Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 20 de agosto de 2002
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Cultura
Maestro en tallar torsos, asumió el arte de la escultura como vocación vital

Murió Eduardo Chillida, artista vasco; la luz, su búsqueda perenne

Fue un genio más de la generación formada por Joan Miró, Marc Chagall y Georges Braque

Creó El peine de los vientos, sitio de encuentro para hallar solución al problema del País Vasco

ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL

Madrid, 19 de agosto. Eduardo Chillida, el maestro en tallar torsos en bloques de yeso, el escultor vasco de la forja y el soplete, de la fragua y el hierro, del granito y la madera, murió hoy en su casa del monte Igueldo de San Sebastián. Una enfermedad, el Alzheimer, lo había confinado al ostracismo durante los dos últimos años, si bien su salud em-peoró desde el pasado marzo.

Desde el 6 de julio, en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México, se expone una retrospectiva del artista guipuzcoano, considerado uno de los grandes escultores del siglo XX y un genio más de la generación de Joan Miró, Marc Chagall y Georges Braque.

Del futbol a la escultura

Eduardo Chillida nació en San Sebastián el 10 de enero de 1924. Su primera vocación, interrumpida por una lesión, fue el futbol, al llegar a ser a los 18 años portero titular del equipo de su ciudad, la Real Sociedad. El cambio forzoso en su vida deportiva lo llevó un año después a Madrid, donde comenzó la carrera de arquitectura, que también abandonó, aunque por voluntad propia, al sentir el llamado de la escultura, la que convirtió en su actividad definitiva.
chillidaretrato
Una vez encontrada su vocación de escultor, de artista, Chillida realizó sus primeros trabajos, unos torsos tallados en bloques de yeso que evidenciaban su admiración por el arte griego, una de sus fuentes de inspiración.

La muerte del artista donostiarra se produjo alrededor de las siete de la tarde (hora española), después de que fue trasladado del hospital -donde había permanecido ingresado en cuidados intensivos- a su casa situada al final del paseo Ondarreta de la playa de la Concha, en pleno acantilado, acompañado de sus ocho hijos, 24 nietos y de El peine de los vientos, una de sus obras más emblemáticas. El fallecimiento de Chillida se produjo después de al menos seis meses de agudizamiento de su enfermedad, que lo obligó a permanecer recluido desde octubre de 2000, cuando inauguró el Museo Chillida-Leku, en Hernani, a 10 kilómetros de San Sebastián.

Los derroteros artísticos de Chillida lo llevaron, una vez desencantado de la arquitectura, a vivir en París, donde comenzó a dedicarse de tiempo completo a la escultura. En esta época, principios de los años 50, comienza a exponer y entablar amistad con Pablo Picasso, Joan Miró, Cioran, Marc Chagall, Antoni Tàpies, Antonio López y George Braque, pero también empieza a incursionar en el dibujo y el grabado, sobre todo en el terreno editorial, al ser él mismo un admirador de Jorge Guillén, de quien hizo las xilografías de su libro Más allá.

Su carrera artística se desarrolló con rapidez, sobre todo después de que empezó a trabajar con la técnica del forjado, gracias a buenos oficios pedagógicos de un herrero de su ciudad, Manuel Illarramendi.

Entre sus primeras obras importantes del artista hechas en hierro forjado destacan las puertas que realizó para la basílica de Aranzazu.

Después se le abren las puertas de los grandes museos europeos y estadunidenses, al tiempo que abordó otros materiales y técnicas, como la fragua, el hierro, el granito, la madera, el hormigón, la tierra y el alabastro.

Chillida emprendió en 1973 y terminó en 1977 una de sus obras más importantes, El peine de los vientos, que consiste en tres piezas, cada una de 10 toneladas de hormigón, moldeadas y colocadas en un borde del mismo acantilado en el que el artista pasó los últimos años de vida. La obra, que conjuga espacio y escultura, fue un grito -todavía lo es- para tener un ''lugar de encuentros", como propuesta para encontrar una salida al histórico conflicto vasco, fenómeno que le preocupó hasta los últimos años de vida.

Horadar la montaña de Tindaya

Después de El peine de los vientos, el artista guipuzcoano inauguró su propio museo, el Chillida-Leku, en octubre de 2000, en la que fue su última aparición pública.

