lunes 19 de agosto de
2002 |
Maestros ¿Un compromiso social? n Gustavo Santin Nieto |
En estricto sentido nadie podría
oponerse a la firma de un Compromiso Social por la
Educación que eleve la calidad de la misma. Tampoco
alguien con poco sentido común podría impugnar que
algunos particulares aporten algo de su riqueza para
mejorar los procesos educativos, o menos aun se podría
tener reticencias sobre programas de mejoramiento,
actualización y capacitación del magisterio. Sin embargo, una parte de la sociedad se encuentra escéptica ante acontecimientos como el del 8 de agosto, en los que por lo menos percibe engaños y mentiras mientras que otra, no despreciable por su número, asombrada por los hechos, deja volar la imaginación construyendo escenarios perlados de traiciones e intereses personales en los que vislumbra que, como en otros tiempos, lo que menos importa es lo que se firma, se anuncia, se defiende, se pacta, que lo que menos importa es la educación. Los acontecimientos posteriores a la crucial fecha muestran que tan importante como el acuerdo ha sido el cobijo brindado por los medios de comunicación social, incluido el utilizado por el presidente de la República, al compromiso social; sin embargo, y sin dejar de reconocer que como se estipula en documentos oficiales el eje más importante en el proceso educativo lo constituyen los educandos, no se puede dejar de lado cuestionamientos como los que a continuación se formula: Si estamos en un período de cambio señalado por tirios y troyanos, como de transición a la democracia ¿Por qué en el acuerdo no participan los trabajadores de la educación que en esa fecha gozaban de un receso escolar?, ¿por qué, para la firma de un acuerdo como el pactado, recurre Vicente Fox Quesada a Elba Esther Gordillo Morales, cuya función al frente de la Comisión Nacional de Acción Política del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación sería solamente protocolaria?, ¿por qué Rafael Ochoa Guzmán, secretario General del Comité Ejecutivo Nacional del SNTE se comporta -en programas de televisión como el que conduce Héctor Aguilar Camín- como auxiliar de la dirigente real del sindicato?, ¿por qué para justificar metas se pasa por encima de una postura legislativa y se anuncia la creación, por decreto del Ejecutivo, del Instituto de Evaluación Educativa?, ¿por qué mientras que se señala que la educación seguirá manteniendo los principios emanados del constituyente se incorpora al clero católico a tareas que sólo competen al Estado?, ¿por qué se incorpora a la iniciativa privada al fomento de la inversión pública?, ¿por qué se recurre como a representantes de los padres de familia a membretes de derecha y no a quienes envían a sus niños a la escuela? Las respuestas parecen ser evidentes. La firma del compromiso aparece como un acuerdo político que fortalece la figura del presidente ante sus enemigos (PRIPRD), Fox requiere por lo tanto del cacicazgo que ejerce Elba Esther al interior del SNTE, y por lo tanto lo apoya. La iniciativa privada participa en el acuerdo en función de los negocios que realizan con dinero público -programa de computadoras para el magisterio asignado a los dueños de Banamex, Telmex y nacional de bibliotecas-. En fin, el acuerdo es todo o casi todo, menos un compromiso social. |