamente a partir de 1936
y luego mediante una guerra de invasión entre 1846 y 1848, la anexión
de Nuevo México, Arizona y California. Producto de esa guerra existen
dos monumentos en forma de obeliscos, uno en Nueva York y otro en la ciudad
de México. Si bien es cierto, que forman parte de una memoria entrelazada,
tienen significados históricos confrontados, que vale la pena recordar
en estos tiempos patrios.
El obelisco de Nueva York
En la esquina de la 5ª avenida y la calle 23 se encuentra
una desapercibida placita con un obelisco de piedra no mayor de 15 metros
de altura, dedicado a Williams Jenkins Worth, llamado en Estado Unidos
el héroe de la guerra con México. Enfrente a dicha
plaza destaca el parque Madison Square y al lado se alza, en forma por
demás visible, el primer "rascacielos" de Nueva York, de 18 pisos,
conocido como Flatiron y construido en 1902 por Daniel H. Burnhan, urbanista
planificador de la ciudad de Chicago después del incendio de l860,
con quien colaboró durante los últimos años del siglo
XIX Adamo Boari, constructor del Palacio de Bellas Artes de la ciudad de
México.
El obelisco tiene esculpidas en sus cuatro caras los nombres
de 16 ciudades y lugares donde se verificaron las batallas, 11 de las cuales
son mexicanas; éstas son: en la cara principal de arriba hacia abajo,
Monterrey, Veracruz y la ciudad de México; en la segunda, Perote,
Puebla, Cerro Gordo y Chapultepec; en la tercera, Contreras, Churubusco
y Molino del Rey; las cinco restantes son: Florida, Chipewa, Fort George,
Luny's Lane y West Point. Todas éstas son las más importantes
conquistadas por el coronel Jenkins, que formó parte de las guerras
anexionistas de Estados Unidos. En la base del obelisco, que resguarda
sus restos, se lee:
"Under
this monument ties the body of Williams Jenkins Worth, born in Hudson,
NY, marck 1/1794, died in Texas, may. 7/1848" (bajo este monumento está
el cuerpo de W.J.W., nacido en Hudson, NY, el primero de marzo de 1794
y fallecido en Texas el 7 de mayo de 1848). "By the corporation of the
city of New York/ 1857/ honor the brave" (Por la Corporación de
la ciudad de Nueva York/1857/honor a la valentía).
¿Quién fue Worth y cuál el premio
a su valentía? Simplemente uno de los más feroces, aguerridos
y agresivos militares estadunidenses que participaron en las guerras de
expansión hacia el Niágara (1812) y Florida. Durante la colonización
hacia el sur, se hizo notorio por sus estrategias de exterminio contra
las poblaciones indias, suprimiendo todo tipo de abastecimiento, incluso
alimentos. A raíz de las primeras batallas contra México,
dirigidas por Zachary Taylor, en Palo, en mayo de 1847, fue ascendido a
mayor y fue el primero en colocar la bandera de Estados Unidos al traspasar
con sus contingentes, el Río Bravo. Posteriormente fue transferido
a las órdenes del general Winfield Scott, uno de los generales que
comandaron las batallas en Veracruz y Puebla, y particularmente la toma
de la ciudad de México. He aquí su paso por la ciudad durante
la guerra de 1847.
Probablemente se unió a los contingentes de Winfield
Scott que habían entrado a México por Matamoros, para de
ahí continuar a Monterrey y Tampico. Sin embargo, su presencia está
plenamente documentada como jefe de una de las más modernas divisiones
de artillería en Veracruz y Puebla y, a partir de agosto de 1847,
en la ciudad de México; su incursión militar en territorios
de nuestra ciudad fue compartida con otras divisiones de menor cuantía,
como las que dirigieron Twigg, Pillow y Smith, entre las más significativas.
A principios de agosto de 1847, el ejército estadunidense
entró por la antigua carretera de Puebla hasta el Peñón
Viejo; pero al darse cuenta de su extraordinaria fortificación regresó
y se dirigió al sur para bordear el lago de Chalco y el de Xochimilco,
y así tomar el mismo camino de Cortés, 328 años antes
al frente de soldados españoles; pasó por Mixquic, San Gregorio,
Santa Cruz Acalpixca y Xochimilco. En el relato de José Emilio Pacheco
titulado Crónicas del 47, editado por Clío, se recuerda
que la obra sobre la conquista española de México publicada
por Prescott en 1843 fue decisiva para los estadunidenses.