Chillida tenía pendiente realizar la que hubiera sido otra de sus grandes creaciones: horadar la montaña de Tindaya, en la isla de Fuerteventura, en Canarias, que consistía en excavar el interior de la montaña de un cubo de 40 metros de lado y una galería de acceso de 16 por 16 metros y una longitud aproximada de 100 metros con pozos de iluminación y ventilación. Hubiera sido, según sus propias palabras, la Montaña vacía, con dos grandes tragaluces para simbolizar la Luna y el Sol como las principales fuentes de inspiración del hombre.

Eduardo Chillida, buscador de luz, murió en un día con mucha luz, cuando el Sol se ocultaba desde su habitación al final del paseo de Andorreta.


Más de 52 mil personas han admirado su exposición en el Palacio de Bellas Artes

Chillida visitó México sólo una vez, pero cumplió su sueño de traer sus esculturas

Después de una década de esfuerzos, se presentan 86 obras del artista donostiarra

Sus cenizas serán depositadas en el museo que lleva su nombre en San Sebastián

MERRY MAC MASTERS

Exhibir en México fue un deseo que el escultor vasco Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002) cultivó durante años. Antes de su retrospectiva que ahora se presenta en el Museo del Palacio de Bellas Artes, en dos ocasiones se intentó traer obra del artista a tierra nacional. Sin embargo, como la curaduría sería especial, ese hecho elevaba de manera significativa los costos, ya que se trata de esculturas muy pesadas. Por ejemplo, Puerta de la libertad II pesa más de seis toneladas.

chillida4Después de más de una década de esfuerzos, una muestra antológica de 86 obras, que el artista vasco realizara entre 1951 y 2000, proveniente de la Galerie Nationale du Jeu de Paume, de París, y después de una primera escala en territorio mexicano, en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco), fue inaugurada en Bellas Artes. Gracias al esfuerzo conjunto, que permitió dividir los gastos, aquel deseo de Chillida se hizo realidad.

La instalación de las piezas de mayor peso fue por demás espectacular. Transportar La puerta de Omar Khayyam al primer piso del inmueble implicó tres horas de trabajo y una grúa con capacidad para levantar cinco toneladas en envión. Para efectos de la muestra se hicieron ''minuciosos estudios estructurales de las salas que componen el museo, para que las esculturas pudieran estar allí sin ocasionar ningún problema a la arquitectura del Palacio (de Bellas Artes)", dijo en su momento la directora del museo, Mercedes Iturbe.

Contacto con la civilización maya

Eduardo Chillida hacía sus obras tridimensionales para interiores con el propósito de que fueran colocadas en el piso. Nunca las imaginó con bases que las sostuvieran. Como en el Museo del Palacio de Bellas Artes eso no era posible, se solucionó el problema con arena para que diera la sensación de que la escultura reposa sobre una superficie de carácter natural.

La asistencia a la exposición Eduardo Chillida registra a la fecha más de 52 mil personas, si se considera que del 17 de julio al 13 agosto la admiraron 47 mil 345 visitantes.

En rueda de prensa efectuada en vísperas de la apertura de la retrospectiva de Chillida en Bellas Artes, se habló de su única visita a México hace casi 20 años. Como solía viajar la familia completa, entre hijos y nueras, eso parecía más bien un tour organizado por alguna agencia. La comitiva manifestó particular interés por la zona maya, experiencia que repercutió en la obra de Chillida, en especial en sus llamadas ''tierras chamotas", barro de doble cocción.

El descubrimiento de la ''tierra chamota''

Chillida empezó a trabajar el barro en París en los años cuarenta, pero no le gustó porque consideraba que era un material que se deshacía en las manos. La sensación era desagradable, decía. No obstante, en los años ochenta descubrió una tierra en el sur de Francia con la cual podía trabajar por su abundante contenido de minerales. Una escultura hecha con ''tierra chamota" tiene casi el mismo peso que una elaborada en hierro.

Durante la inauguración de la muestra de Chillida en Bellas Artes, el pasado 6 de julio, Luis Chillida, hijo del escultor vasco, dijo que su padre era ''una persona que nunca ha tratado de hacer lo que no sabe. Su obra se basa en las preguntas que se hace él mismo y que intenta plasmar mediante un lenguaje que es la plástica y que es el contraste entre lo lleno y lo vacío, lo positivo y lo negativo. Siempre han sido contraposiciones''.

En Bellas Artes, ayer se colocó una ofrenda floral en honor del artista.

Las cenizas de Chillida serán depositadas en un espacio que él mismo eligió en el museo que lleva su nombre, según informó su hijo Luis.

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