Luis Hernández Navarro
Atenco: zapatismo y autonomía
El horizonte simbólico de la lucha de los pobladores
de Atenco se modificó con la cancelación de los decretos
presidenciales que expropiaban sus ejidos. Victoriosos, tienen frente a
sí cuatro nuevos frentes de lucha: la anulación definitiva
de los procesos legales contra sus dirigentes, la obtención de los
recursos para desarrollar su pueblo, la autonomía municipal y la
solidaridad con todos aquellos que apoyaron su movimiento, especialmente
con quienes enfrentan problemas similares a los que ellos padecieron.
Este nuevo horizonte choca de lleno con los temores de
los señores del dinero, que han hecho de Atenco el último
dique del ejercicio de autoridad y el ejemplo de cómo al nuevo gobierno
le tiembla la mano frente el pobrerío. El fantasma que asusta sus
sueños es el del municipio que derrotó la más importante
obra del sexenio como baluarte de zapatismo y autonomía, y el de
su ejemplo replicado en todo el territorio nacional.
En octubre del año pasado los atenquenses desconocieron
a su presidente municipal. Desde entonces se han encargado del ayuntamiento
sin intermediarios. A pesar de no contar con partidas presupuestales han
dotado al pueblo de seguridad pública y de servicios como la recolección
de basura. Quieren continuar con esta experiencia.
Atenco no es una excepción y su deseo de contar
con un municipio autónomo está presente en todo el país.
Autogobierno y autonomía local son términos casi equivalentes
(N. Bobbio: Diccionario de política). La historia de México
ha estado marcada desde siempre por conflictos entre los poderes centrales
y las autoridades locales. Como ocurre en muchos países, la mayor
parte de la actividad política se efectúa en el nivel local
y, con frecuencia, se ve ahogada por el centralismo.
El municipio no fue incorporado plenamente al sistema
político hasta la Constitución de 1917. Como tercer nivel
de gobierno, después de la federación y los estados, es el
campo fundamental de conflicto entre la sociedad civil, que aspira a ocupar
este espacio, y el Estado central, que lo trata como el nivel inferior
en la jerarquía vertical del régimen.
La autonomía local y la descentralización
o "municipio libre" fue un clamor popular durante la dictadura de Porfirio
Díaz. El 15 de septiembre de 1916, Emiliano Zapata emitió
un Decreto del Municipio Libre, que en muchos sentidos expresa los anhelos
de los pobladores de Atenco. El general en jefe del Ejército Libertador
del Sur consideraba "que la libertad municipal es la primera y más
importante de las instituciones democráticas, toda vez que nada
hay más natural y respetable que el derecho que tienen los vecinos
de un centro cualquiera de población para arreglar por sí
mismos los asuntos de la vida común y para resolver lo que mejor
convenga a los intereses y necesidades de la localidad". Zapata agregaba
que "la libertad municipal resulta irrisoria si no se concede a los vecinos
la debida participación en la solución y arrendo de los principales
asuntos de la localidad".
La lucha de Atenco es, así, claramente zapatista,
no porque el EZLN influya en ella, sino porque el zapatismo es una corriente
que da cohesión, identidad y trasfondo cultural común a amplios
sectores del campesinado mexicano. La derrota del PRI en las elecciones
federales de 2000 permitió, además, que este zapatismo de
base -alentado por la insurrección en el sureste mexicano- se despojara
de la tutela estatal a la que lo sometieron los gobiernos de la Revolución
Mexicana y se expresara autónomamente.
Pero la reivindicación municipalista de Atenco
abreva también de una larga tradición de lucha impulsada
tanto por la izquierda como por la derecha, que hoy parece haber sido abandonada
por los principales partidos políticos, más preocupados por
las contiendas electorales en el ámbito nacional que por lo que
acontece en el plano local.
Una de las primeras campañas modernas en favor
de la democracia municipal se efectuó en Acapulco durante 1920.
El Partido de los Trabajadores, inspirado en un ideario anarcosindicalista,
movilizó a los pobres del puerto contra el autoritarismo de la oligarquía
local. Su triunfo electoral resultó efímero, pues los comerciantes
llevaron rápidamente al Ejército para expulsar violentamente
del ayuntamiento a la coalición popular triunfante.
Años después, en el Bajío, conducida
por la derecha, tendría lugar otra de las luchas precursoras de
la recuperación popular de los ayuntamientos. En 1946 en León,
Guanajuato, la Unión Cívica de León (integrada por
el PAN y el Partido Fuerza Popular) obtuvo un resonante triunfo electoral,
que el gobierno se negó a reconocer.
Como puede verse, con tan sólo asomarse a nuestra
historia la reivindicación de Atenco como municipio autónomo
y zapatista no proviene -como los sectores más retardatarios quieren
hacer parecer- de la ascendencia de grupos radicales en el movimiento,
sino de algo mucho más elemental y profundo: de la continuidad y
congruencia con las aspiraciones y anhelos del campesinado mexicano.