Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 26 de agosto de 2002
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Cultura
El hábito evita enfermedades relacionadas con el cerebro, dice científico brasileño

La lectura, auxiliar contra el Alzheimer: experto

Nutrida asistencia a la decena de actos que ofreció ayer la Feria del Libro en el Zócalo

RENATO RAVELO

''Las personas que practican la lectura tienen menos posibilidades de sufrir Alzheimer que quienes realizan la lectura pasiva que proponen los medios visuales". Los lectores usan sus neuronas, y de acuerdo con las observaciones del científico brasileño Iván Izquierdo, en personas de tercera edad esa práctica ayuda en otro tipo de enfermedades relacionados con el cerebro.

El especialista brasileño Armando Trevisam citó ese estudio en su participación en la segunda Feria del Libro en el Zócalo, para ilustrar su conferencia La lectura en nuestra sociedad teconológica-informatizada, uno de los actos centrales de entre la decena de actividades que este fin de semana se desarrollaron en ocho recintos del Centro de la ciudad y que convocaron a casi 200 mil personas.

Aunque es domingo hay menos asistencia que el día anterior, comentan los organizadores: "en el primer día llegaron entre 100 y 150 mil personas", atraídas por las carpas, por la casi permanente oferta musical que la Secretaría de Cultura ofrece, o por completar la lista escolar a destiempo.

Es difícil tomar el Centro, lamenta José Angel Leyva, de la Secretaría de Cultura, al referirse a las dificultades que implica lograr que los asistentes se trasladen del Zócalo a los otro siete recintos que ofrecen actividades en los 10 días que durará la feria.

Si bien el Zócalo se ve concurrido, en la Plaza Santo Domingo, área dedicada a vendedores de libros viejos o de editoriales pequeñas, como Verdehalago o El Tucán de Virginia, la falta de asistencia se nota en la mirada de quienes quisieran culpar a alguien.

Aun así la profesión del librero es la de alguien vocacionalmente preparado para esperar, para no estar en la lista de prioridades, en la convicción de que se hace algo importante.

El librero espera que uno sea sorprendido por la edición del Diccionario de la vida práctica o la edición rústica de La vida inútil de Pito Pérez. El librero no desespera: "¿tiene algo de Max Aub?", le preguntan, y reponde: "sí, pero no lo traje, venga la próxima semana", y sabe que su cliente regresará.

De regreso al Zócalo, en varios estantes dominan la nueva fórmula: la de editoriales que fusionaron nombres como Joaquín Mortiz o Grijalbo, con otros más eficientes y corporativos. Ahí no hay libreros que saben esperar, sino vendedores que preguntan por el requerimiento, por el producto que se va a comprar. Como alternativa, la oferta del Fondo de Cultura Económica, que permitió a los niños mexicanos conocer a Anthony Browne y sus gorilas, entre otros muchos autores.

El módulo de la Comisión Nacional del Libros de Textos Gratuitos es centro de distribución de folletos informativos y del libro Las aventuras de Liborio y Analfaberto. Esta instancia editó este año 7 millones de libros para el reciente ciclo escolar.

Pero esa es la lectura obligatoria, no de la que habla el director de la Biblioteca Nacional José Martí, Elíades Acosta, quien en el Palacio de San Ildefonso, durante el seminario ''En busca de sentidos", explica cómo la demanda en Cuba actualmente rebasa su capacidad de oferta: "tenemos 6 mil bibliotecas escolares, 392 públicas... En 12 bibliotecas de barrio para 5 mil personas tenemos un acervo de 10 mil volúmenes".

Ochoa revela que el programa de convocatorias a distintos concursos, que surgió apenas en 1998, funciona con 10 mil dólares e involucra a más de 400 mil niños y jóvenes: "todos sobre la base de que la lectura es un placer".

En el módulo del Faro de Oriente se venden sus productos, se anuncia un taller de papel hecho a mano el martes, cuando también asistirá El Gritón a un performance, en tanto Thelma Dorantes, Norma Barrosa y Silvia Mejía leen en voz alta Humor de amor, de Gabriela Inclan, en un improvisado café, y dos jóvenes promueven la revista Ad Livitum, que ya cumplió un año y tiene un poco de poesía, comic, arenga...

El alfabeto se inventó 3 mil 500 años antes de Cristo, sostiene Trevisam, para algo que antes solamente algunos privilegiados podían hacer: "poder acceder a la memoria de lo que somos".

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