Jorge Camil
México vs. Latinoamérica
Covey Oliver, el destacado internacionalista que fue subsecretario de Estado para asuntos latinoamericanos en las administraciones de John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson, disfrutaba contar a sus alumnos de derecho internacional público la anécdota sobre su encuentro casual con Fernando Belaúnde Terry, durante el exilio del ex presidente peruano en Estados Unidos, luego del golpe de Estado que descarriló su primera gestión en 1968.
Covey, que a la sazón había dejado el Departamento de Estado para regresar a sus clases en la Facultad de Derecho de Pensilvania, conducía a su casa al final de una larga semana en medio de una lluvia torrencial. De pronto, al doblar una esquina, creyó adivinar bajo un paraguas al ex presidente Belaúnde. Covey se detuvo, invitó a Belaúnde a subir a su automóvil, y lo llevó a tomar una copa. Durante la animada conversación, que conociendo la bonhomía de Covey seguramente se convirtió en una cena con coñacs, Belaúnde recriminó al ex diplomático la actitud de Estados Unidos con respecto a América Latina: "ustedes los estadunidenses -le dijo- jamás entenderán a América Latina, porque insisten en verla a través de la cortina distorsionada de México, que no es un país latinoamericano".
Este mismo tema causó gran revuelo durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando el politólogo Samuel P. Huntington publicó su controvertido ensayo The clash of civilizations (el choque de las civilizaciones), en el cual afirmó que, para obtener su admisión al TLC, México "había dejado de definirse a sí mismo como un país que se oponía a Estados Unidos para dedicarse a imitar a Estados Unidos". Para sustentar su grave acusación contra el régimen salinista, reveló la inusitada visita que le hizo en 1991 un importante asesor de Carlos Salinas. Al escuchar los cambios que México pretendía realizar, Huntington le respondió sorprendido al misterioso asesor presidencial: "lo que ustedes pretenden es que México deje de ser un país latinoamericano y se convierta en un país estadunidense". šExacto!, exclamó el asesor salinista: "eso es lo que pretendemos hacer, sólo que no podríamos jamás reconocerlo en público". No hay duda de que los comentarios de Huntington, formulados en los años 90, coinciden con los del recién fallecido Belaúnde Terry, expresados al final de la década de los 60. Lo cierto es que muchas cosas nos separan.
Durante los aciagos años de las dictaduras militares en Centro y Sudamérica, México escapó a ese flagelo continental merced a la "dictadura perfecta" del PRI. Y mientras Argentina era la envidia de América Latina por su inagotable producción de libros escritos o perfectamente traducidos al español (los clásicos griegos y latinos, los escritores españoles, los últimos tratados de derecho, los grandes filósofos franceses y alemanes), nosotros leíamos bestsellers y enviábamos a nuestros hijos a colegios que garantizaban el aprendizaje "sin acento" del idioma inglés.
Hoy en día parece que quienes disponían de recursos para educarse en el idioma de Shakespeare han tomado finalmente el control político, cultural y financiero del país, ocasionando con ello el nacimiento de los dos Méxicos, divididos por la brecha insalvable de oportunidades, tecnología y acceso a los recursos económicos. Es difícil aceptar que Argentina, país con marcados antecedentes europeos y una mínima población indígena, sea más latinoamericano que nosotros, que tenemos la mayor población indígena del continente.
El viernes pasado, Craig Karmin y Mike Esterl publicaron en el Wall Street Journal un artículo titulado "México, en la mira del capital, pese a la crisis latinoamericana". Los autores manifiestan que la reciente adquisición de Bital por el Grupo HSBC es "la prueba más reciente de que la crisis financiera en Sudamérica no ha dañado la percepción global de México, o el entusiasmo por invertir en (este) mercado". El inexplicable flujo de inversiones a México ocurre cuando argentinos y uruguayos, desilusionados, desandan hacia Europa, en palabras de Eduardo Galeano, "el camino que sus abuelos hicieron al revés"; ocurre cuando Brasil está sujeto al escrutinio del capital internacional por sus problemas económicos y la posible elección del socialista Lula da Silva en octubre próximo. Aunque los inversionistas ofrecen muchas explicaciones para esta renovada confianza en el mercado mexicano, ninguna es verdaderamente convincente. Lo indudable es que el lamentable estado de la economía de la región no ha contaminado a México. ƑSerá posible que imperceptiblemente, y avasallados por la influencia de Estados Unidos, nos hayamos divorciado de América Latina para convertirnos en un país estadunidense donde simplemente "se habla español"?