Scott y sus generales, incluyendo a Worth, que a la postre
habría de vencer las enormes dificultades para transportar su artillería
en terrenos pantanosos azotados por la temporada de lluvias, decidieron,
por tanto, no tomar la antigua calzada de Iztapalapa y prefirieron ir sobre
tierra más firme. Se encaminaron así hacia Tepepan y Tlalpan.
Manuel Rivera Cambas, uno de los más destacados
historiadores y cronistas del siglo XIX escribe al respecto : "(...) el
17 de agosto de 1847, el general norte-americano Mr. Worth, con una brigada
de 2 mil ochocientos hombres y con algunas piezas de artillería
(...) ocupó el pueblo de Tepepan (...) bajó (...) a Tlalpan
(...) venía del pueblo de Ayozingo (...) (pero) (...) se dio la
orden por Santa Anna de abandonar el campo, porque su plan de campaña
consistía sólo en defender la capital (...) al presenciar
este inesperado movimiento, los norteamericanos avanzaron violentamente
sobre Tlalpan, cuya plaza ocuparon (...) después de haber flanqueado
la fortificación del Peñón Viejo y Mexicaltingo (...)
(y se) determinó dirigirse a Peña Pobre, Zacatepec, Padierna
y Peña Pobre (...)" (México pintoresco, artístico
y monumental, editorial Valle de México, Tomo 11, pág.
440)
Enfrentamiento con las tropas mexicanas
Posesionados de Tlalpan, las fuerzas invasoras tuvieron
entre el 18 y 19 de agosto el primer enfrentamiento con las tropas mexicanas,
entre las que destacaba la famosa División del Norte, al mando del
general Gabriel Valencia. La batalla se escenificó en lo alto de
un cerro alrededor del rancho del hacendado llamado José Padierna;
los estadunidenses triunfaron, cuenta la historia, por la orden de Santa
Anna de seguir retirando los contingentes mexicanos, ante la extrañeza
y rebeldía de algunos de sus mandos. Las tropas enemigas se dirigieron
hacia Churubusco, un antiguo convento pertrechado con tropas al mando del
general Pedro María Anaya. Con ese objetivo, las fuerzas estadunidenses
se dividieron en dos; unas se enfilaron hacia allá, pasando por
San Angel. Worth, en cambio, avanzó por la actual calzada de Tlalpan,
cruzando previamente la Hacienda de Coapa y el centro de Coyoacán.
La división de Worth participó el 20 de agosto en Churubusco,
con 3 mil artilleros, de un total de 7 mil 900 soldados estadunidenses.
Estos movimientos del ejército estadunidense en
la ciudad de México están contenidos en un plano original,
firmado en marzo de 1848 por las autoridades militares y que se encuentra
disponible en la Biblioteca Pública de la ciudad de Nueva York.
También se pueden consultar en The West Point atlas of American
Wars, escrito y descrito por el brigadier general Vincent J. Espósito.
Reorganizados en Tacubaya, donde Scott estableció
su cuartel general, se preparó entonces el avance hacia Chapultepec.
Worth, apoyado por un contingente de rifleros y uno denominado Dragones,
continuó por la calzada de Tlalpan, cruzó las aguas de dos
ríos: el Churubusco y el de la Piedad, y pasó por los ranchos
de Portales y las ladrilleras existentes al lado de la antigua calzada
prehispánica de Iztapalapa, por donde siglos antes había
entrado Cortés con sus tropas en el siglo XVI.
El 8 de septiembre, Williams Jenkins Worth participó
en la gran batalla de Molino del Rey contra el general mexicano Miguel
M. Echegaray, al mando de 3 mil 200 soldados, y entre el 12 y el 13 en
la del Castillo de Chapultepec, defendido infructuosamente por nuestros
jóvenes cadetes del Colegio Militar, conocidos como Los Niños
Héroes.
Con una ciudad militarmente desprotegida por la huida
de Santa Anna hacia la Villa, los fuerzas estadunidenses avanzaron sin
ningún obstáculo hacia el Zócalo; nuevamente se dividen
en dos grupos; cada uno de ellos toma el camino de los acueductos: uno,
el del Salto del Agua, sobre la actual calzada de Chapultepec, en la ruta
de su general Quitman y que, una vez venciendo las escasas resistencias
en las garitas de Belén (actual cruce de Bucareli con avenida Chapultepec)
y las del Niño Perdido, llegaron a la Alameda y de ahí al
Zócalo por la actual calle de Madero.
