JAZZ
Antonio Malacara
Aunque nadie lo creyera, el Zócalo fue jazz
HACE DOS MESES el promotor Julio Rivarola nos habló
por teléfono para decirnos que iba a traer a Dave Valentin a México,
y que además de un concierto en el Teatro de la Ciudad quería
organizar un festival en el Zócalo, en el que, además de
Valentin, actuaran grupos mexicanos. Nos pidió que le recomendáramos
algunos nombres y nosotros mencionamos, no sin trabajo, a Iraida Noriega,
a Osmany Paredes (radicado desde hace mucho en estas tierras), al trío
Aanderud-Bernal-Puentes y al dueto que eventualmente forman Eugenio Toussaint
y Cristóbal López. Le dimos los teléfonos de cada
uno para que platicara directamente con ellos y decidiera a quién
incluir.
AL
ENTERARNOS QUE para este concierto los organizadores habían incluido
a todos la sorpresa fue enorme. Desde un principio pensamos que el Zócalo
del DF podía resultar excesivo para un concierto de jazz. De hecho,
nunca se había intentado siquiera algo por estilo. El jazz se desarrollaba
históricamente (órale) en los bares, en las salas de conciertos
y, muy de vez en cuando, en algún parque o alguna explanada delegacional.
La Plaza de la Constitución era territorio para la música
masiva y el jazz no entraba en dicha categoría. Dudamos, lo confesamos
mi sub y yo, de que le público habitual llegara a la cita.
Pero qué bueno que nos equivocamos.
CON TODA SEGURIDAD, no asistieron las 10 mil personas
que calculan los organizadores, pero aun así este festival, denominado
El Zócalo es Jazz, fue un éxito desde todos los puntos
de vista. Las sillas colocadas ante el escenario (unas 400) resultaron
insuficientes desde un principio. Mis hijos y yo llegamos 15 minutos antes
de las 12 y todavía alcanzamos buenos lugares, pero poco después
la gente empezó a sentarse en el suelo o a resignarse de pie.
EL EQUIPO DE sonido funcionó a la perfección,
de manera casi inmaculada, y sólo mínimos contratiempos hicieron
que los técnicos corrieran tras la solución, como la caída
de un micro en las cuerdas del piano o la flauta de Reynaldo Pérez,
que no se escuchó cuando Menduvia iniciaba su set. Pero la continuidad
fluyó a buen ritmo y, uno a uno, los cinco grupos pudieron mostrarse
a plenitud.
DOS GRUPOS DE concheros danzaban interminablemente a ambos
flancos del escenario, haciendo retumbar al máximo los troncos y
las pieles para rescatar los rituales de su sonido de entre el ritual amplificado
del jazz, pero la hipnótica música de los compadritos
sólo la escuchábamos entre grupo y grupo, cuando Roberto
Morales, el legendario productor y locutor de radio (creador de la desaparecida
Jazz FM), presentaba desencajada y agradablemente a cada uno de los músicos.
Potencia atómica
LA FACTURA DE la música, pudiera sobrar decirlo,
fue de primera línea. Mark Aanderud, Agustín Bernal y Gabriel
Puentes abrieron de manera inmejorable la tarde. Iraida Noriega, luciendo
a plenitud su voz y su embarazo, se hizo acompañar por el virtuosismo
de Tony Cárdenas, Aarón Cruz, Diego Maroto y Enrique Nery
(nada más). Osmany Paredes hizo estallar el Zócalo entero
con su potencia atómica y afrocubana. Cristóbal López
y Eugenio Toussaint nos dieron una nueva muestra de su enorme y consolidada
estatura, mientras el grupo de Dave Valentin sonó mucho más
poderoso y envolvente de lo que se muestra en los discos.
PERO AQUI EL punto a resaltar es otro: El público
mexicano de jazz estuvo ahí, por miles, ratificando su ser con el
estar, autodespertando la emoción de una realidad que, esperamos,
se repita el próximo sábado 24, cuando el Zócalo vuelva
a abrir sus espacios al jazz con la presencia de Heberto Castillo, Juan
José Calatayud y el dominicano Michel Camilo. Salud.