Javier Oliva Posadas
Democracia y autoritarismo
En el ejemplar de la semana del 17 al 23 de agosto, número 8286, la prestigiada revista The Economist dio a conocer los principales resultados de la encuesta Latinobarómetro 2002. Este trabajo, que viene realizándose desde 1996 en Santiago de Chile, ha alcanzado tal nivel de relevancia que cada vez que aparece se vuelve referencia para comentaristas y gobiernos.
Ahora no es la excepción. Menos aún en el contexto latinoamericano a partir de enero de este año, debido a lo cual el futuro inmediato es, por decir lo menos, inestable: en Paraguay se decretaron dos días de estado de sitio; en Argentina la crisis institucional parece no tener fin; en Venezuela hubo un fallido intento de golpe de Estado; en Colombia se agudizó el conflicto militar; en Perú fueron intensas y violentas las protestas por la privatización de la generación de energía eléctrica; en Uruguay persiste la crisis económica; en Bolivia, que durante días estuvo a punto del quiebre institucional en las pasadas elecciones presidenciales; en Ecuador los actores políticos no llegan a acuerdos. Hasta el momento, Brasil y México, junto con Centroamérica, parecen escapar de tan problemático panorama.
Dados estos antecedentes, la ironía es que hay libre mercado (sólo para los productos de las potencias comerciales del mundo, principalmente Estado Unidos) y hay democracia (pese a los acelerados procesos de empobrecimiento de millones de latinoamericanos). Existiendo esas dos condiciones, hay que agregar la presencia de instituciones y de una sociedad más participativa. Una primera y seria llamada de atención se observa en la lámina tres de la encuesta (página 29), donde en casos como los de Argentina y Paraguay se respondió a la pregunta: Ƒqué tan satisfecho está con la democracia en su país?, "no muy satisfecho" y "nada satisfecho", que en Argentina alcanza 96 por ciento, mientras en Paraguay es de 98 por ciento. México ocupa el tercer sitio con 81 por ciento. Bases para la tensión entre gobernantes y gobernados las tenemos.
En cuanto a la percepción de los niveles de si hay aceptación o no a la privatización de empresas del Estado, en México la respuesta se ubica en un ilustrativo 43 por ciento de rechazo. El caso extremo es nuevamente Argentina, con 70 por ciento. Pero sin duda la más ilustrativa para poder comprender el debilitamiento de instituciones como el Parlamento, la desconfianza a los procesos electorales, entre otros aspectos, es la percepción respecto de la utilidad y sentido de los partidos políticos.
Argentina manifestó "cero" en cuanto a los rangos de "alguna" o "mucha confianza"; Colombia un escaso 10 por ciento; en México alcanzaron un pobre 12 por ciento; en Uruguay es donde más apreciación hay por los partidos políticos, al lograr 32 por ciento.
Finalmente, resulta ilustrativo cómo a excepción de Argentina y Perú (izquierda), Bolivia, Brasil, México y Uruguay (sin cambios), en todos los demás países de la región se aprecia una posición identificada con la derecha. Con estos elementos no es difícil explicar la emergencia de liderazgos basados en el carisma y pragmatismo de los dirigentes. Lo que sí es digno de analizar, y merece estudiarse, es que en la medida en que los partidos políticos no creen las condiciones para propiciar, ya no se diga el debate ideológico, sino la mera convocatoria a las urnas, se estará generando el ambiente propicio para soluciones dramáticas e irreflexivas. Nada más ajeno a la política, que es una actividad gradual y por tanto, evolutiva.
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