Gabriela Rodríguez
El séptimo arte es laico
Vencedora de la censura, la película El crimen
del padre Amaro es prueba contundente de que el arte se ha convertido
en un espacio vital para abolir la represión de hombres y mujeres.
Oasis en un desierto sometido al mercado global y a la ideología
cristiana, el cine independiente nos confirma que los seres humanos seguimos
condenados a ser libres.
Por encima de dispositivos estatales para regular las
lecturas en las escuelas públicas o por someter a criterios eclesiales
los sistemas de evaluación educativa del país, el séptimo
arte se define laico -aunque no gratuito- y logra cautivar a las nuevas
generaciones para rebasar con mucho a la escuela. ¿Quién
puede negar que hoy la cultura se forma y se expresa en ese maravilloso
invento del siglo xx?
Por eso son tan oportunos Carlos Carrera y Vicente Leñero,
dos artistas que en este filme deciden sacar al aire las raíces
de una Iglesia autoritaria, combinar la luz y las sombras para crear un
producto estético que actúe al servicio de los mortales y
pueda mostrar la íntima relación entre placer, belleza, verdad,
arte y libertad.
Y mientras el catolicismo se aferra a la tesis del monoteísmo
real en un politeísmo aparente, el guión concreta la estrecha
relación entre el cuerpo de los dioses y el cuerpo de los hombres.
Símbolos los primeros de los segundos, la religión se sirve
del cuerpo para significar el poder, la muerte, la edad o la solidaridad
y, por eso mismo, impone cierto orden a las cosas. La jerarquía
de los dioses tiene una correspondencia recíproca con la jerarquía
del colegio de sacerdotes y, más allá del espacio confesional,
son también las imágenes para la representación de
la jerarquía -siempre masculina- entre políticos, empresarios
y narcos. Todos hombres y adultos, los protagonistas que encarnan
el poder son obispos, párrocos, presidentes municipales y capos,
imágenes que ilustran la alianza de Iglesia, Estado, empresarios
de derecha y narcos. En tanto que los movimientos de resistencia
quedan personificados en sacerdotes-líderes revolucionarios, herejes
y gerentes de la prensa independiente. Y mientras los jóvenes son
aprendices subalternos de las mañanas y sueños de los mayores,
las mujeres se trafican como novias, esposas, concubinas, rezadoras que
pertenecen a sus novios, esposos o curas-amantes, cuerpos femeninos cuyo
sexo, trabajo doméstico y comunitario, y hasta los productos de
su fertilidad se someten a la decisión de los hombres.
La Virgen María, con menos poder que Dios y más
poder que los hombres, es el fetiche, la estatua de madera y tela, la morada
en que reside el espíritu. Esa imagen que, como toda santa, fue
mujer que vivió antes en la tierra, cuya mitología fue cambiando
en el Nuevo Testamento, desde que Mateo mencionaba a los hermanos y las
hermanas de Jesús, a ser después hermanastros y hermanastras
para defender la concepción virginal de María y, finalmente,
hacia el año 400 Jerónimo transforma a hermanastros y hermanastras
en primos y primas de Jesús. Así, María se afirma
con una virginidad perpetua, y termina siendo virgen antes de parto, en
el parto y después del parto de Jesús. Se representa sin
embargo en un objeto sexuado, un cuerpo femenino que confunde y enciende
los deseos de los hombres. Los hombres y los dioses se asemejan, y tienen
necesidad los unos de los otros, los hombres tienen necesidad del favor
y la indulgencia de los dioses, los dioses tienen necesidad de las ofrendas
y los sacrificios de los hombres ¿cómo satisfacer las necesidades
sexuales de ambos?
Independientemente de su voto de castidad, el joven Amaro
también tiene un cuerpo, esa materialidad que se escapa y se impone
a todo ser humano a través del dolor, la enfermedad, el deseo o
el placer. Este joven, protagonista central de una historia contada con
un fuerte sabor a la provincia mexicana, bien podría representar
el perfil de la nueva generación, el hombre que quieren formar los
actuales gobiernos de derecha: jóvenes con un presente subordinado
al futuro, soporte del momento, expresión de mensajes de los que
nadie es autor ni agente. Promotores de la abstinencia sexual hasta el
matrimonio mientras obligan a sus novias a abortar, en ellos está
la apuesta para frenar la resistencia, cerebros adoctrinados en contra
de los revolucionarios de izquierda, cuerpos que sirven para la construcción
de una autoridad soberana que sólo se deja entrever en la esfera
de la materia pura... cuerpos como cosas, puros receptáculos...