Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 10 de septiembre de 2002
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Economía

Ugo Pipitone

Un día después

Son innumerables, mirando al pasado, los episodios de la historia en que el desastre que podía evitarse, no se evitó. Sólo queda después la vergüenza por no haber sabido esquivar lo peor y, pasado mucho tiempo, el asombro de quien descubre locuras remotas sin poder explicar tanta estupidez suicida por parte de ancestros lejanos. Por desgracia, los seres humanos no siempre reconocemos las señales del peligro, ni siempre sabemos o podemos cambiar de ruta, incluso cuando las señas indican que un poco más adelante nos estrellaremos.

Pero entre pasado y presente hay una diferencia: los retardos de comprensión y de acción se pagan ahora en un escenario global. Ha cambiado la escala de las consecuencias. Los retardos de inteligencia y de intervención se han vuelto irremediablemente más costosos. Esta es la mayor diferencia: la aparición contemporánea de la posibilidad real de la autodestrucción de la humanidad. Nunca antes, estupidez, crueldad, ignorancia, inercia, fanatismo (en las mezclas inestables asociadas al tiempo y a la geografía), pudieron amenazar nuestra especie en su totalidad.

Hoy lo hacen. Entendiendo por "hoy" ese tramo de historia que va de un 6 de agosto de 1945, en Japón, a un 11 de septiembre de 2001, en Nueva York y Washington. Sería ridículo suponer que el futuro está escrito y que estamos enfilados hacia la salvación (terrenal) o hacia el sacrificio. Pero sería ridículo e irresponsable dejar de ver que el holocausto es hoy (técnica, social y ecológicamente) posible. ƑHabremos comenzado a convertirnos en una especie en vía de extinción? Nadie puede decirlo, pero la pregunta tiene hoy un sentido inimaginable hace sólo un siglo atrás.

Ha pasado un año desde el 11 de Septiembre. Y a uno se le ocurre preguntar lo obvio: Ƒqué hemos aprendido desde entonces? ƑHa habido un salto hacia delante en la comprensión de la naturaleza de los nuevos problemas que nos amenazan y en la promoción de políticas diferentes para aminorar el peso de sus consecuencias? Las respuestas son bastante más desalentadoras de lo que hace un año era lícito esperar. Limitémonos a los dos, mayores, protagonistas: el terrorismo y Estados Unidos.

El primero es un universo complejo que tiene en común la idea de que la muerte de los inocentes hace parte de las legítimas estrategias de lucha contra el enemigo. Cabía la esperanza (actualmente rota) que algunas manifestaciones del terrorismo mundial retrocedieran horrorizadas frente al descubrimiento de las dimensiones catastróficas que podían asumir sus acciones de ahí en adelante. Nada de eso ha ocurrido. FARC, ETA y otros salvadores iluminados no aprendieron nada: para ellos todo sigue igual. Los civiles (sean niños, ancianos o mujeres) siguen en la mira. Las motivaciones ideales de los comienzos se convierten en siniestras jaculatorias entre miles de muertos en el altar de causas sagradas que, en nombre de la humanidad, vuelven irrelevantes los costos humanos.

Pasemos a Estados Unidos. Aquí, francamente, es difícil entender. Hace un año era obvio para cualquiera que gran parte del fenómeno terrorista venía de condiciones de miseria y humillación que era necesario atacar con nuevas formas de solidaridad y nuevas estrategias de desarrollo. En lugar de eso, lo que la administración de George W. Bush ha llevado al mundo ha sido torpeza, desatención, inercia imperial y una persistente visión militarista de los problemas. Y Estados Unidos no está solo. En la conferencia de Monterrey sobre financiamiento al desarrollo no hubo novedades. En la de Joannesburgo, casi lo mismo. Y en los dos casos, Estados Unidos en primera línea a trabar cualquier intento de modificar estructuras y políticas que, de alguna manera, nos han conducido donde estamos. Y en lo que concierne a Medio Oriente, peor. Desde Washington, de vez en cuando, algún reproche a Sharon y, en la sustancia, nada más. Como si el poder de irradiación global que viene de la ira de un pueblo palestino a quien se le niega su propia tierra, no existiera.

Y uno tiene dificultades a entender. ƑEs posible que no hayamos entendido nada? ƑEs posible que frente a una tempestad que acumula cada vez mayor fuerza sigamos sin hincarnos? Pues sí, no sólo es posible, es exactamente lo que ocurre. La irresponsabilidad del pasado no ha muerto, sólo ha cambiado el tamaño de sus consecuencias. Y parece que nadie se ha enterado.

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