Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 28 de agosto de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas
  >

Política

Arnoldo Kraus

Medicina, pobreza y racismo

Bajo la hegemonía de la globalización es "comprensible" que para los pobres el acceso a la medicina preventiva, a la medicina "de calidad", sea mera entelequia. Incluso en países ricos, entre las capas más pobres, que en muchas ocasiones carecen de protección social -Estados Unidos es un buen ejemplo-, se repite la misma historia que en las naciones del tercer mundo: el acceso a la medicina "es un lujo". La pobreza es un factor determinante que actúa en contra de la salud del individuo y de la comunidad: no sólo existe un incremento en todo tipo de enfermedades, sino que las expectativas de vida y la calidad de ésta son menores cuando se comparan con las clases ricas. Aunque existen vínculos entre pobreza, medicina y racismo, los puntos anteriores no explican por qué en pleno siglo xxi algunos enfoques de la medicina tienen francos tintes racistas. En este caso, la investigación de nuevos fármacos se ha convertido en villano frecuente.

Además de que antaño "muchos" estudios se llevaban a cabo en países del tercer mundo sin que mediasen los cuidados suficientes sobre los sujetos de investigación -"conejillos de Indias"-, so pretexto de que no existían códigos deontológicos ni normas éticas suficientes, en la actualidad, sobre todo en naciones como Estados Unidos, donde se lleva a cabo buena parte de la investigación farmacológica, es común que exista discriminación contra minorías como negros o hispanos.

Cuando se padece una enfermedad potencialmente mortal como sida o algunos tipos de cáncer, y se carece de seguro médico -40 millones de estadunidenses no tienen protección médica-, es muy atractivo para los pacientes ser parte de un protocolo de estudio, pues se les ofrecen medicamentos "experimentales" en forma gratuita. Estos medicamentos, por supuesto, pueden mejorar, estabilizar o curar al afectado -todos han sido probados previamente en animales y es infrecuente que produzcan daños en seres humanos. Asimismo la atención médica es gratuita al igual que los exámenes de laboratorio y de rayos x. Incluso se les paga transporte, alojamiento y en ocasiones reciben alguna "ayuda" económica.

Las razones anteriores, empezando por la pobreza, son el leitmotiv por el cual determinados protocolos de investigación son atractivos para los enfermos. Agrego que algunos doctores consideran que formar parte de un experimento es un privilegio, pues a los enfermos se les atiende con mayor interés y tan frecuentemente como sea necesario.

Al investigar los efectos de un medicamento, se sabe que para que los resultados sean confiables es menester incluir sujetos que representen "la totalidad" de los enfermos que podrían requerir la droga. La edad, el sexo, la clase social, enfermedades concomitantes, la raza y factores genéticos son constantes que deben tomarse en cuenta para así asegurar que las variables "naturales" entre los seres humanos sean controladas "al máximo". Incluir pobres, negros, mujeres u otras minorías es hacer "buena ciencia". Excluirlos contraviene principios científicos, académicos, comerciales y éticos. Por lo anterior, diversas organizaciones de salud han sugerido que las minorías deben incluirse en todo protocolo. Lamentablemente, al menos en Estados Unidos, la realidad es otra.

Se sabe, por ejemplo, que en Estados Unidos, en los estudios de sida, es menos probable que negros e hispanos participen en estos experimentos. En este tipo de investigaciones el sesgo es evidente, pues suele invitarse a sujetos con mejores condiciones socioeconómicas que las de las minorías y que, de preferencia, hayan finalizado preparatoria. Esto "asegura" que los enfermos terminen el estudio, lo cual para los investigadores y para las compa-ñías farmacéuticas es, por supuesto, benéfico, pues permitirá publicar trabajos científicos y generar ganancias. Sin embargo, excluir a las minorías para asegurar el éxito de la investigación es amoral.

Se sabe también que a las minorías no se les trata igual, fenómeno que genera desconfianza hacia los médicos con la consecuente interrupción del tratamiento. Por esa misma razón es frecuente que los pacientes negros o hispanos no continúen o no entren a una segunda fase terapéutica, lo cual es contrario a los intereses del investigador y de las compañías farmacéuticas, ya que el estudio se interrumpe.

Debido a que muchos pacientes no completan tratamientos por lo ya expuesto, y en vista de que la adherencia al tratamiento en el sida es cimental para el éxito terapéutico, los grandes laboratorios prefieren no incluir grupos marginados en sus protocolos para "evitar el fracaso". La inmensa paradoja es que la gran mayoría de los enfermos de sida son pobres o pertenecen -Africa, América Latina- a las minorías que son discriminadas en Estados Unidos.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año