El otro grupo que encabezó Worth tomó el
camino del acueducto de La Verónica, que seguía el actual
Circuito Interior; al llegar a la fuente de la Tlaxpana, dobló por
la calle de Tacuba y encontró una férrea resistencia en la
garita de San Cosme, que al vencerla, daría lugar al desalojo militar
de la ciudad. Worth mismo relata :
"Como a la una de la madrugada, una comisión de
la municipalidad vino con bandera blanca a mis puestos avanzados, anunciando
que inmediatamente después de los disparos de mis piezas de sitio,
el gobierno y el ejército empezaron a evacuar la ciudad, y que dicha
comisión traía encargo de conferenciar con el general en
jefe (...)" (La ocupación yanqui en la ciudad de México,
1847-48, María Gayón, compilación INAH, 1997,
230 pág.)
Continuaron por San Cosme
Worth
y su división de artillería continuaron sobre San Cosme,
Puente de Alvarado y avenida Hidalgo, y al llegar a la Alameda hicieron
un alto, seguramente para coordinarse con el contingente de Quitman y con
el de Scott la entrada al Zócalo. Era todavía la madrugada
del 14 de septiembre. En la citada compilación de María Gayón
se da cuenta de un plan de resistencia civil organizado por un coronel
de la Guardia Nacional de nombre Carvajal, y de que un ciudadano de apellido
Esquivel dispara un tiro fallido a Worth, quien se encontraba en el callejón
de López, lo cual dio pie a persecuciones excesivas, cañonazos
por doquier y al saqueo de innumerables casas por parte de las tropas estadunidenses.
A las cinco de la mañana Worth continuó
por la calle de Tacuba y llegó a la parte posterior de Catedral,
para de ahí cruzar la plaza del Zócalo y colocar, junto con
Quitman, en lo alto del Palacio Nacional, la bandera de Estados Unidos.
Aunque se cuenta con pocas evidencias fidedignas, lo seguro es que Worth
acompañó a Scott en la entrada al Palacio y, por tanto, que
haya sido testigo del hecho, registrado exactamente a la siete de la mañana
del 14 de septiembre de 1847. Según relata Rivera Cambas, "el general
Scott ocupó las habitaciones del Presidente de la República",
paradójicamente, el día anterior a la celebración
del 37 aniversario de nuestra Independencia.
Posterior a la firma del armisticio de rendición
y los acuerdos llamados de Guadalupe Hidalgo, por haberse celebrado en
la Villa de Guadalupe Hidalgo, en febrero de 1848, y donde se "cede" la
mitad de nuestro territorio a Estados Unidos, Winfield Scott fue relevado
del cargo y sometido a juicio en la propia ciudad de México por
sus desavenencias con Worth y Pillow, quienes lo acusaron de abusos del
poder militar. Williams Jenkins Worth fue retirado de México y nombrado
jefe militar en dichos territorios, con sede en Dallas, y a sólo
ocho meses de la toma del Palacio Nacional murió intempestivamente
de cólera, el 7 de mayo de 1848, en la ciudad de San Antonio, Texas.
Nueve años después, el 7 de mayo de 1857 en la ciudad de
Nueva York, se levantó el monumento aludido en forma de obelisco.
Guillermo Prieto, durante su exilio en esa ciudad en 1877,
se negaba a pasar frente a él diciendo a su acompañante guía:
"No quieras llevarme por ese lado, Manuel, yo no quiero ir por ese lado
ni ver ese gran monumento (...) ni nada; me han dicho que ese monumento
es levantado contra mi patria; y mira, quisiera morirme antes que pisar
esa tierra; me quema las plantas, me parece que esas barras que tiene la
bandera americana están hechas con nuestra sangre, y que las estrellas
son la impresión de sus heridas abiertas y entonces (...)"
