Ojarasca 64  número 64  agosto de 2002

Los motivos de Juan Diego

(De la tradición oral totonaca)

Este era un niño de unos doce años, conocido como Juan Diego. Vivía con su madre.

Aunque eran muy pobres, tenían su propio jacalito. Juan acostumbraba usar un morral de palma, vestía calzón de manta y un sombrero muy viejo. 

Siempre traía un bordón en la mano. Él veía la manera de ayudar a su madre en todo lo que podía.

Todos los días tenía que salir al campo para traer lo necesario, aunque fueran desperdicios de cualquier cosa: plátanos, naranjas, ciruelas, todo esto a veces casi podrido.

Al salir de su casa, decía:

—A ver qué traigo, mamá.

—Está bien, hijito --contestaba ella.

Una vez se fue lejos de su casa. Llegó a un monte alto, donde escuchó una infinidad de ruidos. Hablaban. Entonces se preguntó: "¿Quienes serán? Voy a averiguar; qué tal si están comiendo algo".

Al llegar, vio unos árboles. En ellos se encontraban varias clases de pájaros comiendo frutas. Al observarlos, dijo:

?Dios ha mandado toda clase de frutas a este mundo. Creo que han de ser para todos los que estamos vivos.

Al terminar de decir esto, escuchó que alguien le decía:

?Toma esta naranja; a ver si te gusta.

Juan se sorprendió al oír esto porque ahí no se encontraba ninguna persona. Buscó por todas partes y no vio a nadie. Al poco rato, le volvieron a hablar. Se cansó de buscar quién era el que le hablaba y no vio a nadie. Ya cansado, decidió sentarse al pie de un árbol que se encontraba cerca, poniendo más atención para descubrir quién hablaba.

Por tercera vez le hablaron. Entonces vio que era una paloma y decidió preguntarle qué era lo que quería. La torcaza contestó:

—Ahí te va una naranja para que te la comas.

—Gracias. Se me concedió lo que quería --respondió.

Partió la naranja en dos, y se la empezó a comer. Al probarla, pensó cortar más para llevarle a su mamá. Al llegar a su casa, le dijo a ésta:

—Mamá, le traigo unas naranjas para que se las coma. Yo ya las probé, están muy sabrosas. Me las regaló una torcaza que me encontré en el monte.

Desde entonces, cada vez que salía, traía distintos frutos para comer en la casa. Pasó mucho tiempo. Juan ya se había cansado de salir. Llegó una ocasión en que discutió con su madre, le reprochó que él siempre tenía que ver la manera de pasar la vida. Que si no fuera por él, ella se habría muerto de hambre.

Cada vez que salía, dejaba regañada a su mamá. Al regresar a su casa, quería que estuviera preparada la comida. Siempre llegaba enojado, reclamando parte de lo que había traído de comer el día anterior. Se molestaba porque sólo encontraba frutas. La mamá no le contestaba nada, sólo se ponía a llorar de tristeza.

Una vez le dijo a su mamá:

—Mañana quiero que cuando llegue, esté preparado lo que tengo que comer.

Al día siguiente, la mamá estaba muy preocupada por lo que había dicho su hijo, y cuando pensó que éste ya iba a venir, comenzó a preparar la comida. En el jacal donde vivían, tenían una gallina, y cuando la mujer estaba apurada preparando la comida, la gallina se metió a la casa. La señora no se fijó porque estaba poniendo la mesa. Trajo el plato con la comida y lo acomodó, pero cuando fue a traer la sal, la gallina se subió a la mesa y se ensució sobre ella. En ese mismo momento venía entrando Juan, y la mamá no sabía qué hacer con la suciedad. Entonces la tapó con una jícara, porque no le daba tiempo de limpiar. Juan se sentó, puso su bordón a un lado y pidió su comida. La mamá le contestó:

—Ahí la tienes, hijito.

Juan vio el plato, dijo que esa comida no le gustaba y la tiró al suelo.

—Mejor hubieras levantado la suciedad de la gallina y eso me hubieras servido de comer.

Entonces la mamá de inmediato levantó la jícara y dijo:

—Ahí está lo que pides.

Se dio la vuelta y salió del jacal sin decir más. Juan la siguió, arrepentido, pero ella no le hizo caso. Cuando la alcanzó, vio que ya no era su madre sino la Virgen de Guadalupe. Asustado, se arrodilló frente a ella, pidiéndole perdón, pero ella no le contestó.

Por esa razón, hoy vemos a Juan Diego hincado frente a la Virgen

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

alianzas

Las fotografías de Lilian Stein forman parte de la exposición Jardines-Santuarios. Galería Libertad, Querétaro, Qro. Junio 2002.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Relato recogido por Audi Hernández Rivera y Benito Hernández Moreno en la región del Totonacapan, entre Puebla y Veracruz. Se publicó en 2000 en la antología Cuentos totonacos, (colección Letras Indígenas Contemporáneas, Conaculta-Culturas Populares, México).

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