Su acompañante responde: "es un gran monumento
al general Worth (...) Prieto agrega: "¿Cómo en la patria
de Washington se levantan monumentos al robo, a la brutal ostentación
de la fuerza? ¿Cómo se enseña la inviolabilidad del
derecho y se construyen columnas de honor a la más villana de todas
las violaciones? (...) quédate en tu plaza y resígnate, y
déjame a mí con mis pelados maldecir hasta la quinta generación
a todos los piratas y a todos los conquistadores (...)" (Viaje a los
Estados Unidos, editorial Dubán y Chávez, Tomo II, 1877:
403)
A los héroes de Padierna
Guardando una similitud histórica con la memoria
de Worth en Nueva York, aquí en México, en 1947, a cien años
de la guerra contra Estados Unidos y en tiempos del presidente Manuel Avila
Camacho, se levantó un monumento similar en forma, pero obviamente
con un sentido histórico distinto : recordar la primera batalla
que tuvo lugar en la ciudad de México contra las fuerzas de ocupación
estadunidenses.
Aquí, en lo más alto de uno de los cerros
de la sierra del Ajusco, hoy totalmente urbanizado con el nombre de colonia
Héroes de Padierna, (cruce de las calles Oaxaca, Fortín y
Sonora, de la delegación Magdalena Contreras) existe un modesto
obelisco de llamativo color anaranjado, que recuerda la heroica defensa
del país por parte del ejército mexicano al mando de general
Gabriel Valencia. En la base de dicho obelisco existen dos placas; en la
primera dice: "En homenaje a los heroicos mexicanos que sucumbieron en
este lugar el 19 de agosto de 1847 en defensa de la Patria. 19 agosto de
1947". En la segunda se lee: "Del pueblo y Gobierno de la República,
a la defensa de la nación. CL aniversario de la defensa de la patria.
1847-1997. Padierna, 19 de agosto de 1997".
A diferencia del de Nueva York, el de la ciudad de México
no guarda resto alguno de los participantes mexicanos en esa batalla.
Existen otros sitios en la ciudad que resguardan la memoria
de aquella intervención estadunidense. Por ejemplo, el Museo de
las Intervenciones, en el Ex Convento de Churubusco; la placa alusiva con
los nombres del Batallón de San Patricio que luchó del lado
mexicano, colocada en el parque de San Jacinto de San Angel; un monumento
alusivo a la batalla del Molino del Rey, y el gran monumento a los Niños
Héroes, ambos en Chapultepec. Sin embargo, todos estos no completan
la memoria histórica de la intervención. Falta uno: monumento
a los héroes anónimos.
Defensa ciudadana
La defensa de la ciudad de México frente a las
tropas estadunidenses no fue sólo militar, sino también ciudadana.
Son innumerables las crónicas de esos tiempos sobre la actitud patriótica
del pueblo, incluyendo niños y mujeres que reclamaban iracundos
una actitud más valerosa del ejército mexicano, que al final
se recluyó en la Villa de Guadalupe. Baste citar aquí, las
narraciones que Guillermo Prieto hace, basadas en cartas recibidas por
gente común y corriente:
"Scott estaba en el balcón (...) como quien predica
en el desierto. Un grupo de mujeres desde abajo le gritaban, ¡cállate
costalón (...)! En la plaza del Volador y subido como en alto, estaba
un hombre (...) que hablaba muy al alma; su voz como que tenía lágrimas
(...) era don Próspero Pérez, orador de la plebe de mucho
brío y muy despabilado, como otros. Las mujeres nos dan el ejemplo,
¿qué ya no hay hombres?, ¿qué no nos hablan
esas piedras de las azoteas?
"En la calle Santa Teresa (hoy Guatemala) un yanqui hirió,
con la culata de su fusil y le destrozó el cráneo a una niña
que a nadie ofendía; don Pomposo Gómez, segundo jefe de alumbrado,
se lanzó sobre el yanqui, le derribó y le plantó un
pie en el pescuezo. ¡Viva México! gritaba la multitud (...)
sobre Gómez estaban montones de soldados, las mujeres los herían
por donde podían (...) de las azoteas llovían piedras, ladrillos
y hasta muebles... Gómez cayó peleando como un héroe
(...) (María Gayón, op.cit. pág. 268-269).
En Padierna, por ejemplo, un olvidado oficial de nombre
Chauvilla arrancó de un asta la bandera de Estados Unidos y la sustituyó
por la nacional en un acto heroico que le costó la vida.
A éstos y otros personajes anónimos habría
que levantarles hoy en estos tiempos de globalidades un digno monumento
que fortaleciera nuestro nacionalismo. Los sitios apropiados para esos
monumentos podrían ser la Alameda Central o bien la Plaza de San
Jacinto, ahí mismo donde cayeron varios irlandeses del Batallón
de San Patricio, muchos de ellos olvidados protagonistas de la guerra contra
Estados Unidos.